Lección de economía

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POR: RUDOLF HOMMES

Ayer leí la entrevista que le hizo el director de Portafolio a Angus Deaton, el premio Nobel de Economía que nos visitó la semana pasada, al que había visto en un foro en Bogotá el día anterior y me había atraído por su sencillez. La entrevista comunicaba esto mismo. Deaton ha recibido el más prestigioso galardón que se le concede a un economista y no se atreve a recomendar categóricamente esta o aquella política pública. Dice claramente lo que piensa, pero como si lo estuviera haciendo tentativamente.

En su discurso en Suecia en la ceremonia de entrega del premio Nobel contó que se había convertido en economista por accidente, por ensayo y error, aprendiendo a medida que trabajaba en los temas que le interesan sobre el comportamiento de los mercados y de los individuos que operan en ellos, sobre pobreza y desigualdad. Tuvo la suerte de no ser totalmente autodidacta porque sus mentores fueron, como él mismo lo dijo, personas que recibieron el Nobel antes que él. Pero su manera de hablar y su talante corresponden a los de un autodidacta, alguien que no contó con todas las herramientas que le hubieran facilitado el aprendizaje, pero que al mismo tiempo estuvo libre de los prejuicios que trae consigo el aprendizaje formal.

Dice, por ejemplo, sobre Colombia, que es un privilegio estar aquí en este momento en que todo está cambiando. Ese no parece ser el lenguaje de un economista que estaría preocupado por la inestabilidad, ni es el discurso de un científico político que podría estar preocupado por lo que esa posibilidad de cambio podría traer consigo para las instituciones democráticas. Pero él, cuando dice esto, está pensando que Colombia no es tan rica como debiera serlo y que estos cambios podrán hacer efectivo ese potencial.

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Cuando le preguntan cuál es el rol de los impuestos en la desigualdad responde que no lo tiene claro. Dice que hay que pagar impuestos porque hay que pagar por la educación, pero que no sabe si los impuestos deben ser nacionales o locales. Pregunta que si se va a renunciar del todo a la distribución en un país en donde hay muchos pobres, aclarando que lo que le preocupa es que los niños pobres no pueden educarse. Le gustaría completa igualdad pero que si se hace eso no habría nada para dividir, lo que tiene limitaciones. Claramente lo que piensa es que los impuestos son para redistribuir, pero sin exagerar, y que hace falta mucho trabajo teórico sobre cómo conciliar los impuestos con la eficiencia. Estas dudas y esta aproximación dubitativa son muy útiles en la situación actual en la que se entiende la necesidad de recaudar más, pero se teme que un aumento de impuestos y una excesiva austeridad reduzcan aún más el crecimiento y el empleo.

Sobre ese dilema, Deaton dice que los políticos en todas partes están paralizados por la austeridad y que no han aprendido qué no es lo que deben hacer. La lenta recuperación es auto infringida, porque se le ha delegado la tarea de estimular las economías a los bancos centrales que no cuentan con suficientes herramientas y los economistas saben muy poco de crecimiento.

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