En primer lugar, Colombia ha sido un país que ha normalizado que la violencia es el camino para conseguir sus objetivos y por eso siempre desde este medio de comunicación hemos condenado todas las formas de violencia y posterior negociación que el gobierno hace sin importar color del gobierno que haya sucedido.
Está comprobado que la jurisprudencia en Colombia ha dicho que Solamente quien accede a través de las vías violentas, destrucción de patrimonio público, propiedad privada, secuestro, extorsión, asesinato, amenazas son los que tienen la atención del gobierno, son a los que les prestan mesas de negociación y el gobierno termina siempre claudicando ante esos intereses.
Mientras que las personas civilizadas, las personas decentes, las personas que cumplen las normas y las leyes procuran manifestarse a través de los mecanismos dispuestos por la ley. Esos sí que son ignorados.
Con lo que acabamos de decir seguramente le estamos dando batería, somos conscientes de eso y le estamos dando la razón a quienes como muchas mujeres en el 8M salieron a decir, a defender sus actos vandálicos y terroristas que, si ellas no salen a hacer eso, el gobierno no les para bolas, no les da atención y ahí donde queremos hacer el corte.
El Gobierno, cualquiera que sea, cualquiera que sea su bandera, tiene que aferrarse a una política de estado que se establezca urgentemente y rápidamente en donde no se premie y no se disponga atención a las personas que usan las vías de hecho para reclamar sus intereses o sus derechos o sus demandas.
Eso hay que ponerle coto, eso hay que acabarlo, eso no puede seguir, y nosotros creemos profundamente que las mujeres que salen el 8 de marzo a estropear estaciones de transporte público, a vandalizar paredes, a quebrar vidrios, a atentar contra civiles, contra miembros de la fuerza pública, a crear terrorismo no representan ni siquiera a la mitad de las mujeres en Colombia.
Se trata de una minoría que se han tomado o se han autodenominado líderes y han ejercido unas vocerías en la mayoría de casos con una bandera política, muchas de ellas con serios problemas mentales que no representan al promedio y a la mayoría de la mujer colombiana, que es una mujer trabajadora que es una mujer que le da fe, esperanza, amor, que entrega bondad, que entrega liderazgo, que entrega templanza, cordura, orden y responsabilidad a la sociedad.
No es nunca esa mujer un agente de caos, un agente de destrozo, un agente de dolor, un agente terrorismo. Nos quedamos con la mayoría de las mujeres que jamás harían esto que algunas pocas hacen en su nombre.
Como conclusión, diríamos que nos solidarizamos profundamente con las con las mujeres que tienen que salir desde el domingo pasado a arreglar, a limpiar, a atender porque lo hacen mujeres y hombres, no son solamente mujeres como lo han intentado decir, los que tienen que atender los destrozos de estas vándalas que se comprometieron el pasado 8 de marzo con sus hechos delincuenciales.
Esperamos que la mayoría de las mujeres que son decentes, respetuosas de la ley sigan expresándose, sigan reclamando sus derechos, sigan creciendo, sigan avanzando, sigan progresando en el ámbito académico, profesional, personal, sigan siendo mujeres empoderadas, empoderadas con grandes virtudes, con un respaldo inmenso por todo lo bueno que traen a la sociedad.
Que sean esas mujeres las que piensan en construir, no destruir, que piensan en la vida y no en matar, las que tengan liderazgo, las que tengan voces, las que tengan las cámaras encima y las que, a través de actos de amor, de esperanza y de liderazgo tenerle transformaciones positivas en la sociedad.
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