Ganó Petro: «Sin duda, la Internet llegó a democratizar la creación y difusión informativa, generando portales, medios y productos que llegan con nuevos discursos a una población que busca reafirmar sus creencias leyendo notas que coinciden con sus planteamientos…»
Por: Wilmar Vera Z.
Ganó Petro. Y Francia. Un país se alegra como si hubiera ganado la Copa Mundo y otro se asusta con sus propios fantasmas y los que le han construido los agoreros del desastre. Hablemos de los medios de comunicación y su responsabilidad social, como los agoreros de ese desastre.
¿Tienen responsabilidad social? Sería lo ideal pero esta campaña, la más estresante, la más desgastadora, la más sucia, la más caníbal, empezó cuando Juan Carlos Vélez Uribe declaró con pasmosa inocencia que el No había ganado en 2016 con mentiras y los medios se unieron a ese discurso.
“Ganamos sacando a votar emberracados”, dijo alegremente sin dimensionar su enorme metida de pata. Emberracados seguimos y sólo el pasado domingo empezamos a nivelar las cargas, en un camino que será largo y difícil, pero un gobierno progresista puede ayudar a la reconstrucción de una sociedad tras el tiempo perdido tras los cuatro años del inepto Iván Duque, el peor presidente de nuestra historia.
Es tradicional que los medios tengan sus intereses. Antes eran partidistas y había propuestas ideológicas que marcaban las diferencias entre liberales y conservadores. La separación Iglesia-Estado, la educación laica y general, el papel de la mujer en la sociedad, la presencia o no del Estado en el mercado y hasta sobre quien recae la soberanía (si Dios o el pueblo), eran líneas poderosas en los partidos de antes y sus medios masivos de comunicación lo evidenciaban. Con la llegada de la posmodernidad, el mercado retomó el papel de los políticos y los medios se convirtieron en máquinas de información.
En el caso colombiano reciente, en máquinas de propaganda.
Todas las grandes marcas informativas pertenecen a un conglomerado económico, sea nacional o regional. Eso no es malo. Lo complicado es que las voces disonantes son apabulladas por los grandes capitales y el único discurso que predominaba era el hegemónico, el tradicional. Además de que es la versión de la realidad la que pregonan, empobreciendo la capacidad de discusión porque las voces son monofónicas y monolíticas ideológicas.
Eso cambió gracias a la presencia de influenciadores o líderes de opinión en redes como Youtube, Instagram y hasta Tik Tok, que demuestran que los colombianos le perdimos el miedo a conocer lo que pasa más allá de los “Julitos”, “Vickys” o el diario leer de los nacidos en Antioquia, por citar algunos pétreos ejemplos.
Ya no tragan entero (la prensa goda o liberal azuzaba a sus lectores y oyentes de que el trapo contrario era el malo del paseo) a esos dómines de la información, por eso algunos los llaman “bodegueros”, término moderno de los áulicos que replican los mensajes del jefe en redes, con cuentas falsas y masivas, como bien se demostró del exalcalde Federico Gutiérrez, llamado Fico, que representó cerca de $130 mil millones presupuesto de la ciudad en propaganda negra entre 2016 y 2017.
Esos influenciadores lideran de forma amplia el discurso que no tiene cabida en los medios tradicionales, muchas veces sin la capacidad de atraer a los jóvenes y a los colombianos cansados de los canales de TV tradicionales, la prensa escrita y varios portales digitales.
Del mismo autor: Crítica a los profesionales de la (des) información
Sin duda, la Internet llegó a democratizar la creación y difusión informativa, generando portales, medios y productos que llegan con nuevos discursos a una población que busca reafirmar sus creencias leyendo notas que coinciden con sus planteamientos.
Si algo nos dejó estas elecciones es que los medios (todos, por desgracia) se volvieron copartícipes de la contienda, olvidando su tarea de informar, no catequizar. Periodistas que a un candidato le hacían preguntas benevolentes o suaves, mientras que al otro –literalmente- no lo dejaban responder apabullados por sus preconceptos.
Petro no la tiene fácil. Ni será el mesías anunciado por las escrituras pero esperamos que haga lo mejor. Al menos tendremos a un político de calidad y quilates, superando la idea de que llegar a la Casa de Nariño era para cualquier aparecido o monigote, como vimos entre candidatos y el actual inquilino del palacio de los presidentes.
Ante ese panorama, la prensa debe auto analizar su trabajo y si es seria intentar ser más profesional y menos proselitista. Se lo debemos a la audiencia, porque con su militancia perdieron la credibilidad (base del periodismo) y poco ayudan a la construcción de tejido social donde abunde la tolerancia y el respeto al otro.
El rostro de los principales locutores de revistas, emisoras y canales con el anuncio de Gustavo Petro como presidente el domingo es la muestra gráfica de esa subjetividad. Y como dijo Juan Gossaín cuando trabajaba en RCN: “La empresa me paga el salario, pero mis jefes, a los que me debo como periodista, son las personas a las que les hablo, a la audiencia”.