La incapacidad de la centroderecha de ponerse de acuerdo de cara a las elecciones del 2026

La centroderecha enfrenta tensiones internas, candidatos divididos y falta de consensos que complican su camino hacia las elecciones de 2026 en un panorama político altamente competitivo.

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La centroderecha en Colombia llega a las elecciones de 2026 atravesando uno de los momentos más decisivos y a la vez más confusos de su historia reciente. Aunque durante meses ha sido evidente su incapacidad para unirse en torno a un proyecto electoral común, los acontecimientos políticos de los últimos días han mostrado, al menos en teoría, un leve avance hacia un acuerdo.

Sin embargo, el camino está lejos de estar despejado y las tensiones internas continúan marcando el ritmo de este sector.

Las tensiones que impiden la unidad de la centroderecha rumbo al 2026

Las tensiones que impiden la unidad de la centroderecha rumbo al 2026


El primer obstáculo es histórico y profundo. Entre diversas figuras de la centro derecha persiste una rencilla alimentada por reproches del pasado: usted apoyó; usted votó; usted dijo; usted trabajó con alguien; ese inventario permanente de señales y gestos ha impedido cerrar heridas y asumir un liderazgo conjunto. La confrontación por trayectorias personales ha bloqueado una y otra vez la posibilidad de llegar a consensos sólidos.

A ese conflicto se suma un segundo factor; todos están de acuerdo en que se debe construir unidad, pero cada liderazgo interpreta esa unidad como una adhesión en torno a sí mismo.

En otras palabras, todos quieren ser el punto de convergencia, pero pocos están dispuestos a ceder. Las conversaciones terminan centrándose en las razones por las que el otro debe bajarse para apoyar y no en cómo estructurar un proyecto colectivo.

El tercer elemento que tensiona a la centroderecha es la desconexión entre los partidos tradicionales y el clima de opinión actual. La gran resistencia que hoy genera el sistema partidista ha llevado a muchos de sus jefes a mantenerse al margen de manera cautelosa ante cualquier decisión. La distorsión entre lo que cree el país y lo que deciden las élites partidistas ha hecho que el respaldo de los partidos sea un arma de doble filo.

En este panorama surge un escenario que algunos sectores contemplan: un apoyo unificado en torno a Sergio Fajardo. Si la centroderecha se alineara plenamente tras su nombre, incluso podrían aspirar a un triunfo en primera vuelta.

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Sin embargo, este camino parece improbable, empezando porque Fajardo podría no participar en la consulta del 8 de marzo. De ser así, tanto él como Abelardo de la Espriella quedarían fuera de ese mecanismo y competirían por separado en primera vuelta.

Esto podría fragmentar a la centroderecha en tres, cuatro y hasta cinco candidaturas, mientras que la izquierda probablemente solo llegue con dos o tres nombres.

En ese escenario, la izquierda, si su candidato de consulta alcanza más de cuatro o cinco millones de votos, entraría a la competencia con una ventaja considerable; por pura inercia, esto llevaría a una unificación tardía de la centroderecha en torno al voto útil, pero ya dentro de la primera vuelta y con el riesgo de repetir lo ocurrido con Federico Gutiérrez en 2022: quedarse por fuera de la segunda vuelta.

Otro elemento que complica el panorama es la llamada contrainteligencia electoral. En cada campaña, los equipos buscan que el rival más fácil de derrotar logre posicionarse; así ocurrió con Rodolfo Hernández, inflado desde sectores cercanos a Gustavo Petro para desplazar a un rival considerado más fuerte.

Muchos analistas creen que algo similar podría repetirse en 2026; candidatos con pocas opciones podrían ser fortalecidos artificialmente para restar posibilidades a figuras más competitivas.

La relación de los partidos y sus logos también está en debate. Un candidato que reúna seis o siete avales podría parecer fuerte, pero en el clima actual corre el riesgo de generar rechazo por representar aquello que buena parte de la ciudadanía quiere dejar atrás. Por eso muchos aspirantes han optado por la ruta de las firmas con la intención de mostrarse independientes frente a unas colectividades cada vez menos populares.

Dentro de las disputas más visibles está la protagonizada por Abelardo de la Espriella. Sus choques recientes con figuras como Vicky Dávila, Mauricio Cárdenas, Aníbal Gaviria o David Luna lo han convertido, según varios sectores, en un factor de disociación dentro de la centro derecha.

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Aunque él personalmente ha mantenido un tono respetuoso, su entorno político, compuesto por figuras como Enrique Gómez, Sergio Araujo y tuiteros afines, ha activado fuertes ataques contra quienes no lo respaldan, lo que ha profundizado la división interna.

Para que la centro-derecha tenga opciones reales en 2026, necesita un candidato competitivo en segunda vuelta; alguien capaz de atraer parte del centro e incluso algunos sectores moderados de izquierda.

En este momento, el candidato de la izquierda parece ser Iván Cepeda, aunque Roy Barreras también aspira a ese lugar. Esto deja dos posibles escenarios de segunda vuelta: un enfrentamiento entre extremos como De la Espriella contra Cepeda o una disputa más moderada como Roy Barreras contra Sergio Fajardo o Juan Carlos Pinzón.

La única unidad sólida que hoy parece posible es la que se articule en torno a la consulta del 8 de marzo; allí estarían Juan Carlos Pinzón, Vicky Dávila, Daniel Palacios, David Luna, Mauricio Cárdenas, Juan Daniel Oviedo, Aníbal Gaviria y Juan Manuel Galán.

Aún intentan convencer a Sergio Fajardo para sumarse. Si logran un acuerdo que derive en una fórmula presidencial y vicepresidencial posterior a la consulta, la centroderecha podría finalmente consolidar un camino.

Sin embargo, la fractura sigue presente. Cambio Radical está dividido entre quienes apoyan a Pinzón y quienes respaldan a De la Espriella. Algo similar ocurre en el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido de la U, donde existen varias corrientes internas que aún no definen una postura clara.

Así la centroderecha avanza hacia 2026 con más preguntas que certezas. La unidad se ve lejana; la desconfianza interna es profunda; y el reloj electoral sigue avanzando. El reto para este sector no es solo derrotar a la izquierda; es ante todo lograr ponerse de acuerdo consigo mismos.

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