Lenguaje pacífico

Desde el presidente hasta los influenciadores, la retórica agresiva se ha convertido en un mal transversal. Colombia necesita un pacto nacional por el lenguaje pacífico si quiere preservar su democracia.

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Existe la necesidad de un llamado al lenguaje pacífico, al debate de las ideas, cada vez que nos acercamos a las fechas electorales más importantes. Lo decimos a propósito de lo ocurrido recientemente con la señorita Antioquia, quien antes de ser coronada publicó unos videos junto a Santiago Botero y Abelardo de la Espriella, con mensajes ofensivos, inapropiados y profundamente violentos.


Y lo mencionamos, sobre todo, por lo que Colombia acaba de vivir. La memoria corta de este país sigue siendo, quizá, nuestra peor enemiga. Por eso, quienes cometen delitos, quienes roban, asesinan o protagonizan toda clase de vejámenes, lo hacen con tranquilidad: porque saben que la memoria colectiva de Colombia es frágil, casi inexistente.

Hace apenas tres meses, el país enterró a un candidato presidencial asesinado a bala, víctima del odio político. Y pocas semanas después, una influencer, hoy ex reina de Antioquia, aparece preguntando a candidatos presidenciales a quién le darían bala o un cachazo. Lo más grave es que algunos de esos candidatos le siguieron el juego. Hablamos de figuras públicas, incluso del propio presidente de la República y de líderes como Daniel Quintero. Más allá de las diferencias políticas, se trata de un mensaje que debe ser rechazado tajantemente.

Lo mismo ocurre con el señor Wally, posible futuro senador del Pacto Histórico, quien después de obtener una notable votación en la consulta del domingo recurrió a insultos y agresiones en redes sociales. Si Colombia decide convertir otra vez la campaña electoral en una contienda violenta, estaremos repitiendo los peores capítulos de nuestra historia. Y eso, como sociedad, sería imperdonable.

Lo preocupante es que el lenguaje de la violencia no proviene solo de los extremos. Desde el presidente hasta los influencers, desde los candidatos hasta los seguidores en redes, muchos están alimentando una retórica inaceptable. Incluso dentro de la derecha se lanzan unos a otros deseos de bala, insultos y amenazas. Ese es un camino que, como medio de comunicación, no vamos a recorrer ni a permitir que se normalice.

Nos parece igualmente lamentable que algunos medios, pertenecientes a casas periodísticas supuestamente respetadas, aprovechen espacios de informalidad para hacer chistes con temas tan graves. En programas radiales se repite con ligereza la palabra “balín”, entre risas, como si estuviéramos en un país pacífico. Pero no lo somos.

Por eso reiteramos: no daremos cobertura a candidatos al Congreso ni a aspirantes presidenciales que escojan el lenguaje de la violencia como su herramienta política. Nuestro compromiso es con un debate democrático, con altura, con ideas y con propuestas serias de país. No con los charlatanes.

Entendemos que a una parte del país le fascinan el escándalo, el morbo, los reality shows, las peleas, las mechas y toda la basura que venden algunos canales, emisoras y redes sociales. Pero nosotros no vamos a promover eso, ni mucho menos a aceptarlo. Quienes quieran consumir basura, que lo hagan. Pero que no pretendan que todos los colombianos convirtamos nuestra democracia en un espectáculo vulgar y violento.

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