Por: Steven Jones Chaljub
Guaidó, el nuevo personaje de la arena política venezolana, está dando mucho de qué hablar, no porque sea particularmente excepcional sino por ser el primero en forzar una transición en este país desde que Leopoldo López decidió inmolarse de una forma absurda. Sin embargo, a diferencia de sus antecesores, Guaidó tiene a su disposiciones el impulso en la población civil generado por el hambre real y físico. Adicionalmente, y por múltiples razones, él también ha logrado conseguir una amplia legitimidad doméstica e internacional, las cuales se han visto reflejadas en diferentes guiños de ojo extremadamente valiosos: el control financiero de capitales en Estados Unidos; las múltiples sanciones económicas a los partidarios del régimen, y su aislamiento diplomático en Suramérica y Europea; y la movilización en masa por parte de los venezolanos.
Los elementos listados otorgan, sin duda alguna, una ventana de oportunidad sin precedentes. De allí que sea necesario preguntarse si Guaidó es capaz de capitalizar exitosamente la situación hacia su objetivo. En lo personal, creo que él tienen varias cosas que debe hacer ya que existen serios obstáculos en su comino que pueden resumirse en deudas, justicia y armas.
Lo primero que debería hacer Guaidó es no olvidar a los acreedores. Venezuela tiene billones de dólares comprometidos en producción petrolera de futuro a diferentes países que están más que dispuestos a proteger sus intereses económicos, incluso si ello implica apoyar a un cuestionado gobierno como el de Maduro. Dentro de estos países, y quizás el más preocupante de todos, se encuentra Rusia. Ahora bien, lo que Guaidó debe entender es que Venezuela no es Siria y Maduro no es Bashar Al-Assad, lo cual siguiere que Moscú estaría dispuesto de hacerse a un lado si le dan las garantías suficientes frente a los dineros adeudados. Y es que la posibilidad de Rusia enviar una fuerza expedicionaria de gran escala a Suramérica es casi nula, primero porque el tamaño requerido para tener a Estados Unidos en línea supera las capacidades logísticas, y segundo porque Venezuela está lejos de su zona de influencia natural, lo que generaría presión en lugares de mayor valor (ej. Medio Oriente y los Balcanes) por parte de terceros como es, por ejemplo, la OTAN.
Lo segundo que debe hacer Guaidó es crear puertas traseras. Esto sonará crudo y lastimero, pero si algo nos ha enseñado la historia frente a los conflictos y los dictadores es que una transición pacífica no es posible de lograr si también se pretende impartir justicia – muchos han preferido traer el infierno a la tierra que ser juzgados y humillados por los “usurpadores”. Con esto en mente, Guaidó debe escoger entre la impunidad y la violencia, lo que se traduce en darle la posibilidad a Maduro y a muchos otros de salir del país con todo y familia hacia el destino que ellos elijan. Lo mismo aplica para los dineros que han sido desviados hacia el exterior, al menos en el corto plazo, pues Venezuela no los requiere para su reconstrucción.
Lo tercero que tiene que Guaidó es hacerse con parte de las armas, pues el que las posee tiene el verdadero poder. A Chávez y Maduro los perpetuaron las fuerzas militares y policía, así como otra serie de actores con dudosa legalidad. Los líderes de estas instituciones, al igual que ocurre con los políticos, tampoco están dispuestos a pasar por la balanza de la justicia, y Guaidó lo sabe. El problema es que no le están creyendo el cuento de la amnistía general, así como tampoco su habilidad para proteger a aquellos que estén dispuestos a generar una fractura al interior de fuerza pública bolivariana. La alternativa más realista que tiene Guaidó es, entonces, abrir también “puertas traseras” a la cúpula, a la par que emplea el dinero bajo su control para comprar lealtades. Esto podría ser acompañado, aunque es una completa locura por facilitar el paramilitarismo y un verdadero conflicto armado, por su propio conjunto de contratistas en seguridad (palabra bonita para mercenarios modernos). En cualquier caso, si Guaidó no se hace a una parte del poder que otorga las armas, su esfuerzo estará condenado al fracaso, pues el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas jamás permitirá una intervención militar en la Venezuela actual.
El hecho que Guaidó realice lo mencionado no es garantía de éxito pues nunca se debe subestimar la testarudez humana. Maduro y su séquito son individuos ampliamente impredecibles que han demostrado ser muy creativos en todos estos años, lo cual envuelve a Venezuela en una espesa bruma de incertidumbre. Lo único que queda por hacer es esperar a ver cómo se desarrollan las cosas, pues el mejor escenario, aquel donde todos salen del país a un asilo y Guaidó asume la presidencia interina, realmente es lo que dicta el sentido común, pero éste es siempre el menos común de todos los sentidos.