La oposición es hoy resentida, bobalicona, patética e infantil.
Por: Wilmar Vera Z.
La muy democrática derecha colombiana si no fuera por peligrosa sería ridícula. Los días colocarán en su puesto mínimo y la Historia en el basurero a ese clan que por décadas robó impunemente el presupuesto nacional para su beneficio. (La oposición)
Pero la pequeñez de la derrotada derecha va más allá de los hechos y llega a lo simbólico.
Las redes se inundaron con miles de colombianos compartiendo expresiones culturales y artísticas que brillaron como la gran riqueza de los pueblos que conforman la nación colombiana. Desde todos los rincones de la patria numerosas plazas fueron escenarios de fiesta y alegría. Como si fuera poco, a diferencia de hace cuatro años, el clima fue benigno y el cielo parecía celebrar el cambio.
Donde sí había ambiente lúgubre y amenazante (como es su personalidad) fue en la desplazada derecha vencida. Sus líderes exteriorizaban la orfandad de poder y seguro por primera vez se dieron cuenta que en Colombia hay negros, indígenas y gais que pueden gobernar.
¿Es que hay negros, indígenas y gais formados, estudiados, capacitados para la complejidad del manejo del Estado? Sí, señores de la oposición, los hay. Y son muy buenos. No, no solo bailan danzas tribales, cantan añoranzas por la pesca ni mambean coca o desfilan en paños menores el 28 de junio, día de su orgullo.
En los alternativos, en las sabidurías ancestrales, en las visiones periféricas también hay verdades y posibilidades para construir saber y nación. No sólo en las universidades de élite bogotanas ni en hijos de rancios apellidos blanqueados está la sabiduría repartida ni el progreso que necesitamos.
Muestra de esa ridícula actitud se vio en las redes. Por WhatsApp circularon ridículas órdenes que varios circularon entre sus conocidos, donde anunciaban misas satánicas, ritos demoníacos y hasta sacrificios porque la nación era entregada al príncipe de las tinieblas (antes el pueblo se la quitó, por fin). Además, como preámbulo, anunciaron orgías y bacanales para festejar el triunfo del oscurantismo fasrcsantoscastrochavistacomunistapetrista.
Las tradiciones ancestrales no son brujería, ni satanismo ni payasadas. Respeten.
Y sí, nos sean ridículos.
Como si fuera poco, la explosión de arte popular en pleno, con sombreros típicos, ponchos tradicionales, penachos, bastones de mando, trajes coloridos sobre pieles oscuras, máscaras y músicas autóctonas demuestran que la riqueza del país está en su gente y sus creaciones. No son un circo, como la columnista de esa revista, cuyo nombre no vale la pena mencionar, llamó. Si no le gusta esa Colombia, bien pueda denostar de su nacionalidad colombiana y quedarse con su pasaporte con el águila negra del escudo franquista y fascista que guarda con nostalgia.
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Ni hablar del patético esclavo posmoderno de la Cabal, que llegó sintiéndose indígena y considera que la explosión de alegría popular era un circo patético. Qué fácil es blanquear el pensamiento cuando el amo te deja comer las sobras que caen de su mesa.
Ese es el talante de la oposición al gobierno Petro. Les va a quedar difícil llegar al nivel de los debates que él mismo dio, o hasta Robledo o Cepeda. La representación de la banda de la tercera y cuarta letra no son más que figurines sin mérito ni valor. Están ahí por el dedazo del ex presi (dente, diario) que por huir de la Justicia se mantiene como titiritero en la sombra.
La oposición es hoy resentida, bobalicona, patética e infantil.
Como fascistas light que son, siguen a rajatabla el grito del militar Millán Astray durante la guerra civil española, en la Universidad de Salamanca, contra el filósofo e intelectual Miguel de Unamuno, en 1936: “Abajo la inteligencia. Viva la muerte”.
Pobres, les va tocar duro cambiar ese discurso, airear ese sótano mental y madurar…