Justicia: Hoy Eliécer Santanilla no está físicamente. Nos lo arrebataron. Y en honor a él, a su madre que lo añora; a sus hermanas y familiares que lo recuerdan; a su esposa e hijo adoloridos por su ausencia y a sus amigos que lo extrañamos, no dejaremos de exigir Justicia para Eliécer Santanilla.
Por: Wilmar Vera Zapata
Hoy se cumplen tres meses del asesinato del periodista Eliécer Santanilla en Armenia y sus amigos y familiares exigimos justicia.
Han sido 90 días desde que su esposa e hijo, así como su madre y hermanas han sufrido su ausencia, con la cabeza llena de dudas y preguntas pero con el deseo de que quien lo asesinó de forma violenta y al parecer en indefensión no solo pague por el crimen sino que se llegue a los autores intelectuales.
Eliécer fue un trabajador toda la vida. Con esfuerzo logró levantarse en una sociedad como la quindiana donde abunda la envidia y la mediocridad. En ese panorama, quien destaque es víctima de los que ganan todo sin esfuerzo, a punta de amiguismos y zalamerías.
Eliécer vivió momentos duros y otros alegres, como todos en la vida. Supo lo que era tener precarios ingresos pero actuaba siempre sabiendo que las circunstancias eran volátiles. Hoy estás abajo, mañana estarás arriba. Y así lo experimentó.
Entre los momentos duros tuvo el que sus “supuestos” amigos –a los que él le daba la mano con generosidad- le clavaran el cuchillo una vez ascendieran en sus cargos. Como Judas, “tú me ayudas” pero luego te ataco. La envidia y la rabia imposibilidad de no ser capaces de superar al maestro afloraban en sus acciones.
Y Eliécer ahí seguía, asombrado por la felonía pero confiado en que la vida le da a cada uno lo que siembra.
Entre los momentos felices, estaba el despegue de Cuarto Poder, su empresa de asesoría política que empezaba a marchar bajo el liderazgo de un comunicador que amaba tanto su profesión como a su familia. Claro, no puedo olvidar su relación con su esposa y la llegada de su hijo, el cual tiene muchas características suyas. Era su orgullo y felicidad plena, alcanzada, la justificación que necesitaban sus vidas para enfrentar los días buenos y los no tan buenos. Su hijo, portador de una mirada curiosa y sonrisa permanente, será el vivo retrato de un padre que se eternizará en él.
Del mismo autor: A votar bien, que no nos abudineen otra vez
Ya no tenemos su mirada pícara y sonrisa socarrona, con los labios estirados a un lado del rostro mientras inclinaba la cabeza a modo de enfático gesto. No escucharemos su voz potente y calmada, ni su caminar particular de pisada firme y bailadita. Atrás quedaron las conversaciones sobre historia, periodismo o los avatares propios de la vida. Vida a la que llegamos sin manual de instrucciones pero que la vamos sobrellevando con intuición y pasión por lo que hacemos con corazón.
Hoy van tres meses de su violenta partida. Esperemos que las indagaciones lleven hasta sus responsables, pues como migas de pan, las investigaciones que contra la corrupción en altas esferas estaba haciendo Eliécer son muestras de que era incómodo para ciertos dueños del poder. La semana pasada se dio una audiencia para que un juez aprobara que se rastrearan su celular y el de su asesino. ¡Tres meses después! Y eso que el aparato de Santanilla aparece activo en Medellín…
Hoy Eliécer Santanilla no está físicamente. Nos lo arrebataron. Y en honor a él, a su madre que lo añora; a sus hermanas y familiares que lo recuerdan; a su esposa e hijo adoloridos por su ausencia y a sus amigos que lo extrañamos, no dejaremos de exigir Justicia para Eliécer Santanilla.
Ñapa:
Terminaron las elecciones. Tres mujeres a destacar. Para mal, la señora que nunca investigaron por compra de votos pero a sus asistentes metieron a la cárcel ganó. Y eso que tenía con su marido denuncias de constreñimiento y extorsión para que la apoyaran. ¿Qué supone uno? Como dice el ex (presi, diario). Las otras, la de exhibir: son Francia Márquez, una verdadera dama de hierro que demostró que sí pueden, los de abajo, llegar arriba. Y Dorina Hernández, mujer humilde, palenquera, va al Congreso. Grandes de verdad. Paradójica la democracia colombiana.