¡Fuerza, Miguel!

Su recuperación es, sin duda, una necesidad urgente. Primero, para él mismo; luego, para su familia, sus seres queridos y amigos. Y, en un tercer plano, también lo es para el país, para su democracia y para la estabilidad institucional que hoy, más que nunca, necesita referentes firmes y coherentes.

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Este editorial es un llamado a rodear y desear la pronta y total recuperación de Miguel Uribe Turbay. Lo escribimos con la firme intención de resaltar la valentía de quienes, como él, hacen parte de una nueva generación de colombianos que ha decidido dar el paso hacia la política, un terreno que en Colombia ha sido, históricamente, uno de los más cruentos, injustos y dolorosos.

La política en Colombia ha estado marcada por ciclos de violencia, corrupción, egoísmo y por la incapacidad de muchos líderes para actuar con ejemplo y coherencia. Y, sin embargo, la vocación de servicio sobrevive. Por eso, destacamos que vidas como la de Miguel deben protegerse. Así como deben protegerse todas aquellas que, desde las nuevas generaciones, asumen el desafío de entrar en la vida pública para transformar realidades.

Este país —y lo decimos con respeto— necesita urgentemente nuevas caras. Ha sido así desde hace décadas. No se puede seguir impidiendo que nuevas voces accedan al Congreso, a las alcaldías o a las gobernaciones. No se trata de atacar a quienes orientan ideologías desde un retiro parcial, sino de señalar a quienes bloquean la participación renovada. En ese sentido, es justo reconocer que el expresidente Álvaro Uribe ha apostado por nuevos liderazgos, como el de Miguel Uribe, quien es sin duda una de las figuras con mayor proyección dentro del Centro Democrático.

Colombia no puede, bajo ninguna circunstancia, regresar a las épocas en que se contaban muertos como si fueran estadísticas, cuando el pensamiento distinto era silenciado a sangre y fuego. Ese pasado dejó cicatrices imborrables y tragedias que no deben repetirse jamás.

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Hoy más que nunca, el país debe unirse —cada quien desde su fe o su energía— para desear la recuperación de Miguel Uribe. Es momento de deponer el odio y las diferencias ideológicas. Colombia perdería enormemente si figuras como Miguel desaparecen del escenario democrático. Porque la democracia se basa en eso: en la diferencia, en el disenso, en el debate respetuoso. Solo así se construyen las mejores políticas públicas, los proyectos que realmente impactan positivamente a quienes más lo necesitan.

Eliminar al contradictor jamás debe ser una opción. Nunca. Bajo ninguna circunstancia.

Por eso, desde este medio, rechazamos con firmeza —con toda la contundencia ética y moral— la insensatez y la vileza de quienes ponen en duda la gravedad del atentado, quienes banalizan el dolor de una familia, quienes desde cuentas anónimas o incluso desde cargos públicos se dedican a esparcir odio, dividir y sembrar desesperanza. Lo hacen porque viven del conflicto, porque solo así justifican su existencia política o social. Lo hacen con el alma podrida. Y lo más grave: algunos son pagados con recursos públicos.

Colombia necesita a Miguel. Su familia lo necesita. Y él se necesita a sí mismo. Su prioridad debe ser sanar, física y emocionalmente. Y el país debe respetar ese proceso.

Si este atentado no nos deja una reflexión profunda como sociedad, seguiremos condenados al fracaso. Porque quienes perpetúan estos crímenes lo hacen sabiendo que probablemente quedarán impunes. Porque confían en la fragilidad de nuestra memoria colectiva, en una indignación que solo dura uno o dos días, antes de que otro escándalo, partido o viralidad digital desvíe la atención.

Hemos normalizado el terrorismo, la ilegalidad y la muerte como parte de la cotidianidad. Y eso es lo más alarmante.

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Por eso, deseamos que Miguel Uribe pueda salir pronto por sus propios medios de la Fundación Santa Fe. Que lo haga con la mirada en alto, con su voz firme, con su corazón valiente y con la esperanza intacta. Porque es una figura profundamente necesaria para Colombia.

Y porque, aunque Colombia no es un país monoteísmo, aunque muchos la quisiera implantar, Miguel sí representa a millones de colombianos que quieren volver a verlo otra vez.

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