¡Es ahora, Presidente!

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El ataque al Presidente obliga a volver sobre los asuntos de seguridad. Un intento de magnicidio no es asunto menor ni aún en un país que conoce varios en su historia.


Por: Rafael Nieto

La coyuntura que encontró Uribe fue mucho más complicada y desafiante que la que ahora debe enfrentar Duque. Está en sus manos retomar las banderas, aprender las lecciones y aplicarlas. Sin autoridad, orden y seguridad no hay manera de proteger a los colombianos. ¡Es ahora, Presidente!

No es casual que el atentado se haya llevado a cabo cerca de Cúcuta. El Catatumbo es el enclave cocalero más grande del país. La cocaína proporciona recursos financieros sin límites a los grupos armados ilegales. A propósito, es muy preocupante el informe sobre narcocultivos de los EE. UU. que también se conoció el viernes y que muestra un crecimiento del 15.5% en el 2020 hasta llegar a las 245.000 hectáreas, la mayor de la historia. La estimación es abiertamente contradictoria con la del Simci de Naciones Unidas, que mostraba una disminución del 7%. Coinciden ambos informes, eso sí, en que ha aumentado la producción de cocaína.

Los grupos subversivos en Norte de Santander, además, tienen la ventaja adicional de la frontera. Por cierto, desde hace tiempo en Casa de Nariño sostienen que hay un ala chavista que quieren matar a Duque, así que no me extrañaría que en Palacio crean que en el atentado pudo haber participación venezolana. Convendría una condena inequívoca por parte de Maduro y su colaboración para esclarecerlo.

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Este atentado, como el del carro bomba, prueba el estado de debilidad de la inteligencia, el arma más exitosa hasta el 2013 y la más golpeada desde entonces. La inteligencia no es solo los ojos y oídos del Estado, sino también su cerebro. Es la que determina los objetivos militares y los blancos legítimos y los medios adecuados para neutralizarlos. Sin inteligencia solo se dan palos de ciego. Por eso mismo, por su importancia estratégica, vital, es que la inteligencia ha sido el blanco de los ataques sistemáticos de la izquierda desde el Congreso y desde los medios. Su reconstrucción y fortalecimiento no dan más espera.

Clave también es el mensaje que se dé desde Presidencia. Duque debe reconocer el deterioro del orden público y la seguridad. Lo prueban las cifras de producción de cocaína, el caos de los bloqueos y el vandalismo, y este atentado. Pero también la información de aumento rápido del secuestro, la vacuna, la extorsión, y el hurto violento.

Lo dije en twitter (@rafanietoloaiza) y repito ahora: la coyuntura que encontró Uribe fue mucho más complicada y desafiante que la que ahora debe enfrentar Duque. Está en sus manos retomar las banderas, aprender las lecciones y aplicarlas. Sin autoridad, orden y seguridad no hay manera de proteger a los colombianos. ¡Es ahora, Presidente!

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