El “test” de un verdadero dirigente

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Esta publicación hace parte de la tercera edición de la Revista 360, la cual puede encontrar en el siguiente enlace: https://issuu.com/revista_360/docs/revista_360_edicion_3-2


Por: Hernán Andrade – Presidente del partido Conservador

Quiero hablarles de lo que he aprendido.

Hace poco me retiré de la vida parlamentaria. Fueron veinte años en el Congreso de Colombia. Pasé por la Cámara, y luego por el Senado, cuya presidencia llegué a ocupar. Yo arribé a la política siendo un joven un tanto desprevenido, que había querido ser abogado, y de hecho durante varios años ejercí con entusiasmo esa profesión, y de ello guardo episodios como el de haber sido apoderado de Jaime Garzón. Pero sentí el llamado del servicio público, del servicio a mi tierra primero y luego a mi país, y es un llamado que desde entonces no he podido eludir.

En mi vida parlamentaria me tocaron tiempos muy difíciles: basta pensar que llegué por primera vez al Congreso en 1998. Me tocó la época más dura del conflicto armado colombiano, aquella horrenda temporada en la que todos los días oíamos de secuestros masivos, masacres y destrucción de poblaciones. Me tocó el experimento de paz del Caguán. Me tocó una de las peores crisis de la economía colombiana, en la que el Estado estuvo a punto de quebrarse y miles de familias perdieron su hogar.

En el plano puramente personal, también fueron tiempos muy duros. Las Farc habían dado orden de asesinarme o de secuestrarme. Fui el único dirigente político del Huila que escapó al asesinato o al secuestro, y fue solo por suerte, pues estuve cerca de ser asesinado en más de una ocasión. Todos esos episodios los relato en detalle en mi libro Las Colombias que he vivido, que acaba de publicar la editorial Oveja Negra.

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Esos años me enseñaron muchas lecciones sobre lo que es el verdadero liderazgo político. Hoy, contemplando todas esas experiencias en la memoria, y aplicando sobre ellas la capacidad de reflexión, creo que podría hacerse una especie de “test”, para descubrir quién tiene de verdad la calidad auténtica de dirigente y líder. Quien no lo pase, en mi opinión, no tiene las calidades para dirigir u orientar los destinos de su gente.

El test es muy sencillo, son apenas dos preguntas:

a) ¿Está usted dispuesto a tomar decisiones difíciles y duras, que le acarreen impopularidad inmediata, pero que sean indispensables para curar los males de su comunidad?

b) ¿Está usted dispuesto a trabajar hombro a hombro con dirigentes de otros partidos y de otras vertientes para encontrar soluciones a los problemas públicos?

Solo quien conteste afirmativamente ambas preguntas tiene la calidad de verdadero dirigente.

Quien está en el servicio público solo para recibir aplausos y vítores, y tomarse fotos llenas de sonrisas, no sirve para dirigente: a todos nos llega el momento en que nos toca decidir y aplicar medidas duras, que nos van a hacer impopulares y hasta odiados en el momento inmediato, pero sin las cuales la comunidad sufriría mucho más, y sería inviable su continuidad.

Haber apoyado y promovido en el año 2001 el famoso acto legislativo 012 me hizo merecedor de insultos, odios, amenazas y hasta perdí temporalmente el cariño de viejos amigos. Sin esa reforma, sin embargo, la economía nacional se habría ido a la bancarrota total, y tal vez ni siquiera estaríamos hoy aquí. Fueron meses en los que no vi una sola sonrisa, ni oí un solo aplauso, y recibí muchos insultos. No fue fácil, y hubo momentos en los que dudé. Por fortuna, prevaleció en mí la conciencia de que esa amarga medicina era necesaria para curar la enfermedad.

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Y en ese caso, y en muchos otros de esa difícil época, trabajé junto con dirigentes de otros partidos en el Congreso. Puedo dar testimonio de que, a pesar de la mala imagen que tienen los congresistas, en esos tiempos de crisis los vi remangarse la camisa, y quedarse hasta la madrugada en largas y duras reuniones, en el frío bogotano, revisando cifras, leyes y decretos, posibilidades de acción, todo para encontrar, juntos, las soluciones para el país. Trabajé con los liberales, con la izquierda, con los de Bogotá, con los de regiones, todos juntos. Es lamentable que ese espíritu de trabajo conjunto esté hoy en peligro por causa de la polarización.

Hágase entonces estas dos preguntas. Solo quien esté dispuesto a asumir lo que ellas implican, tiene la madera para ser líder, dirigente, y conductor de su comunidad, de su región y de su país.

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