Es la riqueza la que tiene la capacidad de hacernos superar la miseria. Parece obvio, pero no es lo que hemos venido buscando en las últimas décadas.
Por: Miguel Gómez Martínez
Invitado por la Universidad Sergio Arboleda, en el marco de su programación académica, estuvo en Bogotá el profesor Alejandro Ruelas-Gossi, Ph. D. en Estrategia y Teoría de la Complejidad, de la Universidad de Carolina del Norte, y máster en Gerencia de la Tecnología, de MIT. El experto realizó una provocante e interesante presentación sobre la necesidad de reorientar nuestro modelo empresarial hacia la producción de bienes y servicios de alto valor.
La idea central es que la división internacional del trabajo actual quiere separar el ‘pensar’ del ‘hacer’. A los países pobres se les incentiva a producir de la forma más barata posible los bienes que requieren las economías avanzadas. El low cost es una trampa de pobreza porque, para poder competir, los salarios deben ser bajos y el énfasis debe enfocarse en maximizar la producción con el mínimo de recursos. Siempre existirá un país con un mayor nivel de pobreza que esté dispuesto a producir a un valor más bajo. Ruelas considera que el mejor ejemplo de este mal modelo es la maquila que proliferó en el norte de México, su país natal. La competencia por el menor valor no permite generar riqueza.
Es necesario posicionarse en el nivel de valor más elevado. Pero lo interesante de la tesis es que no se trata de producir tecnologías de punta que no están al alcance de nuestros países. Lo que hay que hacer es llevar al nivel más alto de generación de valor aquello en lo que somos buenos produciendo. La industria láctea en Nueva Zelanda o los aguacates mexicanos son claros ejemplos de cómo es posible, con un producto sencillo, obtener el máximo de valor y en lugar de hacerlo con bajos precios.
Los productos por elemetales que sean, tienen la posibilidad de generar emoción, buen gusto y alta calidad. “Las cosas buenas y caras generan riqueza”, afirma Ruelas con firmeza y convicción. Los bienes y servicios buenos son costosos porque son apetecidos y pueden posicionarse en los rangos altos de consumo. Lo caro es rentable, mientras lo barato es sinónimo de una estructura productiva frágil y vulnerable a los cambios de la coyuntura económica.
¿Podríamos desarrollar a partir de nuestro café un producto que sea de mucho valor agregado que el simple grano? ¿Podemos darle a nuestras hermosas esmeraldas un mayor valor para que dejemos de exportarlas en bruto? ¿Podemos alrededor de tantos productos, en los cuales tenemos capacidad productiva, generar un alto valor que nos posicione como referentes en esos nichos de mercado? En lugar de seguir buscando espacios de competitividad que no tenemos, pues nuestra mano de obra no es ni abundante ni barata, podemos explorar ser muy buenos desarrollando el potencial que tenemos nosotros mismos.
Para reorientar nuestro modelo de desarrollo hacia el alto valor, también necesitamos buena infraestructura, capacidad tecnológica y gente más educada. Pero lo importante es cambiar la idea de que la pobreza nos sacará de la pobreza. Es la riqueza la que tiene la capacidad de hacernos superar la miseria. Parece muy obvio, pero no es lo que hemos venido buscando en las últimas décadas.
Coletilla: con las cortes que tenemos, que creen que el Estado debe pagar por todo, incluso por lo que no es responsable, es imposible superar la crisis fiscal.