Recuerdo la primera vez que estrechamos la mano. Fue en el marco del noveno Congreso Nacional de Minería en Cartagena. Una sonrisa y la amabilidad que te caracterizaron hasta el último día fueron tu carta de presentación. Tres tiros, dos en la cabeza y uno en la pierna, silenciaron para siempre la voz de una persona que lo único que buscaba era continuar el legado de su familia y convertirse en un gran presidente.
Hoy Colombia se despierta devastada ante la noticia de la muerte de Miguel Uribe. A la 1:56 de la mañana de este 11 de agosto, se apagaron los sueños de un país diferente, más seguro, con mejores oportunidades y, sobre todo, uno donde todos pudieran soñar y crecer en armonía.
Hablamos en varias oportunidades, pero jamás olvidaré aquella conversación en Santa Marta, la última. Escucharla una y otra vez me causa dolor, pero también gratitud, porque nunca me viste como “el periodista del medio pequeño” o como alguien que debía acercarse con nerviosismo. Siempre tu sonrisa y esa palmadita en la espalda fueron un aliento para conversar sobre cómo soñabas a Colombia.
Una Colombia para todos, con oportunidades, trabajo y espacio para que los empresarios de los diferentes sectores del país pudieran crecer. Soñabas con convertir a Colombia en un estandarte de Latinoamérica, un lugar donde los miles de sueños de los colombianos pudieran cumplirse en un país construido por todos, sin importar las diferencias.
Hoy se marcha un legado, un sueño y una esperanza por una Colombia libre y soñadora. Queda grabada en los miles de corazones de quienes tuvimos la oportunidad de conocerte. Miguel Uribe no solo fue un senador; se despide de este mundo un padre, esposo, hermano, hijo y amigo que fue silenciado por el acto de pensar distinto.
Como colombianos, debemos reflexionar sobre el rumbo y el camino que queremos tomar. Es momento de dejar de dividirnos entre corrientes políticas, religiosas y futboleras que, a la postre, nos terminan alejando de los seres que más queremos y soñamos con tener cerca.
Colombia debe retomar el rumbo de la confianza, la esperanza y la empatía hacia quien piensa igual o distinto a nosotros. La guerra nunca puede ser el método confiable ni la solución para debatir los pensamientos de quienes piensan diferente.
Miguel deja hoy a su pequeño hijo, un episodio dolorosamente similar al que él vivió cuando su madre, la periodista Diana Turbay, fue asesinada por el temido Pablo Escobar.
Alejandro, seguramente, crecerá preguntándose: “¿Por qué le dispararon a mi papá?” Solo podrá atesorar los recuerdos que sus cortos años de vida le permitieron disfrutar de Miguel, un hombre que siempre lo dio todo por él.
Para Alejandro, hoy se va su superhéroe; para María Claudia, el amor de su vida; y para muchos colombianos, el presidente que esperaban ver en la Casa de Nariño el próximo 7 de agosto de 2026.
Hasta pronto, Miguel. Guerrero incansable y soñador empedernido, hoy se apaga la llama de la vida en ti, pero jamás el legado invaluable que dejaste para las nuevas generaciones. Tu muerte nos llama a todos a buscar caminos distintos a la guerra y a los conflictos por intereses particulares. Descansa en paz, Miguel.
Lea también: En video: El momento en que Miguel Uribe sale de la Fundación Santa Fe