La destorcida: Amylkar Acosta

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Después de un largo ciclo de precios altos de los productos básicos en los mercados internacionales sobrevino una caída sincronizada de los mismos, a causa de la contracción de los mercados provocada por la desaceleración del crecimiento de la economía china, la lenta y débil recuperación de la economía estadounidense y los amagos de una nueva recesión de la tambaleante economía de la Unión Europea, la tercera en 6 años.
El año 2012 fue testigo del súbito descenso de la demanda y del consiguiente desplome de los precios de los materias primas, lo cual vino a afectar a los países dependientes de las exportaciones de las mismas, tal es el caso de Latinoamérica en general y de Colombia en particular. 
Entre septiembre de 2011, cuando los precios en dólares de los commodities alcanzaron su más alta cotización en los mercados internacionales y septiembre de
este año los precios de los productos energéticos cayeron el 7.02 %, los agrícolas el 19.06 %, los metales preciosos el 21.98 % y otros minerales el 35.12 %. La
reprimarización de la economía en la región, especialmente de la economía colombiana, se convirtió en su talón de Aquiles.
Colombia vio afectados los precios del carbón, del oro y del ferroníquel, los cuales cayeron en los últimos 36 meses 38 %, 27 % y entre 19 % y 20 %, respectivamente, no así el petróleo que hasta mediados de este año se mantuvo en niveles por encima de la barrera de los US $100 el barril. En la medida que sus exportaciones de crudo representaron en 2013 el 55 % (2 puntos porcentuales menos que en 2013) y aún en el primer semestre de este año rozó el 50 % de las exportaciones totales, esta circunstancia atenuaba el impacto de los cambios en el entorno internacional.
Pero, desde mediados del mes de junio la espiral alcista de los precios del crudo cedió y dio paso a la destorcida, a tal punto que para la fecha el bajonazo de los
precios había llevado el WTI a bajar su cotización desde los US $107.95 a los US $74.21 y el Brent desde los US $115.19 el barril a los US $77.92, ambos por
debajo de la barrera psicológica de los US $80 el barril. Estamos hablando de una caída estrepitosa, en su orden del 31.26 % y 32.36 % en el corto lapso de menos de 5 meses.
Son múltiples las razones que han determinado la baja de los precios, entre ellas la revaluación del dólar frente a las demás monedas, la mayor oferta de crudo, la restricción del consumo y las importaciones por parte de EE.UU. del oro negro, la desaceleración de la economía china, que después de crecer a un ritmo vertiginoso del 10 %, en los años 2012 y 2013 “solo” creció el 7.7 % y para este año, según las proyecciones del FMI, podrá alcanzar a lo sumo un crecimiento del 7.4 %. Y este menor crecimiento arrastra consigo a la baja la demanda por insumos y materias primas; se estima que por cada punto menos de crecimiento de su PIB, China recorta sus importaciones de materias primas en la bicoca de US $10 mil 200 millones.
Y, no lo olvidemos, China es el segundo mayor consumidor de petróleo del mundo, después de EE.UU. Todo indica que los precios del crudo tardarán en reaccionar al alza, toda vez que la tendencia a la baja lejos de ser coyuntural responde a los fundamentales del mercado y por ello tiene carácter estructural. En efecto, hemos pasado de un mercado caracterizado por la escasez a otro de abundancia, atribuible en gran medida a la irrupción de la mayor producción de crudo proveniente de los yacimientos no convencionales gracias a la tecnología del fracking que hace furor en EE.UU. y se extiende al resto del mundo.
Es de anotar que en los últimos 5 años se han descubierto fuentes no convencionales de crudo por un total que supera los 1.000 millones de barriles.
Mientras que en el año 2000 significó un 5 % de la oferta global de crudo, se estima que para 2020 en EE.UU. puede llegar a representar el 50 % de sus reservas. La llamada revolución de los esquistos ha dado lugar a la reconfiguración del mercado internacional del petróleo y a nuevos paradigmas, en donde la OPEP ha perdido peso y poder, de modo que su margen de maniobra para influir en los precios del mercado de crudos es escaso.
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