Por: Miguel Gómez Martínez
El concepto central de la economía es la escasez. Como los recursos son limitados tenemos que escoger entre diferentes opciones que deben ser posibles. Cada vez que tomamos una decisión, asumimos un costo de oportunidad que es aquello que no podemos hacer por haber decidido realizar algo diferente.
El costo de oportunidad es un concepto poderoso y de gran significado. Razonar en términos de costo de oportunidad permite desnudar al populista. El que no entiende de economía cree que todo es posible y no duda en promulgarlo. Ofrece educación y salud gratuitas. Quiere que los servicios públicos sean subsidiados y que todo sea garantizado por un tercero. Cuando se le pregunta de dónde saldrán los recursos responde: “de los ricos”.
La idea de que los recursos son ilimitados y que, por lo tanto, pueden ser asignados sin tener que sacrificar algo a cambio, es la esencia de la actitud irresponsable de quienes utilizan este tipo de discurso para obtener adeptos. Los sindicalistas no entienden el concepto de costo de oportunidad. Para ellos las peticiones de sus pliegos son todas posibles, así traigan como consecuencia la inviabilidad de la empresa.
Los jueces en Colombia fallan por fuera de la racionalidad económica, reconociendo obligaciones para el Estado que son imposibles de cumplir por las restricciones presupuestales. Recientemente, los indígenas paralizaron una carretera estratégica nacional por cerca de un mes sin importar los costos que ello implicaba para miles de ciudadanos y para la economía regional.
Los estudiantes y maestros tampoco entienden de costos de oportunidad. Para ellos sus exigencias son las únicas válidas con el argumento simplista de que todos los problemas nacionales, sin importar su naturaleza, se resuelven con más educación gratuita. Todo debe ser subordinado a ellos porque representan “el futuro del país”.
En general, el que no conoce o no entiende la noción de costo de oportunidad, considera que lo que no tienen se lo debe garantizar el Estado sin importar las consecuencias o los costos.
La imagen de la cobija, que si tapa la parte superior del cuerpo descubre los miembros inferiores, refleja el problema de la escasez de recursos que obliga a tomar decisiones dentro de los límites de lo disponible. Si queremos educación gratuita no podemos tener salud gratis. Si deseamos más seguridad tenemos que sacrificar recursos para programas de vivienda. Si preferimos invertir en la infancia no tendremos recursos para la tercera edad. “Gobernar es decidir”, afirmaba el exprimer ministro francés Pierre Mendès-France. El gobierno debe decidir qué políticas recibirán los recursos de forma prioritaria. Nunca se pueden atender todas las solicitudes, y esta es la función más dura de la política cuando se está en el ejercicio del gobierno. Hay que tener el carácter para decir No, algo que riñe con la popularidad y que granjea enemigos. Pero las realidades presupuestales son objetivas y el papel del estadista es proteger los recursos para las prioridades fijadas.
Los ciudadanos deberían desconfiar de los que prometen el cielo y la tierra como si fuera posible. Razonar en términos de costo de oportunidad es la forma seria de asumir los asuntos de Estado. No todo es posible, y hay restricciones que no pueden ser ignoradas. No hacerlo es propio de los populismos.