En Colombia, pocas industrias despiertan tantas pasiones encontradas como la construcción. Para algunos, es el verdadero motor del progreso: un sector capaz de impulsar la economía, generar empleo masivo y ofrecer soluciones a una de las mayores necesidades del país, la vivienda. Para otros, en cambio, la construcción es sinónimo de desigualdad, urbanización desordenada y presión constante sobre los ecosistemas. ¿Son entonces los constructores héroes o villanos?
Este artículo busca responder a esa pregunta explorando ambas caras de la moneda. Voces expertas y protagonistas del sector hablan de la relevancia de la construcción y del análisis de las tendencias que hoy marcan la agenda nacional: la vivienda social, la transformación urbana, la sostenibilidad ambiental, la innovación tecnológica y el impacto económico.
La relevancia de este debate es innegable. Según los Indicadores Económicos Alrededor de la Construcción, publicados por el DANE en junio de 2025, en el primer trimestre de ese año (enero – marzo) el PIB a precios constantes aumentó 2,7 % frente al mismo periodo de 2024. Sin embargo, al revisar el valor agregado por ramas de actividad, la construcción presentó una caída del 3,5 % en su variación anual, explicada principalmente por la disminución del valor agregado de las edificaciones (-7,0 %).
El mismo estudio señala que, en abril de 2025, el número de ocupados en el total nacional fue de 23,5 millones de personas. La construcción participó con el 6,6 % de esa cifra. Mientras la población ocupada total creció 3,1 % frente a abril de 2024, los ocupados en la construcción cayeron 2,2 % en el mismo periodo. En total, 1,5 millones de personas trabajaban en el sector; de ellas, el 47 % estaba concentrado en 13 ciudades y áreas metropolitanas (728 mil personas), donde la ocupación se redujo en 67 mil puestos, es decir, un 8,4 % menos que un año atrás.
Pese a estas cifras, la construcción sigue siendo un sector contracíclico: cuando la economía entra en crisis, suele ser uno de los caminos más rápidos para la recuperación. Además, su impacto no puede medirse solo en números. Cada edificio, cada vivienda de interés social, cada puente o corredor vial transforma la vida de las personas, moldea el rostro de las ciudades y deja una huella que trasciende lo económico.
En este especial periodístico proponemos recorrer el dilema de si los constructores son héroes o villanos, con una mirada crítica, pero también justa.
La construcción como motor económico y social
En Colombia, pocas industrias logran tener un impacto tan transversal como la construcción. No se trata únicamente de levantar viviendas, centros comerciales o carreteras; es, en palabras de varios empresarios y expertos, el corazón de la economía nacional.
“El sector constructor es un dinamizador natural de la economía. Cuando se mueve la construcción, se mueven el comercio, la industria y el empleo. Es uno de los grandes engranajes del desarrollo”, aseguró Pablo Echeverri, presidente de Constructora Capital, en su columna de opinión escrita para Revista 360. Su visión resume el sentir de muchos empresarios que ven en este campo no solo un negocio, sino un aporte al progreso de miles de familias que encuentran en la vivienda propia un sueño cumplido y, en la infraestructura, la llave para mejores oportunidades.

Este peso estratégico se hace más visible en tiempos de turbulencia. Durante 2023 y 2024, la inflación, el encarecimiento del crédito y la incertidumbre macroeconómica golpearon con fuerza a los hogares y ralentizaron los lanzamientos de nuevos proyectos. Aun así, el sector no se detuvo. Según cifras de Camacol, a mediados de 2024 había más de 200.000 viviendas en proceso de construcción en el país, lo que muestra su capacidad de resistencia. Incluso en crisis, la construcción sigue siendo un refugio para la economía.
Pero más allá de la estadística fría, el sector cumple una función social de primer orden. En ciudades como Bogotá, Medellín y Cali, cada proyecto de vivienda social significa no solo techo y paredes, sino la oportunidad de que una familia dé un salto en su calidad de vida. “Cuando entregamos una vivienda, lo que vemos no es solo un negocio cerrado, sino una familia que empieza a construir su historia en un nuevo hogar. Ese impacto no tiene precio”, afirmó el ingeniero Edwin Chiriví, gerente de Camacol Bogotá y Cundinamarca.

