El Gobierno de la muerte

El expresidente Álvaro Uribe Vélez hizo en su cuenta de X, una denuncia tan grave que en cualquier otro país estarían con los pelos de punta. Y no ha sido rectificado.

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En días recientes, el expresidente Álvaro Uribe Vélez hizo a través de su cuenta de X, una denuncia tan grave que en cualquier otro país estarían con los pelos de punta. Y no ha sido rectificado. Dijo Uribe, palabras más, palabras menos, que dos días después del atentado a Miguel Uribe Turbay lo buscaron del Gobierno, por intermedio de un ministro, para que se reuniera con Petro con el fin de “evitar matanzas”. y trascendió que el ministro de marras “sentía temor por las mañas de Petro”. ¿Una confesión?

En lo expuesto por Uribe, se sugiere que el atentado a Uribe Turbay fue obra de la izquierda —hoy en el poder— y que, como consecuencia, esperaban una retaliación proporcional por parte de la derecha, con lo que se podría desencadenar una especie de juego de ping-pong: un muerto de aquí, un muerto de allá. Sin duda, se trata de una denuncia aterradora de la que prácticamente nadie ha querido hacer eco para no prender el país, pero no es nada inverosímil si vemos el carácter psicopático de la personalidad de Petro, para quien ver arder a Roma será el pretexto con el que pueda atornillarse al poder. Lamentablemente, ahora ha enfilado su odio contra Paloma Valencia; y su hijo, Nicolás, contra Vicky Dávila. Las órdenes, pues, están dadas.

Y en medio de semejante panorama de violencia, con un país que aún está de luto por el asesinato de Miguel Uribe Turbay —quien murió hace apenas 20 días—, por el atroz acto terrorista cometido en Cali y por el derribamiento de un Black Hawk en Amalfi, Antioquia, con un saldo de 13 policías muertos, además del secuestro masivo de soldados por parte de las comunidades para para impedir su accionar, es aberrante que a este Gobierno de cafres se le ocurra celebrar con bombos y platillos el cumpleaños de Armando Benedetti, ministro del Interior, con participación de casi todo el gabinete. Petro, que no asistió al sepelio de los policías, estuvo en la fiesta hasta altas horas de la madrugada a pesar de haber manifestado recientemente que se encuentra enfermo porque no ha sacado vacaciones desde que asumió el cargo.

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Una celebración absurda porque el momento no está para fiestas por más que en Palacio se froten las manos pensando en la favorable elección de un magistrado de la Corte Constitucional que se llevará a cabo este miércoles en el Congreso de la República. El Gobierno ha movido carrotanques de mermelada para asegurarse de que la escogida sea su candidata, la Dra. Balanta Medina, conocida de autos por su sesgo izquierdista. Quedará así Petro con una marcada mayoría en esa Corte (seis contra tres) que le permitirá realizar toda clase de exabruptos en estos once meses que le quedan, incluso permitir la reelección. Están optimistas, por eso tanto qué celebrar.

En cambio, el país sigue derramando lágrimas. La condena de tan solo siete años para el asesino de Miguel ha sido toda una bofetada en el rostro de la gente de bien, una ofensa que a muchos les ha tocado el alma, aunque se sabía que así lo estipula la ley. Hay un clamor general que exige reformar la jurisprudencia y castigar como adultos a los menores de edad que cometan semejantes fechorías. Hoy, al eximirlos del castigo, lo que se está haciendo es estimular su instrumentalización y participación en hechos delincuenciales al premiarlos con impunidad. Los jóvenes saben perfectamente que la ley es extremadamente tolerante con ellos, que la pena será suave y corta y que en pocos años podrán salir a las calles para volver a delinquir. Creer en su resocialización es creer en cuentos de hadas.

Pero, si ello ha causado indignación y tristeza, qué decir de los 13 policías del Black Hawk abandonados a su suerte. No todos fallecieron al caer la aeronave; fueron muriendo con el paso de las horas, a la espera de un apoyo que nunca llegó y de un operativo de rescate tardío. Más se demoraron en recuperar los restos mortales de estos mártires de la democracia que en reunirse la gente de Petro con alias Calarcá, el jefe de los criminales que derribaron el helicóptero, para reanudar las conversaciones de la ‘paz total’ de un Gobierno que antepone los bandidos a la gente honesta.

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Faltan 340 días para que se acabe este, el gobierno de la muerte.

Por: Saúl Hernández Bolívar – @SaulHernandezB

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