La prueba reina

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Por: Cecilia López


La lista de candidatos al Congreso de la República de todos los partidos, sin excepción, permite comprobar una vez más que es el clientelismo, la compra y venta descarada de votos, lo que constituye definitivamente la esencia de la política colombiana. Con razón la crisis de los partidos políticos llegó en este año que termina al destape total de los niveles de deterioro que se preveían, en esa tendencia en que vienen de decreciente de pulcritud, de cero ideología y de nulo compromiso con el ciudadano y el país. Hoy esos cascarones le ofrecen a Colombia y a sus electores, sin sonrojarse, la prueba reina del grado de clientelismo al que han llegado ellos y el infinito descaro de muchísimos de sus miembros.

El exministro Iragorri, sin pestañear, le da la bienvenida al Partido de la U, a los herederos de muchos políticos presos o en vía de serlo, por corrupción, por paramilitarismo y por todos los pecados cometidos en contra de los valores mínimos de esta sociedad. Su argumento se basa en que “no hay delitos de sangre”, pero se le olvida que sí hay votos manchados por conductas que atentan contra la verdadera democracia colombiana. Esta actitud asumida implícita o explícitamente por todos los partidos, se ha traducido en la peor lista al Congreso de la República de la historia colombiana.

Para solo tomar un ejemplo. ¿Por qué la sobrina política de Alvaro Ashton, senador del Partido Liberal, detenido en la cárcel acusado de toda clase de delitos, entra a la lista de este partido para ser parte del Congreso? No tiene ninguna trayectoria política, pero lo que sí tiene es el caudal de votos de su tío político. Es decir, lo que Ashton le transfiere a su estimada sobrina es su clientela que se traduce en un caudal de votos que sin duda la convertirán en parlamentaria del honorable Congreso de la República de Colombia. Y esta es la situación de más del 30% de candidatos –que además de novatos– su único mérito es que sus poco nombrables parientes le transfieren sus votos. De esta manera, las próximas elecciones parlamentarias serán la prueba reina del nivel de clientelismo de la peor calaña, en el que ha caído la política en el país.

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La única salvación que tiene la democracia colombiana es que los colombianos se despierten del letargo político en que han caído y sencillamente no voten ni por la sobrina política de Ashton, ni por los hijos, esposas, sobrinos y demás herederos de los votos que cargan con herencias corruptas, y manchadas por conductas innombrables. ¿Será posible que este veto a quienes ostentan la prueba reina del desastre de la política colombiana, el clientelismo, permita una primera limpieza del seno de la democracia?

Si esto se logra, faltaría por corregir la doble militancia para acaparar el poder político regional, que aparentemente dejó de ser un pecado en nuestra adolorida Región Caribe, donde los políticos se han encargado de quitarle la alegría y el orgullo a su pueblo.

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