Desde estas líneas editoriales siempre hemos defendido que el Estado solo puede crecer en la medida en que la economía crezca y no lo contrario que algunos pretenden establecer, que es nada más y nada menos que el Estado crezca y crezca con cargo a los contribuyentes.
Sin que importe cuál sea la situación de la economía y tratando de una manera descabellada y absolutamente inefectiva que el Estado supla todo lo que el sector privado tendría que asumir.
En virtud de eso y en el marco del nuevo debate sobre una reforma tributaria, pues esto hay que llamarlo como es, sorprende en primera medida que el lobby de ciertos gremios y congresistas siempre haga efecto en los rubros en los que definitivamente sí se tendrían que estar cobrando impuestos, pero que gracias a ese cabildeo no se logra.
Resta ver lo sucedido con los gravámenes a los juegos de suerte y azar que podrían aportar cerca de 2 billones de pesos al Estado colombiano; independiente de que este gobierno se lo merezca o no, es un rubro que tendría que estar grabado, como también tendrían que existir otra clase de impuestos y una base gravable más amplia, pero que por asuntos políticos Colombia seguramente tardará en ver dichas medidas.
Por ahora, la solución mediocre, simplista y demagógica de siempre es, como lo hemos denominado, que los mismos que han pagado la fiesta los últimos 20 años la sigan pagando, porque cada vez la fiesta es más cara, cosa que ha ahuyentado a inversionistas; a residentes ha ahuyentado la confianza, ha aumentado la incertidumbre y sencillamente espanta cualquier tipo de capital con semejantes impuestos tan confiscatorios.
Hay que ver lo que se está planteando en materia de impuestos a las empresas de petróleo y de carbón en este país; no hay nada más parecido a la expropiación que semejante masacre de impuestos que les quieren clavar. Sería más fácil incluso pedirles que abandonen el país de una manera decente y no, a través de una guerra de impuestos, intentar expulsarlos del país.
No puede ser que el actual ministro de Hacienda y el actual gobierno solamente vean la reducción de la inversión como mecanismo de ajuste a un presupuesto que está desfinanciado. Hay que hacer un gigantesco recorrido al tamaño del Estado.
Esto no viene de este gobierno, este estado monstruoso burocrático y clientelista ha venido creciendo sin cesar desde los gobiernos de Juan Manuel Santos, pasando por el de Iván Duque, que tampoco dudó en seguirlo extendiendo y que para Gustavo Petro, pues tampoco ha sido motivo de pena hacerlo.
Creando aparatos burocráticos como el Ministerio de Ciencia, como el Ministerio del Deporte, como el Ministerio de la Igualdad, un montón de secretarías, direcciones, gerencias, altas consejerías, dependencias, manteniendo participaciones estatales en empresas que no tienen ningún sentido y que son un barril sin fondo, que eso genera pérdidas para los contribuyentes colombianos.
Los colombianos están cansados y eso tiene que entenderlo este y los futuros gobiernos, no pueden seguir creyéndose que están en una monarquía, en un estado del tamaño de un pulpo, un estado gigantesco para la economía que tiene un país. Tenemos un Estado como si fuéramos una nación rica y Colombia no es una nación rica.
De manera que, si ellos no cambian, seguramente la gente lo hará a la fuerza más temprano que tarde y seguramente sería por formas que muchos no quisieran ver, inclusive con personas que no tengan la idoneidad, pero que, de ser diáfanos con la propuesta de un recorte del Estado, tendrían el apoyo masivo de millones de colombianos.
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