¿Iván Duque es el escogido de quién?

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Por: Eduardo Mackenzie


¿Quién decidió que Iván Duque es el candidato presidencial del Centro Democrático? Carlos Holmes Trujillo, Rafael Nieto, Paloma Valencia y María del Rosario Guerra fueron derrotados, parece, por Iván Duque. ¿En franca lid? ¿De manera transparente? Tras leer el comunicado de ayer del CD anunciando que Iván Duque es el “candidato único presidencial del Centro Democrático” y que tal decisión emana de “la tercera medición de encuestas contratadas”, se imponen como obvias esas preguntas. Pues esa elección, central no sólo para la corriente uribista sino para el país en general, no fue tomada por la dirección del Centro Democrático, ni por la base de ese partido, ni por un congreso de ese partido, ni por otra instancia donde tanto la base como la dirección hubiesen podido llegar a un acuerdo sobre esa designación.

Iván Duque fue escogido, en realidad, por un tercero, por una entidad ajena, por un ovni, por una oficina privada que hace encuestas de opinión, de concierto con una “firma auditora”. Ese equipo burocrático pagado no es coherente con la vida interna del CD, ni comulga con sus orientaciones, luchas y objetivos políticos. Todo lo contrario: el dispositivo encuestador contratado es dominado, según la prensa, por los intereses de dos adversarios resueltos del uribismo, el diario El Tiempo y el grupo del periodista Yamid Amad.

Ese método de escogencia del candidato es, pues, absolutamente insólito. Y es muy poco político. ¿Quién fue consultado en realidad? Las oficinas pretenden haber “consultado” a la opinión pública en general y haber llegado a un resultado “definitivo”. Pero nadie sabe cómo la o las encuestadoras y el “auditor” llegaron a eso. No sabemos si la consulta priorizó ciertos universos de opinión alejados o adversos al CD. O si hizo lo contrario. Todo es anómalo y obscuro en este asunto. Las encuestadoras habían prometido que consultarían en un 80% a la opinión en general y en un 20% a la militancia del CD. ¿Era eso razonable? ¿Cómo podían hacer tal diferenciación? ¿El CD le dio a esa gente la lista de sus adherentes? Sobre todo, ¿por qué marginar a tal punto a las bases del CD en esa misteriosa “medición”? ¿Cuál es el respaldo material, probado, de ese cómputo?

Puedo estar equivocado pero no conozco otro partido, en el mundo, que haya entregado a una oficina de encuestas y a una “firma auditora” la difícil labor de escoger su propio candidato presidencial. Y que, de entrada, haya aceptado poner en tan mala posición a sus bases en el tal sondeo. ¿Por qué escogieron ese modelo que nadie utiliza? ¿De dónde vino semejante idea estrafalaria? ¿Quién escogió a esas encuestadoras?

Otras preguntan deben ser puestas sobre el tapete. ¿La respuesta a un sondeo de opinión tiene el mismo valor de un voto? Si ello es así ¿para qué sirven las elecciones en general (presidenciales, legislativas, regionales, sindicales)? ¿Si se es consecuente con ese absurdo, no sería mejor abandonar la democracia y el sufragio universal y contratar a una oficina, o a un panel de encuestadoras, para que decidan quién es el próximo presidente de la República?

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Una opinión destinada a una encuesta no tiene el mismo peso de un voto. Un voto es un acto solemne, es un compromiso político. Al votar el ciudadano se identifica ante la sociedad, no es un acto en el aire. La respuesta a una encuestadora –por teléfono, por computador o por entrevista– es un hecho técnico e intangible. Las posibilidades de manipulación del sentido de la respuesta y de las cifras son mayores. La elección del candidato presidencial de un partido no puede ser reducido a un gesto banal, de sociología del consumo, como escoger entre dos marcas de jabón. La palabra “elección” no tiene sentido en ese caso.