No obstante, esta relevancia también trae consigo responsabilidades y cuestionamientos. Los constructores son vistos, al mismo tiempo, como los héroes que ponen a circular la economía y como actores que deben responder por problemas urbanos y ambientales que el crecimiento acelerado ha dejado en las ciudades. De ahí surge el debate que atraviesa este reportaje: ¿héroes o villanos? ¿Dinamizadores o responsables de profundizar desigualdades y deterioro ambiental?
Tecnología y sostenibilidad: el giro inevitable de la construcción
Hablar hoy del sector constructor es hacerlo desde una doble perspectiva: la urgencia de atender las necesidades de vivienda y desarrollo urbano en Colombia, y el deber de hacerlo de manera sostenible, eficiente y tecnológica. El cemento, los ladrillos y el acero ya no son suficientes; a la ecuación se suman la innovación digital, la eficiencia energética y la conciencia ambiental como motores de transformación.
Para Edwin Chiriví, esta transición es más que una tendencia: es una necesidad. La sostenibilidad, asegura, ha dejado de ser un discurso accesorio para convertirse en un criterio estructural en la planeación y ejecución de proyectos. “Hoy tenemos un comprador más informado, más exigente y consciente. La vivienda ya no se mide solo en metros cuadrados, sino en bienestar, en cómo responde a las dinámicas de movilidad, de eficiencia en el consumo de agua y energía, y de interacción con el entorno urbano”, explica.
Esa visión también se refleja en el frente empresarial. Pablo Echeverri, presidente de Constructora Capital, lo expresa con claridad en su análisis: el sector constructor no puede rezagarse frente a la digitalización y a las nuevas expectativas de las familias. Según él, la integración de procesos tecnológicos —desde el diseño digital con herramientas BIM (Building Information Modeling) hasta la gestión de datos para optimizar tiempos y costos— ha permitido mayor precisión, menos desperdicio de materiales y mejores resultados en términos de sostenibilidad.
Para Echeverri, la innovación no es un lujo, sino un requisito para mantener la competitividad en un contexto de mayores exigencias regulatorias y sociales.
En este mismo camino, la mirada de la sostenibilidad cobra un alcance más amplio cuando se analiza desde la política y la investigación. Angélica Ospina, directora ejecutiva del Consejo Colombiano de Construcción Sostenible, señala que Colombia ha dado pasos importantes en la incorporación de estándares internacionales de construcción verde.
La experta destaca el papel de certificaciones como LEED, EDGE o CASA Colombia, que cada vez ganan más terreno en los nuevos desarrollos urbanos. “Estamos viendo cómo la construcción sostenible pasa de ser un nicho a convertirse en la norma. Hoy, los proyectos que no incorporan criterios de sostenibilidad quedan rezagados, tanto en el mercado como en la valoración de sus inversionistas y compradores”, afirma Ospina.
El impacto de estas transformaciones es doble. Por un lado, el sector aporta a la lucha contra el cambio climático, considerando que la construcción y operación de edificaciones representa cerca del 40 % de las emisiones globales de CO₂, de acuerdo con cifras internacionales que el CCCS ha traído al debate nacional. Por otro, genera confianza en un comprador que entiende la vivienda como una inversión de largo plazo, donde eficiencia y sostenibilidad equivalen a ahorro en servicios públicos y calidad de vida.
La digitalización también entra a jugar un papel central. Según Camacol, la adopción de herramientas como el modelado digital BIM y la construcción industrializada ya está generando beneficios en reducción de tiempos de obra de hasta un 30 %, mientras que las prácticas de economía circular en el manejo de residuos de construcción y demolición empiezan a consolidarse como un estándar en las principales ciudades del país. Esto demuestra que la sostenibilidad no es solo ambiental, también económica: menos desperdicio implica menos costos y más competitividad.
Así, mientras Echeverri resalta la urgencia de innovar, Chiriví subraya el cambio en las expectativas de los compradores y Ospina recuerda el peso de las certificaciones y la agenda internacional, el sector constructor colombiano parece girar hacia un camino en el que la sostenibilidad y la tecnología no son villanos ni héroes aislados, sino piezas clave de un tablero donde se juega el futuro urbano del país.
