Hace cuarenta años…

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Los jóvenes y las próximas generaciones no se merecen este triste legado. 


Por: Cecilia López

Hace 40 años un grupo de jóvenes costeños nos reunimos en Santa Marta para pensar sobre la Costa Atlántica, que aún no se denominaba Región Caribe. Doña Paulina de Castro Monsalvo inauguró el evento, muchas mujeres participaron en su organización, pero la gran mayoría de los ponentes fueron hombres. Llegamos no solo con el entusiasmo propio de la juventud sino con la convicción de que se le daría un impulso a cerrar la eterna brecha entre esta parte del país y el promedio nacional.

Gracias a la idea de Adolfo Meisel de celebrar esa fecha con una reunión de 4 de los que fuimos ponentes, tuvimos la oportunidad no solo de ver viejos colegas, no por la edad sino por el largo tiempo sin reencontrarnos, sino además de evaluar cómo vamos. Adolfo señalaba que por lo menos la brecha entre esta parte del país y el promedio nacional en estos cuarenta años no se ha agrandado, pero la otra cara es que no hemos sido capaces de cerrarla. Y antes de que se le atribuya a la pandemia lo que estamos viviendo, es hora de empezar a identificar esas grandes limitaciones. La verdad es que seguimos compartiendo con el Pacífico colombiano los peores indicadores sociales del país.

Solamente para empezar la discusión impostergable, dos elementos deberían ser relevantes. Primero, que los cuatro que participamos repetimos los mismos problemas que lejos de resolverse continúan y por ser mi tema me refiero al rezago social. En esa ocasión, además de mostrar ese doloroso panorama de rezago en educación, que se mantiene: mala salud que ha mejorado pero subsidiada; baja tasa de participación y una informalidad laboral mayor que el promedio nacional, ya se identificaban los NiNis. Categoría que no solo persiste, sino que crece, dejando una juventud sin futuro antes de la pandemia. Pero la gran conclusión es que si repetimos los problemas obviamente es porque no se han resuelto. ¿Es esto normal?

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Segundo, un cambio positivo que sin embargo refleja un serio problema. Como también mencionó Meisel se ha desarrollado una gran capacidad analítica en esta región. Existe suficiente análisis en numerosos estudios sobre todos los temas pendientes: el desarrollo de una estructura productiva moderna por no llamarla capitalista; una capacidad exportadora que debería ser evidente por nuestra posición geográfica, mayor respuesta de esta sociedad de la única región natural del país. Y además lo insostenible que es la recurrente evidencia del rezago social no solo en las áreas rurales que se detuvieron en el tiempo, sino dentro de esta misma región y aun al interior de sus departamentos.

¿Por qué ese conocimiento no se ha traducido en acciones? ¿Por qué seguimos planteando los mismos retos inmensos que tiene la Región Caribe? Los mismos o muy similares a los de hace 40 años. ¿O será que el desarrollo acelerado, incluyente y sostenible de esta región tendrá que esperar otros 40 años? Los jóvenes y las próximas generaciones no se merecen este triste legado.  Esa es la reflexión inevitable.

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