De pronto en Colombia, el término «woke» ha sido poco conocido y mucho menos entendido. Se podría asimilar al término «progreso» en español, muy usado en España, Chile y Argentina. En Colombia, lo más parecido al «progre» ha sido el partido que llevó al presidente Gustavo Petro al primer cargo de la nación, hablando de un progresismo.
En Estados Unidos, el término ha tomado connotaciones lo suficientemente fuertes, disruptivas y, en ocasiones, agresivas respecto a lo que la cultura americana considera su espíritu de vida y nación. Desde hace aproximadamente cuatro años, la cultura woke ha intentado infiltrarse no solo en la educación de niños y jóvenes, sino también en los géneros masculino y femenino, sembrando dudas y estableciendo la noción de que las personas nacen sin género, y que solo a través del tiempo es que se descubren.
La cultura woke ataca de frente toda creencia religiosa y busca imponer, de manera activa o pasiva, una agenda cultural, de valores o creencias donde no se respeta la autoridad, es decir, ni leyes, ni normas, ni quienes las representan. Va ligada a un comportamiento subversivo al orden, promoviendo la anarquía. Hoy en día, una persona puede identificarse como hombre, mujer, no binario, o incluso como un perro o una papaya. En este orden de ideas, algunas personas buscarán jubilarse con ciertas preferencias, acceder a programas y proyectos con base en esas preferencias.
Por ejemplo, si el gobierno colombiano incluyó en la reforma pensional recientemente aprobada un régimen especial para mujeres, una persona que en el futuro se identifique como mujer podría reclamar esos beneficios, aunque originalmente fueron creados para mujeres. Del mismo modo, si una mujer se identifica como hombre y desea asistir a un evento reservado solo para hombres, podría argumentar que se le debe permitir la entrada, o de lo contrario, estaría atentando contra sus derechos.
La cultura woke ha promovido la inversión de valores, donde lo bueno se convierte en malo y lo malo en bueno. Se tergiversa con profunda hipocresía y mala fe lo que hace la parte contraria, que no es woke. Hay medios de comunicación promoviendo es woke. Se vende la idea en que una persona que desee tener una familia tradicional, con un hombre y una mujer, hijos y una religión, es parte de la extrema derecha, fascista y peligrosa. Además, se promueven términos incoherentes y contradictorios, como llamar a alguien nazi, fascista y de extrema derecha al mismo tiempo.
Creemos que con estas palabras las personas puede puede entender mejor la cultura woke, que promueve Kamala Harris, donde así se ha mostrado orgullosa de creerlo y hacerlo.
La cultura Woke se burla de religiones y valores tradicionales, como se evidenció en la inauguración de los Olímpicos de París, donde se menospreciaron los valores tradicionales que algunas personas desean conservar. Lo que queremos destacar en este editorial es que los defensores de la cultura woke están buscando influir en las futuras generaciones, intentando convencer a los niños de que todo lo relacionado con la cultura Woke es correcto, mientras que todos los valores tradicionales están equivocados.
En el campo de las mujeres, lo que promueve Kamala Harris y la cultura Woke incluye, por ejemplo, temas como el aborto.
La cultura Woke, tal como es promovida por Kamala Harris, aboga por que las mujeres puedan acceder al aborto hasta prácticamente el séptimo mes de embarazo. Este es un tema profundamente debatido, que toca cuestiones de libertades individuales, creencias y valores fundamentales. La expansión de estos derechos puede parecer no solo peligroso, sino abusivo para algunos, ya que se considera que está en juego el respeto hacia las normas y leyes establecidas para manejar las diferencias y evitar que alguien, simplemente por ser diferente, pueda causar daño a otros.
La cultura Woke, en su búsqueda por promover ciertas libertades, puede parecer que se está sobreponiendo a sistemas de leyes y normas diseñados para garantizar que todos convivan en un marco de respeto y equidad. Esto genera un debate intenso sobre cómo equilibrar la libertad individual con la preservación de valores y normas sociales.
Hoy en día, Estados Unidos, que se prepara para enfrentar una elección presidencial en noviembre, está absolutamente polarizado y dividido. Esta situación no solo se debe a la popularidad de Trump, sino también a la profunda crisis de valores que enfrenta el país. Las continuas situaciones de intolerancia y las agresiones hacia personas que profesan una religión o creen en valores fundamentales están tornando las elecciones en un escenario muy peligroso y agresivo, con poca tolerancia.
La decisión en las urnas será sobre qué modelo de valores y vida desea el pueblo americano: ¿quieren el modelo Woke promovido por Kamala Harris, o prefieren un modelo que respete las libertades y los cultos, pero que imponga la ley y el orden, y que tenga valores fundamentales de vida? Este modelo sostiene que, aunque todos podemos ser distintos, nadie tiene derecho a ir en contra del otro. Amanecerá y veremos qué elige el pueblo americano.