En épocas donde se habla de déficit fiscal, desfinanciación y reformas tributarias, y donde también se empiezan a ver algunos cambios en el comportamiento tributario en las regiones del país que están estrenando gobernantes, es necesario destacar el esfuerzo de estos nuevos líderes.
Han generado confianza en sus ciudadanos, ofreciendo facilidades, flexibilidad, incentivos y deducciones para que se pongan al día con los diferentes tributos que estaban en mora. Esto no solo ayuda a quienes enfrentan dificultades financieras debido a la coyuntura económica posterior a la pandemia, sino también a quienes, por la ausencia de confianza y falta de transparencia de gobiernos anteriores, decidieron no pagar sus impuestos.
Es evidente que, cuando los ciudadanos perciben que los recursos no están siendo bien invertidos, una respuesta natural e inmediata es dejar de pagar impuestos o pagar menos. Aunque esta actitud puede ser cuestionada por las autoridades, debe servir como un llamado a la reflexión para los gobernantes.
Deben entender por qué muchos ciudadanos se sienten desmotivados para cumplir con sus obligaciones tributarias. ¿No será porque siguen viendo sus ciudades, territorios y el país en general prácticamente idénticos, sin mayores avances ni transformaciones, donde los únicos cambios provienen del sector privado?
El Gobierno Nacional actual ha experimentado una degradación en las finanzas públicas en el último año y medio, debido a presupuestos mal diseñados y proyectados, así como a una caída en los recaudos. Esta situación es, en gran parte, consecuencia de la coyuntura económica adversa, pero también de un sistema tributario cambiante, con reglas de juego inequitativas e injustas, y cargas tributarias insostenibles.
Como resultado, muchas personas están optando por abandonar el país, renunciar a la residencia fiscal, o mover sus negocios e ingresos al extranjero. Aquellos que permanecen en Colombia recurren a la «gimnasia financiera» para pagar menos impuestos, muchas veces de manera legal, lo que no debería ser motivo de desconfianza.
El mensaje para los gobernantes es claro: hagan un buen uso de los recursos públicos, sean transparentes y responsables, valoren los esfuerzos de los ciudadanos y las empresas para pagar los impuestos, y generen la confianza necesaria para que no solo se pague lo que se debe, sino que incluso se contribuyan en otras causas del Estado.
La confianza es fundamental en una sociedad y trae muchos más réditos que la represión, el miedo y la amenaza.