Seis candidatos presidenciales anunciaron formalmente su unión en la iniciativa denominada la Gran Consulta por Colombia, una jugada que busca reordenar el tablero político en un escenario marcado por la fragmentación y el desgaste de los liderazgos tradicionales. David Luna, Vicky Dávila, Juan Manuel Galán, Daniel Oviedo, Mauricio Cárdenas y Aníbal Gaviria decidieron agruparse bajo una misma sombrilla con un mensaje común: que sea el elector, y no las cúpulas, quien defina al candidato presidencial.
Aunque hoy el grupo apenas supera el 8% en las encuestas, los promotores de la iniciativa confían en que la fotografía electoral de diciembre no es definitiva. La apuesta es que una consulta abierta, competitiva y visible, la cual permita mover el tablero en los meses previos a marzo, captando votantes indecisos y descontentos con la polarización. En ese sentido, la consulta no es solo un mecanismo de selección, sino una estrategia para ganar relevancia política.
David Luna ha insistido en que esta alianza pretende romper con la lógica de las “jefaturas” y los liderazgos unipersonales. El acuerdo entre los seis es claro: quien gane la consulta liderará el proyecto y los demás acompañarán el resultado. El mensaje busca conectar con un electorado cansado de figuras mesiánicas y de proyectos políticos que giran alrededor de una sola persona, más que de una propuesta colectiva.

¿Quién más podría unirse a esta gran consulta?
Sin embargo, el verdadero desafío de la Gran Consulta por Colombia no está solo en la cohesión interna, sino en su capacidad de crecer. La expectativa está puesta en la eventual llegada de los llamados “cuatro P”: Enrique Peñalosa, Juan Carlos Pinzón, Paloma Valencia y Daniel Palacios. Su incorporación no solo ampliaría el abanico ideológico y electoral, sino que convertiría la consulta en una de las más numerosas de los últimos años, con cerca de 11 aspirantes compitiendo por el liderazgo.
El tamaño de la consulta no sería un detalle menor. En la práctica, el éxito de este ejercicio se medirá en votos. Si la participación no supera la registrada por el Pacto Histórico en su consulta pasada, la coalición difícilmente podrá reclamar legitimidad política o fuerza electoral real. Para analistas, una consulta débil podría terminar fortaleciendo a otros liderazgos que han optado por esperar la primera vuelta, como Sergio Fajardo o figuras del centro político que observan el proceso con cautela.
Por el contrario, un resultado robusto con más de tres millones de votos y, idealmente, acercándose a los cuatro millones cambiaría por completo el panorama. Una consulta de ese tamaño otorgaría un mandato popular difícil de desconocer y posicionaría al ganador como un candidato con posibilidades reales de disputar la Presidencia, incluso con opciones de imponerse en primera vuelta si logra tejer alianzas posteriores.
A esto se suma la incertidumbre sobre los partidos tradicionales. Tanto el Partido Conservador como el Liberal y Cambio Radical evalúan escenarios de libertad interna, lo que podría permitir que distintos sectores se alineen con candidatos ya existentes, sin sumar nuevos nombres a la baraja. Este factor podría favorecer indirectamente a la Gran Consulta, al canalizar apoyos sin fragmentar aún más la oferta electoral.
En un contexto de desconfianza ciudadana y saturación de candidaturas, la Gran Consulta por Colombia se juega algo más que una candidatura: se juega la posibilidad de demostrar que los votos, y no las firmas ni los acuerdos de élite, siguen siendo la principal fuente de legitimidad política en el país.