Voces que dividen: entre retos y percepciones de “villanos”
En toda industria que mueve miles de empleos y transforma territorios, surgen también tensiones. El sector constructor, pese a su papel como motor económico y como pionero en prácticas sostenibles, no escapa a miradas críticas. Chiriví reconoce que en algunos espacios sociales se ha intentado presentar a la construcción como “el villano de la historia”, especialmente cuando se discuten temas de ocupación del suelo, densificación urbana o impactos ambientales.
Esta narrativa, explica, desconoce la magnitud de los aportes del sector: más de un millón de empleos directos e indirectos en el país, la generación de vivienda que responde a un déficit histórico y, en los últimos años, una apuesta decidida por tecnologías limpias y sostenibles. “La construcción no puede seguir siendo vista como un enemigo del territorio. Somos parte de la solución, no del problema”, sostiene Chiriví.
La división de percepciones radica, en parte, en que la construcción está en la intersección de intereses muy distintos: el ciudadano que exige vivienda digna y asequible, las comunidades que reclaman protección ambiental, los gobiernos locales que buscan densificar para evitar expansión desordenada y los empresarios que deben mantener la rentabilidad en un mercado de ciclos económicos cambiantes.
En esa intersección, el sector enfrenta el desafío de comunicar mejor lo que ya está haciendo. Proyectos certificados con estándares internacionales, reducción en consumos de agua y energía, estrategias de economía circular que reincorporan materiales y procesos más transparentes de planeación urbana son algunas de las iniciativas que hoy no siempre llegan al ciudadano común.
El riesgo de que persista la etiqueta de “villano” está en que se desconozca el esfuerzo del sector por reinventarse. Chiriví insiste en que las constructoras han entendido que la sostenibilidad no es una opción, sino la única ruta posible: “Hoy estamos demostrando que se puede construir con responsabilidad, con innovación y con calidad, generando bienestar sin sacrificar el medioambiente”.
En últimas, esta tensión entre percepciones negativas y avances reales configura un punto de inflexión: el sector constructor tiene ante sí la oportunidad de pasar de la defensa a la pedagogía. La narrativa de héroes y villanos puede transformarse si la ciudadanía percibe con mayor claridad que la construcción es un aliado en la consolidación de ciudades más humanas, sostenibles y habitables.
¿Qué viene para el sector?
El sector constructor en Colombia ha demostrado ser mucho más que ladrillos, cemento y vigas. Ha sido el sostén de millones de familias que encuentran en la vivienda su primera oportunidad de estabilidad, el motor de la economía cuando otros sectores se contraen y, en los últimos años, un actor clave en la transición hacia un país más sostenible y competitivo.
Pero un héroe no siempre es reconocido a tiempo. La construcción, que genera empleo, dinamiza industrias conexas y aporta soluciones tangibles al déficit habitacional, sigue cargando con estigmas y con la falta de respaldo suficiente de políticas públicas estables y coherentes. En medio de los ciclos de la economía y las tensiones sociales, ha tenido que reinventarse, innovar y demostrar que puede crecer sin depredar, construir sin destruir y transformar sin olvidar el entorno.
Hoy, el gran reto es que ese esfuerzo no se quede en silencio. El sector constructor necesita más apoyo: reglas de juego claras, programas que incentiven la vivienda social, acceso a financiamiento, reconocimiento a sus prácticas sostenibles y, sobre todo, confianza por parte de la ciudadanía y del Estado. Respaldar a la construcción no es un favor a los empresarios, es una inversión en el bienestar colectivo de Colombia.
Cada día que una familia recibe las llaves de su casa, cada proyecto que optimiza recursos y reduce su huella, cada empleo generado en obra o en la cadena productiva es una prueba de que la construcción sigue siendo un héroe silencioso. Un héroe que, lejos de ser villano, ha asumido la responsabilidad de crecer y hacer crecer al país.
Si Colombia quiere avanzar en equidad, sostenibilidad y competitividad, necesita a su sector constructor fuerte, resiliente y respaldado. Porque en cada ladrillo bien puesto hay un pedazo de futuro, y en cada obra culminada se edifica también la esperanza de un país que quiere vivir mejor.