Envejecer

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«El tiempo no se detiene. Los días pasan deprisa y nuestros años de juventud se van agotando. Envejecer es una realidad de la cual es imposible escapar, aunque a diario nos venden recetas milagrosas para batallar contra esas líneas de expresión propias del tránsito de los años.»


Por: Gloria Díaz

 Mucho se trabaja para lograr que, cuando seamos adultos mayores, tengamos estabilidad, tranquilidad y, aunque sea una pensión. Ese es el ideal, pero no todas las personas consiguen ese destino anhelado y resulta convirtiéndose en una etapa triste, llena de ausencia y falta de comprensión.

Son diversas las historias que vemos en las redes sociales sobre abandono a estas personas. El pasado 3 de abril del presente año se hizo viral un video en el cual un patrullero de la policía le brindó ayuda a un hombre de más de 87 años que se encontraba a la deriva en las calles de Cali. El inclemente sol azotaba su rostro y el grado de deshidratación era complejo. Además de su estado crítico de salud, lo más impresionante fue saber que, en el momento, no se tenía rastro de su familia. Tristes relatos que duelen y preocupan. 

La Organización de las Naciones Unidas señaló que, en el año 2017, una de cada seis personas mayores fue objeto de malos tratos, advirtiendo que esta cifra pudo aumentar en el confinamiento generado por el COVID-19.

La situación de esta población en el país es adversa, pues, en la mayoría de los casos, enfrentan vulnerabilidades de variada naturaleza, y particularmente, están muy expuestos a padecer situaciones que opacan su existencia. La Encuesta Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE) de 2015, expuso que el maltrato psicológico es el tipo de agresión más frecuente, especialmente en los estratos 1 y 2, sin que esto signifique que en las clases media y alta no suceda. Los grupos etarios más vulnerables están las personas entre los 75 a 79 años, siendo las mujeres las más afectadas. 

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Además de soportar estas situaciones, también son vulnerables a los trastornos mentales, por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud calcula que en el mundo hay unos 47,5 millones de personas que padecen demencia y se pronostica que el número aumentará a 75,6 millones en 2030 y a 135,5 millones en 2050. Al hablar de depresión, está perturba a un 7% de la población de ancianos en general con una alta probabilidad de que no se les brinde una atención y un tratamiento oportuno. 

Algún día, y cada vez más cerca, seremos viejos. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala que para el 2050 se duplicará el número de personas mayores de 60 años a nivel mundial y en la región de las Américas. En 2025, representará el 18,6% de la población total de la región. La entidad advierte que América Latina y el Caribe es el segundo territorio de más rápido crecimiento en términos del número de gente en esta edad, detrás de África.

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Cuidar a nuestros adultos mayores debe ser una prioridad. Tratar y reconocer las enfermedades mentales en esta población es importante, teniendo en cuenta que no solo pueden llegar a afectarlos en los aspectos sicológicos, sino también agravar otros problemas de salud de base. Expertos puntualizan que hay señales que pueden advertir la existencia de un trastorno en esa área, por ejemplo, cambios en el estado de ánimo y hábitos alimenticios o sueño, aislarse de personas, sentirse confundido, olvidadizo, enojado o triste con mucha frecuencia, auto lastimarse, entre otras. Muchas veces estos síntomas son tomados como simples “achaques” de la vejez y se dejan pasar como si nada. Es por esto, que es clave la comprensión familiar y contar con una ruta de atención en la que se le dé prioridad a su salud mental. 

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Hay que tener claro que todo acto de maltrato en contra de los adultos mayores es condenable y debe ser denunciado ante las autoridades competentes como la Policía Nacional y las Comisarías de Familia. Agredirlos puede tener como consecuencia prisión de entre cuatro a ocho años y vale la pena recordar que el abandono también es considerado como delito.

Más allá de reiterar las medidas punitivas al respecto, es necesario que entendamos que nuestros viejos se respetan y no hay argumento alguno que justifique darles una mala vida. 

Es responsabilidad de todos brindarles bienestar en sus últimos años de vida, dedicarles tiempo, amor y comprensión. Tan solo piensen que todos estamos destinados a envejecer, no podemos escapar de tal designio y la pregunta es: ¿cómo le gustaría que nos trataran en esa etapa de la vida? Es necesario ponernos en sus zapatos. Es vital que, como sociedad, tengamos claro que el valor de su experiencia y la sabiduría adquirida con los años son un tesoro para la familia.

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