La centralización del Estado Colombiano solo ha traído burocracia inútil, gastos excesivos, nepotismo, al igual que un debate democrático desequilibrado, cargado de un deficiente desarrollo regional y que es caracterizado por una dependencia absoluta a una capital desconectada de la realidad del país.
Por: Andrés Felipe Gaviria
Antes que nada, quisiera dejar claro algo, pues entiendo que el calibre de este tipo de debates se puede prestar para herir susceptibilidades y malinterpretar lo que pueda estar escrito aquí.
Amo a Bogotá y en lo personal es una ciudad que me encanta y con la que estoy eternamente agradecido; es un lugar al que tengo el privilegio de viajar constantemente y considero que allí, pero a tantas adversidades, los sueños pueden hacerse realidad.
No obstante, ahora que se habla nuevamente sobre la necesidad de estudiar y empezar un proceso de federalización en Colombia por cuenta de todo lo que ha generado la crisis del coronavirus, tomo partida para hacerme del lado de la federalización y expondré algunas razones por las cuales creo que es favorable.
No digo que con esto los departamentos tengan que quedar convertidos en países, todo lo contrario, si consultan un poco sobre cómo funcionan los sistemas federales en Alemania y Estados Unidos entenderán a lo que me refiero.
Cada departamento y sus habitantes son un diamante en bruto en Colombia; veo en estos territorios y en las personas grandes capacidades, voluntades, corazones bondadosos, mentes brillantes, mucho entusiasmo y liderazgos importantes.
Creo que es inoperante someter todo el desarrollo de 32 departamentos y más de 1.100 municipios a lo que se decida en Bogotá por cuenta de unos pocos políticos y algunos gremios en exclusivos hoteles de la capital.
Eso sin mencionar al Congreso, que en la mayoría de los casos de quienes llegan allá pierden la naturalidad de sus orígenes y terminan convertidos en burócratas de oficio, así como en amables componedores de intereses particulares.
Por eso prefiero que aprovechemos realmente lo que tanto ufanados de nuestros territorios a lo largo de estos años, en la riqueza cultural de nuestro país, de sus recursos mineros y energéticos.
De sus cuencas hídricas, de su fauna, de su flora, sus mares y el potencial que tenemos para conectarnos con el mundo a través de un Pacífico que ha sido desaprovechado, o de un Caribe, que aunque ha tenido avances sustanciales, hoy sigue siendo muy precario para estar en la esquina estratégica del mundo.
Tenemos departamentos con una capacidad de producción agrícola impresionante y solo el 40% del territorio nacional es explotado como se debe.
Lo más triste es que a los jóvenes que nacen en el campo o a quienes no nacen en ciudades capitales, les piden que abandonen sus labores y se vayan a las ciudades a estudiar cualquier tipo de carrera o técnica para empezar a regar hojas de vida con la esperanza efímera de encontrar un empleo, cuando realmente la riqueza está en los campos que han abandonado.
Evidentemente esto es una tarea conjunta, es una corresponsabilidad ciudadana y honestamente nunca he esperado que los colombianos elijan bien a sus gobernantes
Esperaría más bien que con un cambio hacia una federalización pueda existir un sentido de más responsabilidad y de profunda reflexión.
Que esos departamentos que históricamente nos hemos acostumbrado a reconocer como pobres y desastrosos, como el caso del Cauca o el Chocó, pues que de una vez tomen las riendas de sus destinos y se hagan responsables de sus acciones para que dejen de culpar al Gobierno Nacional de todo lo que allí pasa.
No se trata de entregar soberanía a cada departamento para su seguridad o modelos políticos y económicos, todo lo contrario, se trata de que generemos en Colombia una posibilidad para que los departamentos compitan entre sí por ofrecer mejores condiciones a los sectores que más les convenga.
Sin duda alguna, Magdalena, Atlántico, Sucre y Córdoba, tendrán una estrategia más interesante y enderezada para las empresas del turismo, carga, navieras, entre otras.
Por su parte, lo relacionado con Antioquia, Caldas, Quindio, Risaralda y Valle del Cauca, cuentan con producciones agrícolas y de servicios muy fuertes.
Por eso debe trabajarse en una conexión que pueda ofrecer a estas regiones una salida al Pacífico, con buenos puertos, igual que Antioquia, en donde debe haber nuevos complejos que nos conecten con Panamá y con Estados Unidos de manera más práctica y eficiente.
Que nuestros famosos Llanos, el Caquetá, el Guaviare y el Vaupés inviertan realmente en sus tierras y también se conviertan en dispensas alimentarias de más del 60% del país.
Que ese desempleo que históricamente han tenidos estas regiones se reduzca a través de nuevas políticas laborales que sean tomadas en los departamentos y que las asambleas, hoy tan apagadas, tomen un verdadero protagonismo.
Que mejore la interlocución política con altura y que evidentemen las finanzas y riquezas de las administraciones, vayan a más y crezcan a través de inversiones estratégicas para soberanías alimentarias y energéticas, pero sobre todo, en la soberanía del agua, tan importante para nosotros.
Creo profundamente que este debate no se debe aplazar, se tiene que dar y hay que exponer a quienes están inhabilitados y hoy critican esta idea.
De manera que, tengamos un debate sano, progresivo e incluyente por el beneficio del país.