Eligiendo gerente

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Cuando la Constitución del 91 introdujo la elección popular de alcaldes y gobernadores, no previeron que el cargo es mucho más gerencial, administrativo y operativo que político, y qué llevar la democracia hasta estos niveles era un error…


Por: José Miguel Santamaría Uribe

Aunque la democracia es la mejor forma de gobierno conocida hasta ahora, esta sigue siendo demasiado imperfecta, más cuando se encuentran candidatos mediáticos y carismáticos que terminan arrasando en las elecciones, pero que al llegar al poder, su manera de gobernar deja mucho de desear frente a las altas expectativas de sus electores.

Seguramente si se hace un proceso de selección con un «head hunter», como se hace para buscar el CEO de una compañía con los candidatos que están en el tarjetón de una alcaldía o gobernación, el escogido sería diferente al escogido por el voto popular y en muchos casos ninguno llegaría a la calificación mínima requerida para ser ternado. Esto no sólo pasa en Colombia, es un tema generalizado en muchos países.

No se trata de un tema de inteligencia ni de coeficiente intelectual. Tampoco es de estudios, PHDs y maestrías. Estas son importantes, pero la capacidad gerencial requiere más que sólo eso.

Si esto fuera lo único que se necesita para ser buen gerente, sería fácil. Se trata más bien de tener capacidades gerenciales, de saber planear a largo plazo, de tener un buen trato con las personas y de tener un liderazgo propositivo que lleve a puerto seguro a determinada organización.

Uno de los grandes problemas para que en el sector público lleguen más personas con capacidades gerenciales parecidas a las de un CEO de una gran compañía es el tema económico: la diferencia de remuneración entre pares es bastante grande, también lo es con el equipo directivo.

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La capacidad de conformación de equipos de alto rendimiento es también fundamental. Este es un tema complejo en el sector público por cuenta de las cuotas políticas o de acuerdos entre partidos que hace que esta capacidad sea aún más relevante. Escoger al mejor entre candidatos donde puede no sobresalir ninguno es complejo y requiere olfato.

Cuando la constitución del 91 introdujo la elección popular de alcaldes y gobernadores, no previeron que el cargo es mucho más gerencial, administrativo y operativo que político, y qué llevar la democracia hasta estos niveles era un error. Obviamente tiene más reversa un Boeing 787 que acabar con estas elecciones.

Hoy día Bogotá, Medellín y Cali, las principales ciudades del país, son gobernadas por personas muy reconocidas, con mucha favorabilidad en encuestas y muy mediáticas, pero sin experiencia gerencial, de manejo de RRHH y de planeamiento estratégico.

Esto ha hecho que los planes de desarrollo de estas ciudades en muchos temas no estén acordes con las verdaderas necesidades de la población y que por diferencias ideológicas se definan cambios de metodologías y proyectos de la administración anterior.

Asimismo, el círculo de poder cercano a ellos es igual de inexperto, lo que hace que el no conocimiento de temas y problemas termine siendo una pandemia.

En el caso de Medellín y Bogotá ya avanzan movimientos de revocatoria que tienen ya las razones claras de los incumplimientos del plan de gobierno registrado frente a la realidad, aunque según las encuestas de opinión, estos mandatarios siguen teniendo índices muy altos de popularidad.

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