Los partidos contemporáneos utilizan métodos serios y razonables para escoger su candidato presidencial: la “primaria” o consulta interna, en la que los miembros de ese partido eligen a alguien de un abanico de candidatos, tras una serie muy libre de debates públicos. Otros son designados por el congreso del partido. En otros es la dirección de ese partido quien escoge el candidato. En los últimos años, algunas formaciones optaron por el curioso método de la “consulta abierta”. En esa variante, pretendidamente más “participativa”, todos los ciudadanos y no únicamente los adherentes a tal partido, pueden intervenir en la elección del candidato presidencial de la formación política. Este sistema ha creado desastres: multiplicó las rencillas y rivalidades del partido en cuestión y, lo que es peor, le permitió a los partidos rivales inclinar la balanza en el mal sentido. Hicieron que el escogido fuera el menos capaz de ganar la elección presidencial y/o de dirigir el país. Eso ocurrió en una gran democracia del Viejo Continente y llevó a un periodo presidencial aciago y al colapso de las dos mayores formaciones políticas de ese país, una de izquierda y otra de derecha, las cuales están apenas tratando de renacer de sus cenizas. ¿Quién quiere hacerle ese daño al CD?

Resulta paradójico que un partido como el CD, con un fuerte liderazgo central, ejercido sobre todo por el expresidente Álvaro Uribe y por la bancada parlamentaria, no haya podido ponerse de acuerdo sobre el método más sensato para escoger su candidato presidencial. Sin atender los llamados de quienes hemos visto los efectos destructivos en otros países de un método errado de designación del candidato, el CD optó por la más azarosa y opaca de las metodologías posibles. Nadie sabe quiénes fueron consultados por las encuestadoras. Días antes del resultado final, un dirigente del CD en Antioquia se quejó: “No conozco al primer militante del CD que haya dicho que lo llamaron de una de las dos empresas encuestadoras, pese a que [los militantes] representan el 20 % de la muestra. Es más, la regla era que los resultados eran secretos, pero en las dos primeras encuestas se filtraron a los medios y el partido no se pronuncia aún”. Óscar Andrés Sánchez escribió que abundaban las críticas a ese mecanismo de designación y a la exclusión de Luis Alfredo Ramos y Óscar Iván Zuluaga de esa contienda, pero que “por respeto al expresidente Álvaro Uribe nadie cuestiona” ese proceso.

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Así el CD ha llegado a esa situación: amanece con un candidato presidencial que fue elegido no se sabe por quién y que antes de ser elegido era el único que era cuestionado por defender tesis que no son congruentes con los valores del CD. También es cuestionado por recibir, sin el menor reato de conciencia, apoyo de cenáculos y órganos de prensa ligados al santismo. Y a eso se suman las disputas y defecciones que existen ante la escogencia de las listas abiertas para las elecciones legislativas de marzo.

Hoy algunas personas bien intencionadas llaman a “deponer las diferencias” en el CD. Dicen que debemos “unirnos en torno a un propósito que a todos nos incumbe: salvar al país.” De acuerdo, pero tal unidad debe ser forjada sobre la más absoluta claridad programática. Y no solo sobre eso. La legitimidad de la elección del candidato debe ser probada. Las ideas de ese candidato inquietan a muchos. ¿Debemos aceptar su ambigüedad ante el acuerdo de La Habana? Su frase “ni trizas ni risas” al respecto es una cabriola indigna del CD. Y su admiración por Obama, patrocinador del pacto Farc-Santos y sus vínculos con la organización del multimillonario George Soros tampoco convencen. Hace años vimos que quien se declaraba fiel seguidor del expresidente Uribe y convencido de la bondad de la seguridad democrática no era más que un hipócrita que botó ese discurso después de llegar a la Casa de Nariño.

A comienzos de 2018, los sectores que ganaron el plebiscito del octubre de 2016 deberán forjar cuanto antes una coalición de centro-derecha que pueda ganar la primera vuelta de la presidencial de mayo. Esa será la verdadera candidatura presidencial que salvará a Colombia del narco-comunismo. Los expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe dicen militar en ese sentido. ¿Está dispuesto Iván Duque a ceder su lugar a otro candidato? ¿El fastidio de Duque por los candidatos Alejandro Ordóñez y Marta Lucía Ramírez no anuncia desde ya un bloqueo a esa gran coalición? Sin resolver esas cuestiones el CD se encontrará luchando con un brazo amarrado. ¿Quién quiere hacerle ese daño a Colombia?

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