Frente a la inminente crisis energética que atraviesa Colombia, expertos del sector geológico y energético hacen un llamado urgente al país para retomar la discusión sobre los Yacimientos No Convencionales (YNC) y el uso del fracking, con el objetivo de garantizar la seguridad energética en el mediano y largo plazo.
¿Es el fracking en Colombia una alternativa viable frente a la crisis energética?
En un escenario en el que las importaciones de gas natural han crecido más del 117 % en el último año —pasando de US$400 millones en 2023 a más de US$870 millones en 2024— y las reservas probadas se han reducido un 13 %, la Asociación Colombiana de Geólogos y Geofísicos de la Energía (ACGGP) plantea que Colombia no puede seguir ignorando una de las alternativas más viables para lograr el autoabastecimiento: los YNC y el desarrollo controlado del fracturamiento hidráulico.
¿Por qué hablar de fracking ahora?
Desde hace más de una década, Colombia inició la construcción de un marco regulatorio para explorar los recursos no convencionales. Entre 2008 y 2021, se lograron avances significativos que incluyeron la creación de normas técnicas, ambientales y sociales con el respaldo de entidades como el Ministerio de Minas y Energía, la ANH, el SGC y la ANLA.
Sin embargo, desde 2022 el proceso se ha estancado por factores políticos, jurídicos y de percepción pública, lo que ha provocado un retiro progresivo de la inversión extranjera en el sector.
Jaime Checa, presidente de la Junta Directiva de la ACGGP, fue enfático en señalar que “los colombianos deben saber que desde 2008 se ha trabajado con rigor técnico en este tema. Lamentablemente, la falta de continuidad institucional y la inseguridad jurídica han frenado el avance de proyectos estratégicos, pese a tener regulaciones robustas y el respaldo de estudios científicos”.
Lecciones internacionales: Los casos de Permian Basin, en Estados Unidos, y Vaca Muerta, en Argentina, son ejemplos que muestran el potencial transformador del fracking cuando se implementa con estándares técnicos, monitoreo ambiental y acompañamiento institucional.
En el caso argentino, por ejemplo, los proyectos en Vaca Muerta han contribuido a un crecimiento sostenido de la producción de gas, con regalías que ya equivalen al 0,43 % del PIB y proyecciones de superávit energético superiores a los US$8.000 millones para este 2025.
Incluso Ecopetrol ha participado en proyectos de fracking en Texas, lo que demuestra que Colombia tiene el conocimiento técnico y la experiencia necesaria para avanzar con responsabilidad.
Y el medio ambiente: Uno de los mayores cuestionamientos al fracking en Colombia ha sido el impacto ambiental, en especial en lo relacionado con el uso del agua y los riesgos de sismicidad inducida. Sin embargo, la ACGGP asegura que estas preocupaciones no se deben minimizar, pero sí abordarse desde la evidencia científica y no desde el miedo o la desinformación.
“El país cuenta con tecnologías disponibles, talento humano y capacidades técnicas para gestionar estos riesgos. Lo que se requiere ahora es voluntad política, articulación institucional y un enfoque pedagógico con las comunidades”, sostuvo Flover Rodríguez Portillo, director ejecutivo de la ACGGP.
En este sentido, los Proyectos Piloto de Investigación Integral (PPII), como Kalé y Platero, han sido diseñados precisamente para realizar evaluaciones controladas del fracking en condiciones reales, monitoreadas y con acompañamiento de veedurías ciudadanas e instituciones académicas.
Estos pilotos no buscan explotación comercial, sino generar información confiable para tomar decisiones responsables.
Lo que propone el sector: Para retomar el camino hacia una transición energética justa y basada en datos, la ACGGP sugiere tres líneas de acción inmediatas:
- Reabrir el debate sobre los YNC desde una perspectiva objetiva y técnica, sin sesgos ideológicos.
- Activar y ejecutar los Proyectos Piloto de Investigación Integral (PPII) para evaluar los impactos en campo.
- Implementar una estrategia nacional de pedagogía energética, con enfoque regional, que fortalezca el diálogo social y permita construir confianza entre las comunidades, el Estado y la industria.
Rodríguez Portillo recalca que la transición energética debe ser realista: “No podemos seguir dependiendo de importaciones costosas mientras ignoramos nuestros propios recursos. Colombia tiene el potencial para consolidar una política energética soberana y sostenible, pero necesita actuar ya”.
Oportunidad o retroceso: El debate sobre el fracking y los Yacimientos No Convencionales no es nuevo en Colombia. Sin embargo, la urgencia energética, las condiciones técnicas existentes y los ejemplos exitosos en otras latitudes parecen darle una nueva dimensión a la discusión.
La pregunta que queda en el aire es si el país está dispuesto a enfrentar este desafío con responsabilidad, ciencia y diálogo, o si continuará postergando decisiones clave para su desarrollo energético.
Lo cierto es que, en un contexto donde el gas natural es clave para la transición hacia energías renovables y para sostener la matriz energética actual, cerrar la puerta a los YNC sin una evaluación objetiva podría costarle al país más que dinero: podría comprometer su soberanía energética y el bienestar de millones de colombianos.
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