Loor y gloria a la sempiterna “raza paisa”

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Loor y gloria a la sempiterna “raza paisa”: «Desde pequeños, a los paisas nos meten la idea de que los nacidos en estas montañas, alimentados con claro, mazamorra y tinta de frisoles, estamos destinados a ser los más vivarachos y arriesgados del mundo…»


Por: Wilmar Vera Zapata – @wilmarveraza1

Las redes sociales, que bien las llamó el periodista Jon Lee Anderson “cloacas”, andan agitadas porque un sacerdote en Chiquinquirá se atrevió a hablar mal de la muy loable y excelsa cultura paisa. Desde el sermón, el prelado habló de los males y bondades de los habitantes de esta esquina de la geografía nacional, de quienes recalcó sus gustos por el pecado y el deseo por sacar provecho de todo lo malo.

¿Dijo algo que no sea cierto?

Desde pequeños, a los paisas nos meten la idea de que los nacidos en estas montañas, alimentados con claro, mazamorra y tinta de frisoles, estamos destinados a ser los más vivarachos y arriesgados del mundo. “Paisa no se vara”, “paisa vende una loca preñada” o “sin los paisas Colombia no progresaría”, nos meten en la cabeza.

Y sacan a colación rancios abolengos de pretéritos éxitos, donde el ingenio de sus paisanos, antaño, vencieron a la montaña, a la Naturaleza y se constituyeron en referentes de progreso y dinamismo, especialmente comercial, en un país en plena construcción de identidad.

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Loor y gloria a la sempiterna “raza paisa”

Por desgracia muchos se tragaron ese cuento y quedaron convencidos de la suerte de ser paisa, o de raíz paisa, como con los quindianos, caldenses y norteños del Valle del Cauca. Poco se le reconoce en esa fortuna natal a los de las tierras costeras, donde despectivamente se les llama “chilapos”. Es más, a los indígenas y a los afrodescendientes no se les concede ese título, como si el color de la piel fuera una marca distintiva entre los mestizos y blancos de noble ancestro de “Quijote y Quimbaya”. Bueno, sí lo son, la piel demasiado oscura o los ojos ya muy cafés son señales de dudosa paisanidad.

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El chovinismo antioqueño ha sido analizado desde la academia, la literatura y la economía y sí reconoce las grandes diferencias y particularidades del origen y evolución de la cultura regional. De ser una zona aislada y atrasada en la Colonia, gracias al capitalismo y el comercio dio un salto enorme al enriquecimiento y desarrollo industrial en ciertos sectores de la población, sostenido en baluartes fuertes que siguen siendo el trípode de la cultura paisa: el arraigo a la tierra, la fortaleza en la familia y un amplio sentimiento religioso, rayando en lo camandulero.

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Los griegos clásicos llamaron “ethos” o “morada”, “naturaleza”, lo que llegó a ser traducida como “costumbre”, “conducta”, “hábito”, “modo de vivir”. De ahí surgiría, por ejemplo, la palabra y el concepto de ética. Esa es la ética paisa que pregonamos.

Ver: https://www.microfilosofia.com/2019/02/critica-del-ethos-paisa.html

Allí, también las violencias han estado presentes y terminaron siendo factores preponderantes en el “ethos” del antioqueño, sobre todo en actuaciones que con el paso de las décadas se volvió una actitud “normalizada” bajo la influencia nefasta del corruptor dinero del narcotráfico, hace casi medio siglo.

Exacerbado por los traquetos -los nuevos ricos, ejemplos de vida para un sector de la sociedad- la idea de una “Antioquia Federal” se levantó como respuesta al maltrato que desde la centralidad bogotana ha afectado a las zonas periféricas, como si en Medellín no pasara lo mismo y el presupuesto y las inversiones no orbitaran alrededor de la “capital de la montaña”.

Claro que era el miedo a la extradición fue el principal motor de la propuesta y hoy muchos sueñan con un reino de Antioquia, con un monarca expresi (dente, diario) que nos comparta sus ubérrimos dones e imponga en sus vástagos-príncipes-empresarios la saga que ha de gobernar de forma eterna a estos, sus súbditos e hijitos.

Salve Rex, pater aeternus…

Esa normalización de las violencias estuvo presente en los actos sangrientos de los cuales la generación mayor de 40 años fue testigo y víctima, además llegó al lenguaje y por ahí al subconsciente colectivo, llevándonos a creer que somos superiores, algunos incluso denominándonos “raza antioqueña”. Término que fue muy popular en los años 30, cuando el canciller Luis López de Mesa frenó la llegada de migrantes judíos de Alemania porque era una “raza” de dudoso origen y con los únicos que podrían los germanos de bien (blancos, adinerados, católicos) llegar a cimentarse y hasta mezclar sangres era con la gente de Bogotá y Medellín. Hacer lo contrario era “perjudicar la raza”.

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¿Exageró el cura de Chiquinquirá? Seguro, parecía paisa. Pero no podemos negar nuestros bemoles y vergüenzas, pues así como hay unos paisas representativos en lo bueno hay otros nefastos por su quehacer y daño social.

Es más, el solo hecho de que con mentiras, odios y reclamos racistas y aporofóbicos un sector de la élite haya convencido a miles de pobres y clase media a defender el fascismo moderno y a sus líderes políticos, y que en elecciones esta tierra sea reconocida como bastión de la banda de la tercera y cuarta letra del alfabeto, convirtiéndose en la piedra en el zapato en la construcción de un país en paz, incluyente y moderno, es razón suficiente para dar un diagnóstico de enfermedad generalizada entre los miembros de tan excelsa “raza elegida”.

“La identidad cultural de los «paisas», sus maneras de interacción con el otro, guardan una estrecha relación con la vida capitalista y el conflicto que en ella se genera. Es necesario revisar la relación existente entre la vida moderna, la forma de interacción que la violencia que vivió y se vive en Antioquia y el país, para determinar su contribución y mediación en la configuración en la dinámicas y construcción de estilo de vida adscrito al Ethos paisa”, dice el informe señalado párrafos antes. 

Es hora de mirarnos en el espejo y aceptar lo que nos refleja, las luces y las sombras, con la esperanza de que las nuevas generaciones no cometan nuestros mismos errores como ciudadanos de un proyecto mayor que es construir a una Colombia para todos. Incluyendo a los paisas de pura cepa.

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