«Respeto el derecho de cada quien a alimentarse como le venga en gana, pero rechazo la pretensión de imponer esas preferencias, porque vulnera la libertad individual y, en el caso del “día sin carne”, el derecho al trabajo y la subsistencia en toda la cadena cárnica.»
Por: José Félix Lafaurie
Hace tres años, en un debate sobre la fiesta brava, la hoy concejal Padilla, defendiendo “la igualdad moral” en los intereses entre humanos y animales, se refirió al “¡interés de la cucaracha!”. “Ella no quiere votar…, no quiere seguridad social…, solo quiere vivir como cucaracha”, decía la concejal. Quedamos atónitos, como el país, cuando no respondió a la pregunta de si, en un incendio, salvaría a un niño o a la cucaracha.
Comparto la concepción del animal como “ser sintiente”, de la que se deriva la de “bienestar animal” que defendemos en FEDEGÁN, pero de ahí a “humanizar” la cucaracha hay un abismo desde el cual se fragua la persecución contra la ganadería, a partir de unos derechos animales malentendidos, a la que se suman las acusaciones como emisora de gases de efecto invernadero, GEI; interpretaciones sesgadas que inspiran el acuerdo de la concejal de Colombia Humana, Susana Muhamad.
En el Mandato Tres, sobre ¡Soberanía y Seguridad alimentaria!, se ordena incluir en los menús de las instituciones educativas “opciones alimenticias alternativas a productos de origen animal” ¿Por qué?: porque la ganadería es responsable de la emisión de GEI, arguyen públicamente Muhamad y su colega Padilla, pero en el Mandato Cuatro, sobre la reducción de esos gases, ni siquiera se menciona a la ganadería.
En el Cinco, como acción de ¡salud pública!, aparece el mico del “Día distrital sin consumo de carne”, acogiendo presuntas recomendaciones del IPCC y de la FAO. Y en el Ocho se ordena un verdadero adoctrinamiento contra la ganadería en sus instituciones educativas, vinculando contenidos sobre presuntos efectos negativos del sector pecuario en “…violencia contra animales en la industria alimenticia, impactos negativos para la salud humana, inequidad en la distribución de recursos alimentarios y degradación ambiental”
Respeto el derecho de cada quien a alimentarse como le venga en gana, pero rechazo la pretensión de imponer esas preferencias, porque vulnera la libertad individual y, en el caso del “día sin carne”, el derecho al trabajo y la subsistencia en toda la cadena cárnica. La concejal Padilla, quien ha hecho público su veganismo, debió declararse impedida en la votación.
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Yo también puedo citar a la FAO, y sin amaños. Reconociendo la necesidad de disminuir su impacto ambiental, reto que FEDEGÁN asumió desde hace diez años con su programa de Ganadería Sostenible, su entonces director, José Graziano da Silva, reconocía en 2017 que “el sector ganadero es uno de los pilares de la seguridad alimentaria” y que “más de la mitad de los pobres rurales del mundo dependen de la ganadería” algo que deberían tener en cuenta las concejales cuando pretenden acabar con ella.
Los animales hacen parte de la naturaleza y sus gases eran absorbidos por ella misma, equilibrio que se rompió con la utilización intensiva de combustibles fósiles. Lo nuevo en la naturaleza no son los animales; por eso rechazo la falacia de su impacto ambiental, y la de que un día sin carne ayude a disminuir la emisión ¡en Bogotá!, si hablamos de animales que llegan a la capital solo para sacrificio. Sin irrespetos, pero es una tontería.
Esto no es gratis, hace parte de una “agenda global” desestabilizadora. A la estigmatización ganadera en Venezuela le siguió la expropiación de tierras. Se permite lo que les gusta y se prohíbe lo que no. Hoy se induce en las escuelas un tipo de alimentación, mañana una ideología, y de contera, la izquierda, los animalistas extremos y otros “centristas madreadores”, dueños de “la moral”, se abrogan el derecho a la intolerancia y el insulto procaz. ¡No hay derecho!