Justicia para el periodista Eliécer Santanilla

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Justicia: “El asesinato de Santanilla tiene visos preocupantes que, esperamos, sirvan de rastro para que la Fiscalía (ahora que Barbosa se enorgullece porque esclarecieron un crimen confesado por su autor…”


Por: Wilmar Vera Zapata

El 14 de diciembre de 2021 fue asesinado en Armenia el periodista, fotógrafo y experto en comunicación política Eliécer Santanilla. Su crimen alborotó el mundillo del Eje Cafetero por unas semanas y ni tuvo resonancia nacional, apabullado por las noticias de corrupción permanente y las masacres que, con precisión de reloj suizo, se volvieron tan comunes y frecuentes como los amaneceres.

Santanilla desde muy joven se destacó como sujeto crítico y muy maduro. Desde muy joven se endosó el sostenimiento de su familia y cargó con una responsabilidad que, pese a su corta edad, no le quedó grande. Su amor por la imagen lo llevó a ser reportero gráfico en La Crónica del Quindío y El Tiempo.

Mientras estudió realizó proyectos y actividades de promoción de la belleza del paisaje cultural cafetero y su curiosidad, creatividad y calidad de trabajo lo llevó a entrar en contacto con los políticos de la zona. Sin embargo, la política colombiana (la politiquería, mejor), es un campo minado de traiciones travestidas de alianzas públicas y enemistades privadas que superan las ideologías partidistas y se adentran, por igual, en lo personal, incapaces de separar el sujeto del mensaje o el contratista del mensajero. Quindío y Armenia son excelentes ejemplos de esa terrible mixtura.

El asesinato de Santanilla tiene visos preocupantes que, esperamos, sirvan de rastro para que la Fiscalía (ahora que Barbosa se enorgullece porque esclarecieron un crimen confesado por su autor) haga bien su trabajo, no sólo porque es una exigencia de la sociedad -a la cual sirven- sino porque la víctima, su familia, su esposa y bebé, así como los que lo conocimos y quisimos, tenemos derecho a que se haga justicia.

Foto: Wilmar Vera, Twitter.

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No se puede pasar por alto detalles sospechosos del caso, como que para el juez de garantías un sujeto que asesina a otro no es un peligro para la sociedad y lo mande a prisión domiciliaria a la casa de su madre, los cual conociendo la efectividad y recursos del Inpec equivale a estar libre.

En periodismo existe el dicho de que para hallar la verdad en casos de corrupción hay que “seguirle el rastro de la cola a la rata”: ¿qué interés tenía el confeso asesino con el crimen de Santanilla?, ¿por qué la empresa de grabación de audio de su propiedad fue meticulosamente desmantelada al día siguiente del asesinato?, ¿quién es la misteriosa mujer que ingresó al apartamento donde lo mataron, quedó registrada en la cámara de seguridad del edificio, con cara de angustia y fue ella la que se robó los celulares de Santanilla?, si la Justicia sabe y le ordenó rectificar a unos sujetos que bajo el alias de Víctor Silampa enlodaron ante la comunidad el buen nombre de Santanilla y no obedecieron, ¿los han interrogado nuevamente, máxime cuando de forma marrullera resucitaron ese perfil para ufanarse del asesinato?, ¿saben las autoridades que hay otras personas sospechosas de ser Silampa y qué relación tienen con las altas estructuras del poder regional?, ¿para quienes trabajan varios pasquines digitales que publicaron notas humillantes y mendaces sobre la vida privada de Santanilla y justificar su muerte a manos de un consumidor droga y cliente asiduo de damas de compañía?

En un país donde matan todos las semanas tanto a líderes sociales, ejecutan masacres a la vista de las autoridades y los casos resueltos apenas llegan al 3%, según los medios, un asesinato como éste corre el riesgo de quedar en el olvido y esa puede ser la apuesta de sus altos ejecutores, tanto los materiales como los intelectuales.

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Pero mientras la vida nos alcance y logremos aclarar lo que realmente pasó, no aceptamos impunidad para quienes se beneficiaron con la eliminación física de un buen profesional y una buena persona. Por eso, seguiremos aquí, cada 14 de cada mes, anunciando que su memoria no se ha extinguido pese al correr del tiempo y exigiendo “#JusticiaParaEliecerSantanilla”.

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