Los candidatos y la mujer

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Por: Cecilia López Montaño


Poco se ha escuchado en los debates, discursos y entrevistas de los candidatos presidenciales sobre la desigualdad permanente que vive la mujer colombiana frente al hombre. Mientras en el mundo la necesidad de lograr la equidad de género se plantea como una tarea pendiente, aún en los círculos económicos en Colombia el tema sigue siendo marginal, o peor aún, cuando se trata, las respuestas desconocen la verdadera realidad de las mujeres. En un reciente artículo, Claudia Palacios analiza los elementos principales de las propuestas de todos los candidatos al respecto y al final pregunta si estos planteamientos convencen. La respuesta es: definitivamente no.

Sorprende que en este debate presidencial, en el cual 3 de los vicepresidentes son mujeres con trayectoria política y experiencia académica, las ideas sobre cómo abordar la desigualdad entre hombres y mujeres son pobres y ajenas al nivel del debate actual en el mundo. Con razón 250 organizaciones de mujeres harán el 8 de mayo, en Casa Ensamble, el foro presidencial Las Mujeres Preguntan, con el fin de lograr que los candidatos expongan sus compromisos con “la mayoría de la población del país, las mujeres”. Es una estrategia para que los asuntos que las colombianas requieren entren a ser parte del debate presidencial y sean un tema fundamental en el país.

Tres elementos son esenciales para tomar en serio este asunto. Primero: centrar la situación de la mujer en la familia es desconocer los profundos desequilibrios de poder que existen dentro de esta. Es la mejor forma de lograr que nada cambie, donde el jefe seguirá siendo el hombre aun si no existe en la realidad; y la mujer, la subordinada. De esa realidad nacen muchos de los graves problemas de desigualdad y violencia que ellas viven. Si no genera ingresos, sus actividades se menosprecian y su falta de autonomía económica se vincula con su posición de desventaja dentro de la familia y con la violencia contra ella.

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Segundo: abordar la cuestión del cuidado no remunerado que realizan fundamentalmente las mujeres, ofreciendo pagarles por el trabajo que hacen en sus hogares, es la peor forma de abordar una de las mayores injusticias que se cometen contra ellas, la división arcaica y obsoleta en que los hombres trabajan y las mujeres cuidan. Pagarles a las amas de casa, propuesta que ofrecen varios candidatos, es un verdadero retroceso, cuando la Ley 1413 mandó medir la economía del cuidado –tareas no remuneradas que pueden hacer terceros–, y se sabe que hoy representan entre 19 y 20 % del PIB, más que cualquier otro sector que se reconoce como productivo. Ya existe una cuenta satélite de las cuentas nacionales con estas cifras. ¿Dónde estaban las mujeres ‘vices’ cuando sus candidatos hacían semejante propuesta?

Tercero: afirmar que solo se requieren más guarderías y sitios de cuidado de ancianos es desconocer que todo el mundo necesita cuidado y, además, que este concepto va mucho más allá de lo asistencial y que cubre la alimentación de la familia y todo lo que requiere un individuo para tener una vida sana, productiva y feliz.

La verdadera solución es que estas actividades que pueden realizar terceros entren a la corriente económica al ser distribuidas entre el Estado y el mercado. Se libera tiempo de las mujeres para que entren al mercado laboral y obtengan autonomía económica; se genera empleo femenino y masculino cuando el Estado y el mercado se ocupen del cuidado; se mejora la prestación de estos servicios, en especial para sectores vulnerables hoy sujetos al descuido y a la violencia. Y por todo lo anterior, se aumentan el empleo, el PIB, los impuestos de manera que la parte que asuma el Estado pueda financiarse. Se desarrollan las industrias y la infraestructura de cuidado más intensiva en mano de obra y menos discriminadoras del trabajo femenino. Solo así se avanzará en equidad de género. Lo demás es demagogia.

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