Independientemente de que se acabe la cuarentena y que volvamos a la normalidad, la virtualidad llegó para quedarse y es indispensable que los gobiernos del orden nacional y regional hagan todos los esfuerzos necesarios para conectar al país virtualmente, es una necesidad que nos cogió ventaja.
Por: José Miguel Santamaría Uribe
Dentro de todo los problemas y cambios que hemos tenido que hacer durante estos días de pandemia está el de la virtualización de nuestra cotidianidad.
La adaptación en algunos casos ha sido fácil y en otros no tanto, aunque a nivel educativo ya existían varios avances sobre todo en la educación universitaria y de posgrados, pero en el ámbito escolar ha sido bastante complejo.
Era común antes del coronavirus ver que las grandes universidades del mundo ofrecían sus posgrados y maestrías virtuales, donde los estudiantes tenían que viajar una o dos veces al año a presentar los exámenes o a tener algunas clases presenciales.
De hecho, para un país como el colombiano, era un modelo que podía replicarse ya que se evitarían muchos elefantes blancos e inversiones en ladrillos en sitios alejados que podían ser utilizados en calidad educativa.
Como en este sector de la educación el contacto interpersonal y de convivencia es poco, la asimilación y la costumbre han funcionado bien.
Para lo que el mundo no estaba preparado era para la educación de los más jóvenes, la virtualidad para la primaria y la secundaria ha sido un reto inmenso para las instituciones educativas, ya que prácticamente ninguna venía trabajando en el tema y esto entró de sopetón.
Adicionalmente, considero que existe una gran diferencia entre las diferentes edades de este grupo, mientras los mayores pueden hacer sus cursos o clases responsablemente, existen edades donde un adulto mayor todavía es indispensable para lograr los objetivos.
En este caso le ha quedado muy complejo a los padres de familia, quienes así estén en sus hogares, no han podido llevar a cabo un adecuado acompañamiento a sus hijos por cuenta de las labores propias de su trabajo.
He visto el caso de padres hasta altas horas de la noche poniéndose al día en su trabajo por cuenta de la educación virtual de sus hijos menores.
Pero lo que más preocupa dentro de este grupo de estudiantes no es lo anteriormente mencionado, sino las diferencias entre las herramientas de trabajo entre un estudiante de una familia pudiente y otro de una que no lo es.
Esto tiene muchos aspectos que van desde la calidad del pensum escolar, pasa por el computador desde donde recibe la clase y llega a la conectividad, en precisamente aquí es donde las diferencias son abismales.
Tuve la oportunidad de ver cómo estudian virtualmente niños en municipios alejados de las grandes urbes urbanas, quienes debían hacerlo con el celular de un familiar y pagando la conectividad por minutos en prepago.
Acá es donde vemos que debemos hacer un esfuerzo muy grande para lograr que las clases menos favorecidas puedan tener acceso al Internet y puedan conectarse, bien sea gratis o a precios que ellos puedan pagar, pero además que sea una conectividad de calidad.
Si queremos disminuir la brecha ente el campo y la ciudad, entre ricos y pobres, la conectividad hace una gran diferencia; esta ayudará a que los jóvenes continúen en el campo y no se vayan a las ciudades a engrosar los cinturones de pobreza.
Independientemente de que se acabe la cuarentena y que volvamos a la normalidad, la virtualidad llegó para quedarse y es indispensable que los gobiernos del orden nacional y regional hagan todos los esfuerzos necesarios para conectar al país virtualmente, es una necesidad que nos cogió ventaja.