No quisiéramos pensar que existe una estrategia diseñada para socavar los cimientos de la sociedad colombiana. Unos cimientos que no son perfectos pero que nos han permitido salir de las épocas más oscuras que una nación puede padecer.
Editorial
Este medio de comunicación, ha organizado unas mesas y unos métodos para hacerle seguimiento a la manera en como se está relacionando el gobierno con la ciudadanía, con las empresas privadas y los medios de comunicación.
Principalmente, cuando hablamos de ciudadanía nos referimos a una ciudadanía libre, espontánea, que vive en democracia; unos medios de comunicación que siempre van a cumplir una función incómoda, que no gusta mucho a los gobernantes con ínfula de tiranos, a los gobernantes con aspiraciones autocráticas y en el caso de la empresa privada, es más grave, porque la empresa privada es el verdadero motor del país, no el gobierno. Los gobiernos y los Estados que han creído que ellos son el motor, ya sabemos cómo termina y dicho final, personalmente no nos gusta.
Nosotros tenemos que decir con preocupación, que no puede ser coincidencia, como se enlazan distintos estamentos públicos, con algunos de sus brazos periodísticos, para irse en contra de las compañías más representativas y protagonistas en temas de salud, en las finanzas y en la energía del país. Esto tiene un aire muy fuerte, al intentar comprender cómo la suerte de reformas, que actualmente se quieren tramitar en el congreso, son un ataque a la empresa privada y a los medios de comunicación, donde lo que buscan es implosionar socialmente a un país que ha vivido bajo la guerra, bajo el conflicto, bajo la controversia, bajo la zozobra.
Los líderes deberían inspirar, deberían ejercer una influencia positiva, deben comandar las revoluciones que estén encaminadas a mejorar la calidad de vida de las personas, a que se creen las empresas privadas y mejor empleo, a que llegue inversión al país, a que los colombianos se sientan bien remunerados cuando pagan sus impuestos, a que exista confianza y que la decencia se haga costumbre en la administración pública.
Esto tiene que trascender los boletines, las reuniones privadas, los congresos y las declaraciones donde hoy es amenazada su existencia, su libertad y permanencia. Tienen que unirse con jóvenes de valores democráticos, con valores aferrados a convicciones y desde luego con la esperanza de que toda tormenta pasa y que toda tormenta, por más oscura y fuerte que sea, es el anticipo de un nuevo amanecer.
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