El gobierno de la corrupción

Hay que ser muy ingenuo para no darse cuenta de que toda esta podredumbre es comandada por el mismísimo Gustavo Petro.

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El gobierno del cambio se va perfilando como el más corrupto de la historia de Colombia a pesar de que se subió al poder prometiendo nuevas costumbres en beneficio de los colombianos de a pie, los “nadies”. Ya sabemos del enriquecimiento ilícito de Nicolás, el hijo del Ejecutivo; supimos de la maleta millonaria que manejaba Laura Sarabia, cuyo contendido era de Petro, que derivó en chuzadas ilegales, interrogatorios abusivos y en el supuesto suicidio de un coronel de la Policía que era de los encargados de la seguridad de Palacio.

Muchos otros escándalos han surgido en este gobierno por el manejo indelicado de los recursos públicos provenientes de los impuestos que pagamos con el sudor de nuestras frentes. El presidente, por ejemplo, se pasea por el mundo en aviones oficiales con la frescura de quien paga los gastos de su propio bolsillo, pero no, es con nuestra plata. Y ese despilfarro ‘aeroespacial’ ha sido representativo de esta administración: la inútil vicepresidenta Márquez se moviliza en helicópteros Black Hawk, cuya hora de vuelo vale un dineral, como si estos jugueticos no fueran para cumplir tareas de seguridad de los colombianos sino para satisfacer los deseos de la nueva casta gobernante.

Pero las cosas no se quedan ahí. Hay que recordar los costosos cubrelechos de plumas de ganso, los televisores gigantes, las cubiertas de inducción para las cocinas; los contratos insólitos como los del coreógrafo Nerú Martínez para desarrollar actividades ‘recreativas’ con los empleados de la Casa de Nariño. Ah, y para que le muerda las nalguitas a la señora Alcocer. Por cierto, a doña Verónica le pagamos sus desplazamientos con todo un séquito de chaperonas: una asistente, un diseñador, un fotógrafo… ¡ni miss Universo! Nunca una Primera Dama —que de ‘dama’ no tiene un pelo— nos había salido tan costosa.

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Pululan los contratos inoficiosos entregados a amigos, cómplices y parientes de este régimen para que los beneficiarios usufructúen millonarios recursos a costa nuestra. De la misma manera se han manejado embajadas y consulados, en los cuales se han nombrado, incluso, a personajes que a duras penas han cursado el bachillerato. Bueno, nada de extrañar cuando se inviste como ministro de Educación a un sujeto vulgar y agresivo que hasta reconoce su condición de basuquero, como el petrista radical Daniel Rojas.

Pero la cosa se pone seria cuando en el tema de la corrupción llegamos a personajes de primera fila en la administración como Luis Fernando Velasco, hasta hace poco ministro del Interior; Carlos Ramón González, director de Inteligencia, hombre de la entraña de Petro; Ricardo Bonilla, ministro de Hacienda y Crédito Público; Guillermo Alfonso Jaramillo, el enterrador de la salud, y hasta Gloria Inés Ramírez, ministra del Trabajo. Todos ellos están metidos en el escándalo de la UNGRD hasta el cogote.

Sin duda, este es el gobierno de la corrupción, y hay que ser muy idiota o muy ingenuo para no darse cuenta de que toda esa podredumbre es comandada por quien fue grabado por su misma gente acariciando fajos de billetes y empacándolos en bolsas plásticas. Una acción ignorada por la Corte Suprema de Justicia con el cuento de que ya había prescrito porque la Corte determinó, sin explicación alguna, que el video era de 2005 y que de todas maneras no había delito porque esos recursos eran de “origen lícito”. ¿Cómo lo saben?

Así es como Petro se nos montó en la presidencia, con todos sus delitos perdonados súbitamente por magistrados venales. Y probablemente la estrategia en todos los casos ha sido la misma, que según vemos es infalible: mandarle al aludido una maleta llena de millones  para comprar su cooperación, no su conciencia, que no la tienen. Porque el escándalo de la UNGRD es cosa suya, es su idea, es su orden. Eso no fue ocurrencia de Olmedo, o de “Chuspas” (Velasco). No, hubo un “cónclave” presidido en las sombras por el sumo pontífice: Gustavo Petro Orrego, el presidente más corrupto de cuantos mandatarios deshonestos hemos tenido.

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Y con esa maniobra de mandar maleticas al uno y al otro es que va a hacer que le aprueben su constituyente con ese premio envenenado que es su reelección indefinida, una dictadura como la de Maduro, que solo se puede derrotar mediante un baño de sangre descomunal, como en una nueva guerra de independencia. Y para allá vamos también, estamos advertidos.

Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB

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