Las empresas de telecomunicaciones en Colombia han estado enfrentando dificultades significativas en los últimos dos años, con problemas financieros notables. Sin embargo, también se han producido cambios que han modernizado el sector, como la licitación de 5G y la ley de modernización del sector. Estos avances han permitido depurar el sector, obligando a las compañías a adaptarse a los retos tanto del país como de la industria global, especialmente en términos de ingresos.
Una de las principales realidades de la industria en Colombia es que el costo del espectro sigue siendo uno de los más altos del continente, a pesar de los esfuerzos del ministro Mauricio Lizcano por corregirlo. Los servicios para los usuarios siguen siendo muy demandados, especialmente en datos, aunque el valor por usuario se ha reducido drásticamente para los operadores, ya que las personas consumen menos minutos y servicios de hogar.
Esto ha provocado un aumento en la demanda de internet, lo que ha llevado a algunos actores globales a pedir que las grandes tecnológicas inviertan en estas redes, ya que son las que promueven y crean esta demanda de servicios en la industria de comunicaciones.
En Colombia, el mercado está concentrado principalmente en el operador Claro, declarado por la CRC como dominante, aunque es la empresa con mayor solidez financiera, también ha enfrentado desafíos económicos en un entorno tan competitivo y poco rentable como el colombiano. Esto ha traído que empresas como Wom que ingresó hace cinco años en el mercado, actualmente está en proceso de reorganización bajo el capítulo 11 en Estados Unidos, esperando no solo más inversión para continuar operando sino también cumplir con sus obligaciones en el país y poder desplegar la tecnología 5G.
Pero volviendo al negocio anunciado, que sería por alrededor de 400 millones de dólares, resulta práctico mirar quiénes podrían ganar y perder en una transacción que consideramos necesaria y urgente.
El negocio entre Movistar y Tigo que se espera que se concrete de la manera más exitosa posible, deja varios ganadores, el Gobierno es el primero pues se libraría de una de sus cargas más grandes: la participación del 32,5% en Movistar, que gobiernos anteriores, como el de Juan Manuel Santos con Mauricio Cárdenas, intentaron vender. Iván Duque prefirió no actuar al respecto, permitiendo que el país continuara perdiendo dinero.
El Estado colombiano nunca ha obtenido beneficios por tener inversiones de los impuestos de los colombianos en Movistar. Incluso Juan Manuel Santos, en una reforma tributaria, metió una gigante capitalización a Movistar con los dineros de los contribuyentes para capitalizar una empresa mayoritariamente española, algo que fue inaceptable y de lo que el país nunca se enteró.