Un llamado para recuperar la confianza

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EDITORIAL

Este contenido hace parte de nuestra sexta edición de 360 Revista. Cada año, nuestro medio de comunicación realiza una publicación impresa con la compilación de los hechos más relevantes del año que culmina y con proyecciones de expertos para el que nos espera.

Creemos desde las convicciones y desde la certeza en la capacidad de mirar a la cara al otro, en ser genuinos, en entregar un voto de confianza en los principios y en obrar bajo la nueva fe. No es momento para la desesperanza o para cualquier otro escenario que sea antónimo de confianza, una piedra angular para la edificación de una sociedad sana, positiva y con valores.


Al parecer veníamos perdiendo a través de los años previos a la pandemia del covid la génesis de lo que realmente se trata la vida misma, apartados completamente de lo que polariza, de lo que puede resultar para algunos apático como la religión, la política o cualquier tipo de ideología propiamente natural, del ser humano, inherente a nuestras condiciones de imperfección que han creado un escenario adverso para la construcción de acuerdos para la tolerancia y la sana convivencia.

Desde nuestro medio de comunicación llevamos registrando durante más de diez años continuas desaprobaciones en cualquier medición que se quiera considerar, no importa la muestra o los rasgos, todo nos lleva a un mismo escenario común: desconfianza, una desconfianza que traiciona nuestra misma génesis, la de confiar en el valor de la palabra, de confiar en que los humanos sin palabras terminan siendo simples seres carentes de racionamiento y sobre todo de fundamentos básicos de vida.

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Es una tarea general, no se trata solo de que los gobiernos tanto en su rama ejecutiva como legislativa tengan que mejorar, que la justicia por su cuenta tenga que mejorar, al igual que los medios de comunicación, los gremios, la academia, la iglesia, las figuras públicas; esta es una tarea de todos que se construye desde las calles más recónditas y municipios más lejanos de nuestro país hasta la mesa más prestigiosa que pueda existir en Colombia entre personas con títulos, posiciones materiales o los cargos más importantes.

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De manera fiel se podría aplicar una regla, y es que las sociedades que no confían entre sí están condenadas al fracaso. La confianza puede ser un antídoto fundamental para que Colombia afronte esta era aparentemente pospandémica de una manera distinta, con mejores formas que nos lleven a construir una sociedad distinta que confíe en la creación de valor, en el valor de la palabra, en que vale la pena hacer las cosas bien; que no considere la codicia, la mentira, el rencor y esas frases como el vivo vive del bobo, hay que tener malicia indígena pues porque nos han hecho mal.

Los ciudadanos están en su pleno derecho de expresar su desconfianza hacia la Policía, el Ejército, los jueces, los medios de comunicación, las empresas, los congresistas, presidentes y ministros, empresarios, claro que sí; pero no se pueden desentender de que es tan tramposo y tan corrupto quien estafa a un vecino en la venta de unas gallinas, como quien tumba al Estado en una licitación con cualquier tipo de contratación pública, o el político que hace uso indebido de los recursos que le fueron asignados, o los empresarios que operan en contra de los principios legales.

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Puede sonar utópico e ingenuo lo que planteamos en este editorial, pero creemos con total firmeza que no se puede seguir viviendo como si este fenómeno no fuera importante. El resultado puede ser mejor si apostamos por recuperar la confianza entre todos porque nos evita llegar al colapso, al caos, a las soluciones populistas, demagógicas e irresponsables que en el 2022 se ciernen sobre los comicios electorales. Todo este ambiente  de desconfianza y pesimismo solo le favorece a quienes surgen con discursos que buscan destruir, que buscan sacar petróleo de la crisis social.

Insistimos, esto es una tarea de todos. Cada uno tiene diferentes responsabilidades pero está en nuestro haber cumplirla de la mejor manera posible. Que no se pierda la coherencia y la consecuencia, elementos que se apartan de los vicios políticos y de la irracionalidad, por ser tan lógicos van a gozar siempre del respaldo de la mayoría; no se trata de lo que las personas quieren escuchar, es lo que consideran que debe acontecer, pues en Colombia se debe evidenciar con ejemplo que cumplir las leyes y las normas, que construir confianza, que ser personas amables, serviciales y sobre todo capaces de lo impensable, vale la pena.

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