La valija vacía de la democracia

Compartir

«La democracia está marcada por una crisis de credibilidad. Hay una fractura entre ciudadanía, gobierno y política. El mundo necesita una reflexión autocrítica sobre la calidad de la democracia.»


Por: Luis Pérez

La Democracia ofrece la oportunidad de ser libres, vivir felices y luchar por la igualdad. Política sin democracia no es posible, porque sacar al pueblo de la política, es asesinar la política. Y matar la política, es esclavizar a la sociedad de intereses personales, o someterse al poder aplastante de los grandes capitales, o caer en la desgracia colectiva de un régimen dictatorial y autoritario.

En los últimos 200 años, la democracia se mueve entre dos fuerzas contrarias y enemigas. Una ola que la vuelve vigorosa y floreciente; y la ola inversa de la democracia, que tratan de ahogarla.

A partir de 1975 nacieron el 72% de las democracias del mundo, y se llamó la tercera ola de la democratización. Mucha cobertura, pero poca calidad democrática.

La democracia está marcada por una crisis de credibilidad. Hay una fractura entre ciudadanía, gobierno y política. El mundo necesita una reflexión autocrítica sobre la calidad de la democracia. Superar las viejas pobrezas que aún persisten, y ganarle la batalla a las neo pobrezas y neo discriminaciones que crea el mercado como son la tecnología, el internet y los espacios públicos digitales.

Urge rejuvenecer la democracia. Democracia parece una palabra sagrada que nadie se atreve a controvertir. Pero para hacerla cada día superior y para que no la devoren sus enemigos, hay que examinarla si cumple o no con sus propósitos sociales. El que no es autocritico nunca gana la guerra. Aún a riesgo de ser censurado, todo buen ciudadano debe ser exigente con los logros de la democracia.

La democracia es la valija en la que la gente deposita sus sueños, sus esperanzas, sus aspiraciones. La buena política tiene que estar cerca al ciudadano; andar detrás de la gente, buscarlos, conocer sus aspiraciones y las ilusiones que les hacen palpitar el corazón. Los gobernantes deberían buscar también a los informales y a los ilegales para que ingresen a la legalidad y a la institucionalidad. Es más democrático y más económico educar a un joven que perseguirlo o castigarlo por dejarlo caer en la ilegalidad.

Le puede interesar:  La vaca por Antioquia

LEER TAMBIÉN: Plan de desarrollo indígena para Colombia

La Democracia debe ser una valija llena de realizaciones en favor de la gente. No obstante, la democracia se ve lánguida y enferma. La valija de la democracia no puede ser una valija vacía, ni tampoco una pesada maleta llena de abalorios inservibles, dañinos y odiosos.  Y mucho menos puede ser una maleta vieja llena de resultados perversos contra los que la eligieron.

La valija de la democracia guarda derechos populares incumplidos. Robos de esperanzas. Pobreza en carne viva. Hambre y muertos por hambre, que se asemejan a homicidios de la misma democracia. Atropello a los líderes sociales. Trato brutal al medio ambiente. Desempleo, y no se puede olvidar que sin empleo es muy difícil ser buen ciudadano.

La valija de la democracia está llena de desencantos. La maleta de la democracia parece un cascarón vacío. Cuando la democracia entra en bancarrota, la incertidumbre se apodera de la nación. La primera señal de una democracia vigorosa es la vitalidad de los partidos políticos.

En Colombia, el sentir popular es que los partidos perdieron su esplendor y hay fuerzas que quieren convertir los partidos en discapacitados crónicos. Cuando los partidos languidecen, la democracia queda en manos de camarillas o del autoritarismo.

El silencio de los intelectuales frente a los pocos resultados de la democracia, asusta. La falta de propuestas de los políticos crea desesperanza. La escasez de ideales inspiradores para enderezar la democracia decepciona y es señal que existe un robo continuado de las esperanzas a la gente. La falsa democracia tolera sin reparos la codicia y la angurria de pocos con el sufrimiento de muchos.

Le puede interesar:  180 días después…

Bajo la fachada de la democracia se ha escondido una fábrica de desigualdades. La humanidad no tiene ninguna victoria contundente contra la desigualdad. La democracia incluyó en su ideario la mala hipótesis religiosa que en este mundo la inequidad y la injusticia siempre estarán con nosotros.

Mírese la educación que es el primer instrumento de igualdad. La democracia ha sido incapaz de construir educación para la equidad. La educación es una fábrica de desigualdades. Los niños nacen formalmente iguales y a los 15 años, la educación los convierte en ciudadanos contrarios y desiguales.

Poderosos unos y pobres o miserables otros. Quien no tiene buena educación no tiene buena patria. Debe crearse una norma nacional de obligatorio cumplimiento que ordene que La educación de los niños pobres sea igual a la de los niños ricos. Mientras no se comparta el conocimiento y una pequeña parte de la riqueza, el mundo seguirá miserable.

La democracia predica igual trato para todos; pero la realidad muestra que ante cualquier tragedia de la humanidad, la democracia salva primero a las élites.

La democracia no se puede entender como una estrategia para acercar los ciudadanos a la miseria. Si la pobreza aumenta la democracia decae.

Hora de reflexión: La pandemia desnudó los frágiles liderazgos de maquillaje. Sacó a la luz pública la desigualdad y la pobreza en carne viva; y mostró que era falsa la omnipotencia del mercado. Y lo más paradójico, puso a los ricos a pedirle al estado lo que nunca han compartido con la gente.

Última hora

Le puede interesar

[mc4wp_form id=»74432″]