Miedo a la muerte

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Por: Misael Cadavid

Posiblemente el enigma que produce más caos mental en el ser humano es la muerte.

Por medio de la psicología moderna, muchos de los desequilibrios mentales que antes eran abordados por medio de una estricta disciplina moral, se resuelven ahora con métodos más indirectos, pero también más científicos.

Existe, una tendencia especialmente entre los devotos del psicoanálisis a pensar que ya no existe ninguna necesidad de estoico dominio de sí mismo. No defiendo este punto de vista, y en el presente artículo  me propongo considerar algunas de las situaciones que hacen necesario el estoicismo.

Empezar  con el más difícil y el más esencial de los problemas que requieren estoicismo: me refiero a la muerte.

Hay varios modos de enfrentar el miedo a la muerte.

Podemos tratar de ignorarla; podemos no mencionarla nunca, y tratar siempre de volver nuestros pensamientos en otra dirección cuando nos sorprendamos meditando sobre ella o podemos adoptar el sistema completamente opuesto, y meditar continuamente sobre lo breve y efímera que es la vida humana, en la esperanza de que la religión, a nivel general, suavice  tensiones, pero, a nivel individual, aquiete temores personales, infunda confianza y anime al individuo a seguir adelante.

Hubo un alumno del Cambridge College que llegó inclusive a dormir con el ataúd en su habitación y que solía salir al parque con una pala para partir gusanos en dos, diciendo mientras lo hacía: «¡Eh! ¡Todavía no soy tuyo!».

Existe una tercera vía, muy difundida, que consiste en persuadirse, y persuadir a los demás, de que la muerte no es la muerte, sino la puerta de una nueva y mejor vida.

Estos tres métodos, combinados en proporciones variables, revisten la adaptación de la mayor parte de la gente a la inquietante realidad de que hemos de morir.

Por lo tanto, hemos de procurar establecer una actitud hacia la muerte distinta de la mera ignorancia de su existencia.

La práctica de la constante y triste meditación sobre la muerte es igualmente dañosa. ¡Es un error pensar demasiado exclusivamente acerca de cualquier tema, especialmente en la muerte!

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Por supuesto, podemos actuar de modo de posponer la idea de nuestra propia muerte, y dentro de unos límites, que son los de toda persona normal. Pero no podemos evitar morir al final, con lo que éste resulta un tema de meditación inútil.

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El miedo a la muerte hace que el hombre se sienta esclavo de fuerzas externas, y de una mentalidad de esclavo no cabe esperar ningún buen resultado.

Si un hombre puede verdaderamente curarse a sí mismo del miedo a la muerte por medio de la meditación, dejará de meditar sobre el tema; en tanto éste absorba sus pensamientos, no habrá dejado de temerla.

La creencia en la muerte como puerta de entrada a una vida mejor debería, lógicamente, impedir que el hombre sintiera el menor miedo de ella.

Afortunadamente para la profesión médica, de hecho no tiene estos efectos, excepto en muy escasas ocasiones. Personalmente he visto muy poco  que los creyentes en una vida futura tengan menos temor a las enfermedades o sean más valientes en las batallas que aquellos que piensan que con la muerte acaba todo.

Es común preguntarle a alguien, lo que piensa de lo que habría de sucederle cuando muera. Y es aún más común que el interlocutor de marras trate de ignorar la pregunta, pero, si se le insiste, es posible que diga: «Mmmm…Supongo que alcanzaré la gloria eterna, pero me gustaría que no hablara usted de cosas tan desagradables». La razón de esta aparente inconsecuencia es, desde luego, que la creencia religiosa, en la mayor parte de la gente, se da solamente en la región del pensamiento consciente, y no llega a modificar los mecanismos inconscientes.

Para enfrentar con éxito el miedo a la muerte ha de haber algún método que afecte a la conducta en su conjunto, y no solamente la parte de conducta comúnmente llamada pensamiento consciente.

En algunos casos, la fe religiosa puede surtir este efecto, pero no en la mayor parte del género humano. Además de las razones conductistas, hay otros motivos para este fracaso: una es cierto grado de duda existencial que perse caracteriza al ser humano y otra es el hecho de que los creyentes en una vida futura tienden a dar más importancia, y no menos, al horror que iría unido a la muerte si sus convicciones fuesen infundadas, aumentando así el temor de aquellos que no se sienten absolutamente seguros…

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En tanto que la muerte es abstracta e impersonal, habría que mencionarla en el tono en que se habla de las cosas prácticas, y no en el de las cosas terribles.

Es importante evitar todo sentimiento de misterio en relación con la muerte. Pero, ciertamente, lo más deseable es hacerla aparecer, si es posible, como algo muy remoto mientras vivimos, mientras sentimos PASIÓN POR LA VIDA.

El impulso de vida y la esperanza deben ser motores suficientes, para que existan las oportunidades normales de desarrollo y felicidad.

Cuando piense en la muerte, es mejor que lo haga con cierto estoicismo, pausadamente y con calma, sin tratar de reducir la importancia del tema, sino con cierto orgullo de sobreponerse a la idea.

El principio es el mismo que en el caso de cualquier otro terror: la aceptación  del objeto terrorífico es el único tratamiento posible.

Hemos de decirnos a nosotros mismos: «Bien, sí; puede suceder. ¿Y qué?»…Un hombre siempre debería darse cuenta de que hay asuntos importantes por los que vive, y que su muerte, o la muerte de su mujer o de su hijo, no pone punto final a todo lo que para él tiene interés en el mundo.

El lugar del estoicismo en la vida ha sido, tal vez, un tanto subestimado en los últimos tiempos.

Cuando el infortunio nos amenaza, hay dos modos de afrontar la situación: tratar de evitar la desgracia o decidir recibirla con entereza. El primer método es admirable, cuando es posible sin cobardía; pero el segundo es necesario, más tarde o más temprano, para quien no esté dispuesto a ser esclavo del miedo. Esta actitud constituye el estoicismo.

El miedo a la muerte es solamente uno de los muchos que pueden tratarse mejor con el estoicismo. Allí están el miedo a la pobreza, el miedo al dolor, el miedo al parto y hasta el miedo a la imbecilidad…

@misaelcadavidj

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