Miguel Uribe, senador y precandidato presidencial para las elecciones de 2026, falleció el 11 de agosto de 2025 tras más de dos meses en estado crítico. El atentado que lo hirió de gravedad ocurrió el 7 de junio durante un evento político en Bogotá, cuando un adolescente armado abrió fuego contra él, impactándolo en la cabeza.
Su muerte no solo conmocionó al país por su perfil político y proyección nacional, sino que también reabrió un capítulo oscuro de la historia colombiana: la cadena de asesinatos contra aspirantes presidenciales, un fenómeno que ha marcado la política desde mediados del siglo XX.
Miguel Uribe, un liderazgo interrumpido
Hijo de una familia con amplia trayectoria en la vida pública, Miguel Uribe Turbay forjó su carrera en el Concejo de Bogotá y luego en el Senado. Con una línea política de centro-derecha, defendió banderas como la seguridad ciudadana, el fortalecimiento institucional y la transparencia.
Su oratoria directa y su presencia en medios lo proyectaron como una figura con aspiraciones presidenciales, destacándose por su capacidad de conectar con sectores urbanos. Su muerte representa no solo la pérdida de un político en ascenso, sino también un duro golpe a un sector que veía en él una alternativa fresca de liderazgo.

Jorge Eliécer Gaitán (1948)
Considerado uno de los líderes más carismáticos de la historia colombiana, Jorge Eliécer Gaitán fue abogado, orador y jefe del ala popular del liberalismo. Sus discursos contra la oligarquía y su apuesta por la justicia social lo convirtieron en el favorito para las elecciones presidenciales de 1950. El 9 de abril de 1948, fue asesinado en el centro de Bogotá, un hecho que desató el Bogotazo y abrió la era de “La Violencia”, sumiendo al país en décadas de conflicto político y social.
Jaime Pardo Leal (1987)
Exmagistrado, abogado y líder sindical, Jaime Pardo Leal se convirtió en una de las figuras más visibles de la Unión Patriótica, el movimiento político nacido tras los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC. Con un discurso firme contra la corrupción y la violencia paramilitar, denunció sistemáticamente el exterminio de sus militantes. En 1986 fue candidato presidencial, logrando más de 300.000 votos, un hito para la izquierda de la época.
El 11 de octubre de 1987 fue asesinado a tiros en una carretera de La Mesa, Cundinamarca, crimen atribuido a estructuras paramilitares y sectores que buscaban frenar el avance de la UP en el escenario político nacional.
Luis Carlos Galán (1989)
Fundador del movimiento Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán se convirtió en un símbolo de lucha contra el narcotráfico y la corrupción. Su campaña presidencial para 1990 estaba encaminada a una victoria casi segura, respaldada por su defensa de la extradición de narcotraficantes y la modernización del Estado.
El 18 de agosto de 1989, fue asesinado en Soacha durante un mitin político, en un crimen que evidenció el poder del narcotráfico para silenciar voces incómodas.
Bernardo Jaramillo Ossa (1990)
Dirigente de la Unión Patriótica, Bernardo Jaramillo Ossa representaba una izquierda democrática dispuesta a tender puentes con otros sectores políticos. Con el lema “Venga esa mano, país”, buscaba la reconciliación y el fin del conflicto armado por la vía política. Fue asesinado el 22 de marzo de 1990 en el aeropuerto de Bogotá por un sicario, en un crimen que se enmarca en el exterminio sistemático de la UP.
Carlos Pizarro Leongómez (1990)
Comandante del M-19, Carlos Pizarro lideró la desmovilización de esta guerrilla y su tránsito hacia la vida política legal. Como candidato presidencial por la Alianza Democrática M-19, representaba la esperanza de un nuevo pacto social. El 26 de abril de 1990, fue asesinado por un sicario dentro de un avión en vuelo hacia Barranquilla, truncando uno de los procesos más importantes de paz y reintegración política de la época.
La muerte de Miguel Uribe revive un patrón doloroso: la eliminación violenta de figuras que encarnaban renovación política, reformas profundas o consensos nacionales. Desde Gaitán en 1948 hasta Pizarro en 1990, pasando por Galán y Jaramillo, la violencia ha actuado como filtro trágico en las aspiraciones presidenciales. Estos magnicidios no solo arrebataron vidas, sino que modificaron el rumbo de la democracia, dejando heridas abiertas que aún hoy no cicatrizan.