Modus operandi

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Por: Abelardo De La Espriella.

abdelaespriella@lawyersenterprise.com


El día en que el Almirante Gabriel Arango Bacci se volvió “incómodo” (por la razón que sea) para el entonces Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, le cayeron las siete plagas de Egipto. Arango Bacci, un hombre decente y probo, que dedicó su vida al servicio militar, de la noche a la mañana y como por arte de birlibirloque, se convirtió en un vulgar “traqueto” de poca monta. Con una firma falsificada y un testimonio espurio, lo tuvieron injustamente tras las rejas durante dos años. La sala penal de la Corte Suprema lo absolvió y compulsó copias para que se investigara a Juan Manuel Santos y a su amigo de años, el célebre almirante Echandía, como posibles autores del montaje. Como es apenas obvio, no pasó nada con dicha indagación.

Un par de años después, el excongresista Luis Guillermo Giraldo impulsó el referendo reeleccionista del expresidente Álvaro Uribe, quien contaba con un 80% de favorabilidad. En medio del trámite del mecanismo de participación ciudadana reseñado, la Fiscalía General imputó a Giraldo y Carlos Alberto Jaramillo los delitos de fraude procesal y falsedad en documento público. Se enredaron sus gestores, y se dañó el referendo. Con Uribe al ruedo, nadie tenía posibilidades. El favorecido directo con esa jugada fue Juan Manuel Santos. Después de ocho años, la justicia acaba de absolver a los promotores, y el juez, en la sentencia, señaló claramente que el proceso obedeció a una persecución política que no tenía otro objeto distinto de malograr el referendo.

Sin Uribe en el camino, el turno del complot fue para Andrés Felipe Arias, a la sazón el candidato favorito de Uribe para sucederlo. En plena campaña del exministro de agricultura por la presidencia, los medios “destaparon” el escándalo de Agro Ingreso Seguro. Ello, por supuesto, minó sus posibilidades y lo llevó a perder la nominación del Partido Conservador frente a Noemí Sanín. Meses después, Arias estaba preso, aunque no se robó un peso, por ejecutar un programa que sus antecesores habían explotado al máximo. Si Arias hubiese sido el candidato conservador, hoy probablemente sería presidente, y Santos no se habría sentado jamás en el solio de Bolívar.

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Hace cuatro años apareció en escena un candidato uribista que ponía en serio riesgo la reelección de Santos: el exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos. Esa fue su maldición: le abrieron una investigación penal en la Corte Suprema, por una reunión en el 2005 con desmovilizados de las AUC, encuentro que nada tuvo de ilegal. Hoy, Ramos sigue preso. Descabezado Ramos, venía en la fila Óscar Iván Zuluaga, quien fue víctima de un oscuro montaje del que el país ya está conociendo intimidades. Con el cuento chimbo del hacker y la “mermelada” repartida a manos llenas, Santos derrotó a Zuluaga (no hablo del caso de Jorge Pretelt porque soy su abogado).

Al presidente también le molestan mis artículos. Por eso, le ordenó hace dos años a Montealegre que me sacara de circulación como fuera (me rebuscaron esta vida y la otra, pero aquí sigo escribiendo). Nótense los siguientes factores recurrentes: todo el que representa un riesgo para Santos termina empapelado; la presencia constante del almirante Echandía; los grandes medios nacionales amigos de Santos, aupando los falsos escándalos contra sus contradictores, y las autoridades judiciales, que le hacen el cuarto. No me gusta su manera de actuar, presidente. Por eso seguiré firme desde mi trinchera dominical, defendiendo la democracia.

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