La política no puede ser el resultado del temor colectivo o del culto a la personalidad. La política debe fortalecer las instituciones democráticas y por eso, el silencio y el abstencionismo no pueden ser la respuesta.
Por: Juan Manuel Galán
Faltan solo 4 semanas para las elecciones legislativas; por lo que no podemos dejarnos seducir el oído. Debemos tener una aproximación fría y pragmática para analizar a cada candidato, averiguar lo que ha hecho, quiénes lo rodean, y lo que representa. Debemos vacunarnos contra retóricas incendiarias, y contra promesas de campaña vacías, que sólo buscan la victoria de un candidato, dejando de lado a sus electores y sembrando entre ellos incertidumbre y temor.
La política no puede ser el resultado del temor colectivo o del culto a la personalidad. La política debe fortalecer las instituciones democráticas y por eso, el silencio y el abstencionismo no pueden ser la respuesta. No podemos seguir promoviendo una farsa en la cual los candidatos cada 4 años engañan a unos ciudadanos, con el propósito de ocupar posiciones de poder. De ser así, seguiremos profundizando ese largo conflicto que describió hace 75 años Jorge Eliecer Gaitán cuando habló del divorcio entre el país político y el país nacional.
Hoy, estamos tal vez en medio de la expresión más clara de ese conflicto, por un lado, un país político preocupado por sus privilegios e influencias y por otro, un país nacional hastiado, que siente indignación, repugnancia, rabia y tristeza. La única manera de reconciliar estos dos mundos es construir un nuevo pacto social. Un proceso colectivo pedagógico que nos haga a todos plenamente conscientes de nuestros derechos y deberes.
El deber y derecho político de participar en democracia no puede ser esporádico una vez cada 4 años ante las urnas, debe ser un permanente ejercicio de participación, de movilización y de vigilancia del mandato entregado. La política es demasiado importante para dejársela a los políticos.