Feria de vanidades

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Por: Wilmar Vera

Se inauguró la semana pasada la Feria del Libro en Madrid, España, con Colombia como país invitado. Y el oso fue monumental. Más grande que el que tiene la capital española en su escudo de armas.

En un gesto de infinita torpeza (normal en este desgobierno) el flamante embajador Luis Guillermo Plata sostuvo que algunos autores no fueron convocados porque sus obras no eran “neutrales” y no querían que el evento literario se viera empañado por la política. Craso error. La literatura también es política y un gobierno democrático y tolerante sonríe ante los autores que lanzan loas a sus dirigentes y respeta a los que son sus más denostados críticos.

Atacar al artista o exigirle una línea de producción creativa acorde al gusto del gobernante es una señal de tiranía, censura y persecución.

En los años 30, la Alemania nazi a través de sus oficinas de relaciones y propaganda realizaron una exposición itinerante que viajó por el mundo, llamada Arte degenerado (Entartete Kunst), que se expuso en Medellín en 1937. Allí, los asistentes veían todo aquello que para la política superior aria no calificaba como artístico, pues se separaba del ideal hitleriano que exaltaba la pureza caucásica, no expresaba los valores del Nuevo Hombre alemán, además de fueron realizadas por seres inferiores. Una buena reseña de esa ocasión la pueden observar en este vínculo: https://retazosdelavida.blogspot.com/2016/07/exposicion-nazi-en-medellin.html

Pero esa actividad no fue exclusividad de los nazis. En la Italia fascista, la España de Franco, la China comunista y la Urss de Stalin hasta Gorbachov, todos demostraron que cuando un tirano llegaba al poder sólo aceptaba el loor y cantos que llenaban su vacío ego.

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En América Latina existieron numerosos intelectuales perseguidos por sus pensamientos. Desde Mario Benedetti, que por ser de izquierda y defensor de la Revolución Cubana fue perseguido y exiliado por los militares, hasta Rodolfo Walsh, periodista argentino que fue perseguido por su posición política y su obra que mostraba la violación de los Derechos Humanos.

En la izquierda la situación no es diferente. Por eso los extremos se tocan, pues sean militares formados en EEUU, juiciosos egresados del Plan Cóndor, o barbudos revolucionarios que prometen libertad exhibiendo lustrosas cadenas, como fue Cuba o Nicaragua. Reinaldo Arenas es el mejor ejemplo. Perseguido no solo por ser homosexual sino por sus obras que eran críticas al paraíso socialista castrista que era un infierno para los que se atrevían a pensar diferente.

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Los extremos se parecen porque son el reflejo de lo mismo.

A 11 meses de acabarse el peor gobierno en la Historia de Colombia, en sus 200 años, parafraseando al revés a la vice-canciller, el inquilino de la Casa de Nari hizo realidad todo lo que amenazó con ocurrir si ganaba su contrincante: padecemos una inflación galopante, el desempleo está por las nubes, inversión extranjera está en fuga, una moneda que no vale nada, la violencia desatada en campos y ciudades por toda clase de organizaciones criminales (desde las narco disidencias, los neo paramilitares de camisa blanca, los viejos narcoparacos que nunca se fueron y las fuerzas armadas de verde o azul Marge Simpson), la persecución a la oposición con los entes de control que sirven de comité de aplausos para el gobernante del partido de la tercera y cuarta letra y ahora éste que se disfraza de policía, soldado, defensa civil y ahora de escritor de ficción con un manual de la exprimida Economía Naranja. Como la Barbie se viste de lo que sea, pero nunca de presidente y ahora le dio por decidir quién es escritor y quién no.

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Ni Maduro se atrevió a tanto. Tal vez Ortega, la versión 2.0 de Somoza o Fidel Castro, con sus comités de artistas e intelectuales que debían pensar como el gobierno para tener su bendición (al estilo Silvio Rodríguez) y crear propaganda en lugar de arte.

Tal parece que las obras llevadas a Madrid dejan ver a la Polombia que tiene Duque en su cabeza: un país dividido, descuadernado, en crisis, con la desesperanza a flor de piel y una sensación de frustración como pocas veces hemos padecido, porque estamos sentados en un polvorín encendido, no en la feria de vanidades donde vive el segundo mandatario. Vale la pena recordar las palabras del escritor -de verdad- Stefan Zweig que denunció el horror del nazismo galopante:

“Los soberbios creen que se puede coger el fuego sin quemarse y agarrar la espada sin cortarse, pero quien rompe la paz se queda sin ella, y quien siempre vientos en el mundo recoge tempestades en su alma”.

Y ojalá ese futuro huracán borre para siempre la herencia del pupilo y del maestro que hicieron impunemente, como Laureano Gómez, invivible la república.

@liberto1420

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