La época actual, conocida por muchos como la postpandemia, nos ha dejado profundas reflexiones sobre el crecimiento personal, la salud mental y el desarrollo de cada ser humano en todos los frentes: profesional, académico, amoroso, familiar y social. Veníamos de una maratón de aproximadamente diez años, en la cual, con el auge de las redes sociales, se nos mostraba una galería cuidadosamente curada de lo que debía ser la vida: una vida llena de éxitos, viajes, amores perfectos, cuerpos perfectos, empresarios exitosos y emprendedores brillantes, en definitiva, todo lo bueno que alguien se podía imaginar.
Personas que inspiraban y hacían que esa maratón se volviera cada vez más intensa, difícil y competitiva, porque buena parte de la sociedad estaba apuntando a llegar a esa misma galería que mostraban las redes sociales. Redes que siempre presentan lo bonito, lo perfecto, lo “bueno” de las personas, y nunca, ni por error, el fracaso, el dolor, las lágrimas, las quiebras, las frustraciones, los miedos y la incertidumbre, que fue quizás lo que muchísimas personas vivieron durante la pandemia. Todo lo contrario a lo que se veía en redes sociales.
Esa incapacidad de quedarse en silencio, mirarse al espejo y estar consigo mismo era demasiado insoportable. El ruido de ese silencio y todo ha cambiado desde esos momentos. El concepto de la educación, las aspiraciones de las personas y la forma en que muchos ven la vida se han venido replanteando de una u otra forma. Empezar a pensar, por lo menos, se constituye en un gran principio: dejar de actuar en automático, dejar de estar inconsciente todo el día como robots detrás de unos objetivos que redes sociales, algoritmos, robots, empresas y falsas mentes nos están mostrando.
Cuando David Escobar, el director de Comfama, una de las cajas de compensación más importantes de Colombia y la principal en Antioquia, en el discurso de graduación de la Universidad de EAFIT hace unos días, les decía a esos graduandos: «les deseo fracasos laborales porque les van a enseñar humildad. Cuando sientan el dolor y la frustración de un despido, de un mal jefe o de un proyecto fallido, recuerden que esa emoción es una respuesta biológica y evolutiva para obligarlos a aprender», la cara de esos graduandos no podía ser más sorpresiva o inentendible. Unas caras que decían: “Bueno, ¿por qué nos está deseando esto? ¿Quiere que fracasemos?”.
Recordemos que el ser humano le tiene mucho miedo al sufrimiento, lo cierto es que David Escobar da en el clavo diciéndole a estos graduandos donde impopular para algunos e incorrecto para otros, es no solamente una realidad, sino que muchos, que aún siguen aprendiendo, como todos lo haremos hasta el final de nuestros días, han tenido que pasar por amores dolorosos para poder encontrar, aunque sea efímeramente, un sentido en la vida que perseguir.
La vida no se vive a través de la perfección. La vida no se construye bajo escenarios controlados. Tener miedos, dolores e insatisfacciones forja el carácter, la virtud, la responsabilidad, la disciplina y, si se quiere, un alma o una mente estoica. A los jóvenes que hoy se gradúan, hay que desearles lo que David Escobar de una manera totalmente disruptiva les deseó. Empecemos de una vez por todas a entender el trasfondo sentido de la realidad que carga este discurso.
David Escobar hace un repaso magistral por lo que es la vida y, sobre todo, la vida ahora. La vida como nos la han vendido, como muchos la hemos visto desde pequeños. A pesar de estos tiempos de supuesta modernidad, nos siguen vendiendo rutinas diarias que aseguran el éxito, la felicidad, la alegría y hasta rituales para encontrar el sentido de la vida.
En un momento en que las personas tienen a la mano tecnología y la capacidad de obtener todo rápidamente gracias a los avances y desarrollos, las personas creen que la vida va a la misma velocidad y que todos somos como un teléfono con aplicaciones que simplemente dependen de una configuración para conseguir algo: el amor, el trabajo, la prosperidad, la salud, el cuerpo que queremos, la inteligencia que queremos.
Lo importante de lo que dice Escobar es que, ya sabemos que lo que no te fortalece, ya sabemos que la distancia entre dos puntos casi nunca es la línea recta. Hace una invitación muy clara: preocúpense cada uno por sí mismos, por crecer, por entender, por no intentar cambiar a otros. Quizás este es uno de los mensajes principales de su discurso. No vamos a irnos de este mundo sabiendo todo. La vida la vamos a terminar en borrador. Esto es absolutamente cierto.
Esas palabras que para algunos que se encuentren en la inconciencia pueden ser chocantes, esperamos que para cada vez más personas sean recibidas con generosidad, amor e inteligencia. Porque no es amor fingir, aparentar, decir mentiras piadosas o hacer creer que todo es perfecto cuando no lo es. David lo decía: “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Nada de esto se trata de vivir en una energía negativa, oscura, con pesimismo. Se trata de nunca perder la capacidad de asombro, entender que uno se cae para aprender a levantarse y que las mayores conversiones nunca llegan si no se ha tocado el fondo. Porque solo cuando la gente toca fondo es que realmente aprende a valorar, a aprender, a abrirse, a bajar la guardia, a mostrarse vulnerable y a caminar una vida auténtica.
La tecnología ha hecho la vida más fácil en muchos aspectos, pero también la ha distorsionado mucho. Aunque este discurso aplica a todo el mundo, en Colombia tiene un significado especial.
En Colombia, la mayoría de las personas son inconscientes de lo que hacen, de lo que tienen, de lo que son, porque están en piloto automático, dejándose llevar por las tendencias de redes sociales y supuestos influenciadores que ni siquiera saben cómo influenciar su propia vida.
Alabar a David Escobar de una manera elegante, necesitamos más de estos discursos y menos de los discursos tradicionales que siempre mencionan en graduación, congresos y asambleas. Decir que, en buena hora, Antioquia y Colombia tienen pensadores y líderes como David Escobar, que desde hace años vienen marcando una pauta con ciertas personas para introducir conciencia poco a poco en la sociedad, es algo seguro.
Este camino no garantiza nada, pero sí garantiza un despertar, otro modelo de vida, otra forma de ver el mundo, otra forma de interactuar con las personas. Algo que sí podemos asegurar es que en el alma y la mente habrá más tranquilidad, en contraste con lo superficial, superfluo, efímero y material.
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