La teología neo-liberal

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En un país con un 48 por ciento de informalidad y un desempleo por encima del 10 por ciento, se exige que no haya reforma laboral. 


Por: Miguel Gómez Martínez

Analizando las trece propuestas del comité del paro, resulta sorprendente la irracionalidad de algunas de ellas. En un país con un 48 por ciento de informalidad y un desempleo por encima del 10 por ciento, se exige que no haya reforma laboral. Tan solo uno de cada cuatro colombianos puede aspirar a tener una pensión, pero los marchantes no quieren que se toque ese régimen injusto. El maximalismo es una manifestación frecuente en quienes consideran que la economía no debe ser un obstáculo para lo social.

Varios libros recientes reflejan una nueva aproximación a los temas económicos desde la perspectiva de la preeminencia del voluntarismo intervencionista. Economism de James Kwat (Vintage Books, 2018) es un libro que denuncia el control que ejercen las teorías favorables al mercado en el debate de ideas en los Estados Unidos.

El autor sostiene que desde hace más de cinco décadas se ha impuesto un enfoque monolítico en la enseñanza de la economía en las universidades donde se privilegian las ideas contrarias a la intervención del Estado en la economía y se promueven los esquemas basados en la libre competencia. Kwat argumenta que esta circunstancia explica fenómenos como el aumento de la desigualdad y la desaparición de sectores enteros de la producción con sus inevitables costos sociales.

Les vrais lois de l’économie de Jacques Généreux (Las verdaderas leyes de la economía. Éditions du Seuil) fue galardonado en Francia con el premio de libro de economía para escolares. Con un enfoque diferente, pero con el mismo objetivo de denunciar el unanimismo intelectual, el texto propone veinte nuevas leyes que desmontan buena parte de los postulados de lo que el autor denomina “la teología neoliberal”.

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Algunas de estas nuevas leyes tienen títulos sugestivos como “Lo que tiene valor no tiene precio” (ley 3), “la mala competencia desplaza a la buena” (ley 7), “el error es racional” (ley 12), “crecimiento no es desarrollo” (ley 14), “la ley del ponqué: mientras más se comparte más hay” (ley 18), “el salario no es enemigo del empleo” (ley 19) o “un buen déficit es mejor que un mal superávit” (ley 20).

Los dos libros son una muestra de una corriente que gana espacio proponiendo que la economía se desmarque de las restricciones que le impone la ortodoxia.

De forma simultánea, la nueva vertiente considera que los economistas deben entender que lo político tiene preeminencia y por lo tanto los objetivos económicos deben ser subordinados a los sociales.

“Seamos racionales, pidamos lo imposible” gritaban los estudiantes en las revueltas de mayo de 1968. Es el mismo espíritu que parece estar guiando a quienes hoy protestan. Hay que pedirlo todo como derecho y sin importar lo que suceda con la economía.

No hay espacio para las nociones de escasez, equilibrio y costo de oportunidad. En la misma lógica, el populista Primer Ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson que afirma sin desfachatez que quiere “tener su ponqué y comérselo todo” sin renunciar ni entregar nada a cambio.

Nunca debemos olvidar que el populismo es siempre un desafío a la racionalidad.

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