El reto de eliminar el diésel de nuestras ciudades

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Se ha ganado mucho en los últimos siete años en la concientización y en la pedagogía que se ha adelantado para que cada una de las personas entienda la importancia de respirar un buen aire.


Por: Andrés Gaviria

No me corresponde a mí entrar en términos médicos o en aspectos generales de la salud para hacer hincapié en esto, sino remitirme a los más básico y fácil de entender: ¿qué queremos que entre a nuestros pulmones? ¿un aire negro lleno de partículas cancerígenas, tóxico, que nos enferma y que le recorta años de existencia a nuestro planeta? ¿o queremos ciudades en las que podamos respirar sin temor, hacer ejercicio al aire libre y las que nuestras oportunidades de desarrollo sean sustentadas en una sana convivencia con el medio ambiente? Creo que todos, por lógica, nos iríamos por la segunda; incluso quienes tengan intereses en conservar vehículos diésel en nuestro entorno. 


Las ciudades que más están afectadas por el tema del diésel en Colombia son Medellín y Bogotá. Lastimosamente hay otras ciudades que también tienen graves problemas de contaminación pero que no se logran registrar bien sea porque las condiciones topográficas favorecen una fácil dispersión o porque no tienen suficientes herramientas para su medición. 


Lo claro es que deberíamos retomar, como siempre, ejemplos de otras ciudades del mundo que han dado una lucha incansable por erradicar el diésel, por decirle ‘no más’ a un componente cancerígeno en el aire y sobre todo por tomar decisiones de vanguardia para apostar por una movilidad más sostenible.


No se trata de entrar en el desgastado, trillado e insuficiente discurso de que todos debemos montar en bicicleta o caminar, no, ningún medio de transporte puede ir en detrimento de otro. A nadie se le puede imponer desde un auto-construido púlpito moral y ético que no puede andar en un vehículo particular, todo lo contrario, lo que el Estado tiene que hacer, de la mano de empresas privadas, es seducir al ciudadano para que use el transporte público. Para esto, sobra decir, es menester contar con una red de transporte urbano que sea competitiva, grande, eficiente y cómoda, que cuente con buses, cables, tranvías, metros pesados, metros ligeros, rutas para bicicletas, andenes amplios, sistemas de transporte alternos como patinetas e incluso parqueaderos junto a estaciones de esos grandes sistemas de transporte.

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Hay que ponernos fechas, hay que ser valientes en esto. Aunque haya presiones que quieran hacerlo ver mal, hay que indicar que para el 2025, 2027 o máximo 2030 ciudades como Medellín y Bogotá deberían haber eliminado el diésel, para que no puedan circular más esos vehículos, para que no se puedan vender más.


Insisto, los ejemplos están claros: Madrid, París, Oslo, Barcelona, Londres, entre otras, están pensando en la salud de las personas, en el bienestar de las comunidades, en la longevidad de las poblaciones, en la calidad de vida y en reducir las enfermedades respiratorias; eso es por lo que hay que apostar, por lo que hay que ir. 
Ojalá los próximos mandatarios de ciudades como Medellín y Bogotá sean responsables y conscientes sobre esta urgente necesidad, y es darse la pela, como dicen popularmente, por sacar esto adelante y comprometerse con un mejor futuro para nosotros mismos, para nuestros hijos y nietos. No esperemos a que en el futuro nos juzguen por no haber hecho nada, por haber sido cobardes y por haber permitido que unos pocos se favorecieran de un asesino silencioso que ronda por nuestros aires.


Ojalá los próximos mandatarios de ciudades como Medellín y Bogotá sean responsables y conscientes sobre esta urgente necesidad, y es darse la pela, como dicen popularmente, por sacar esto adelante y comprometerse con un mejor futuro para nosotros mismos, para nuestros hijos y nietos. No esperemos a que en el futuro nos juzguen por no haber hecho nada, por haber sido cobardes y por haber permitido que unos pocos se favorecieran de un asesino silencioso que ronda por nuestros aires.

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