“Mucho yo y poca España” o cuando los políticos nos dieron la espalda

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Este contenido hace parte de 360 Revista en su cuarta edición, la cual se distribuyó en las principales ciudades del país.


Por: Isabel Rábago – Periodista

“Nosotros nos limitamos a ordenar y ellos a obedecer”. Esta frase bien podría haberla acuñado un personaje histórico, pero no, la frase en cuestión la ha pronunciado un concursante de un reality show.

Una frase que describe a la perfección el panorama político español.

Nuestra política ha sufrido una transformación tal, que una ya no sabe si está viendo el Debate del Estado de la Nación en el Congreso de los Diputados o una gala de expulsión, un jueves cualquiera en “Big Brother”.

Los protagonistas no son tan diferentes. En Big Brother los 16 concursantes son obligados a convivir, entenderse, soportarse, negociar y a disimular que se llevan bien. Mientras, vuelan los cuchillos, las conspiraciones no cesan y las alianzas varían en cuestión de horas. 16 concursantes que lidian con sus egos y que buscan el constante foco mediático con un solo objetivo: ganarse la simpatía de la audiencia, que les voten y así poder llevarse un maletín lleno de euros.

Y esta es la radiografía del escenario desolador que tenemos los españoles con nuestros políticos.

El 10 de noviembre a los ciudadanos con derecho a voto de mi país se nos obliga una vez más a acudir a las urnas porque los políticos han sido incapaces de ejecutar la orden que les dimos en las urnas: formar un Gobierno.

Pero sus egos, su incompetencia, sus ambiciones personales o su poco interés por España han dado al traste con este mandato soberano. Lo desolador es que en vez de asumir responsabilidades y dimitir por incompetencia profesional, los políticos han decidido que la culpa la tenemos nosotros, los ciudadanos que al parecer no sabemos votar.

El descontento y cabreo nacional que ahora mismo se respira en las calles, esas que no pisan nuestros políticos (salvo en campaña que es cuando aparecen en la calle previa convocatoria mediática rodeados de su gente arropando al líder) es tal, que si ahora mismo se abrieran las líneas telefónicas cual gala de expulsión de un reality, no quedaban dentro del Congreso de los Diputados ni uno.

Y para muestra un botón. En la última encuesta del CIS, la segunda preocupación de los españoles es la clase política.

La irrupción de la mal llamada “nueva política”, esos partidos que dijeron venir a “cambiar la vida de la gente” ha resultado ser un fiasco.

Pasamos de la estabilidad que nos ha dado el bipartidismo durante más de 40 años a la inestabilidad y al bloqueo constante por el capricho de unos líderes demasiado jóvenes, egocéntricos, inexpertos, sin apenas experiencia laboral en la empresa privada, demasiado imberbes, que han hecho del populismo su religión y que hacen política a golpe de tuit.

El Congreso de los Diputados se ha convertido en la hoguera de las vanidades, donde los partidos se han diluido para dejar paso a los híper liderazgos, donde los intereses de los españoles “ni están ni se les espera”. Y con semejante panorama sólo nos queda preguntarnos: ¿cuándo dejaron los políticos de pensar en España y en los españoles?

La criptonita de la política actual ha resultado ser la mullida alfombra del Congreso, los cómodos escaños y las abultadas nóminas a final de mes de sus señorías. Un sinfín de privilegios económicos a los que ninguno de los diputados y de los senadores ha querido renunciar a pesar de que durante estos últimos seis meses, las Cortes han estado bloqueadas. Un gesto que ha enfurecido a los ciudadanos que en apenas unas horas consiguieron reunir más de 500.000 firmas para que ningún político cobre una indemnización bajo el lema: “si no trabajas, no cobras”

Pero los políticos desoyen estas iniciativas porque ellos “ordenan” y nosotros solo “estamos para obedecer”.

El 10 de noviembre los españoles acudimos de nuevo a las urnas y todo apunta a que la desconexión entre los políticos y la ciudadanía se podría traducir en una abstención muy elevada. Y es que el hartazgo es mucho. Mientras, ellos siguen buscando su sillón o el cargo que les permita, una legislatura más, vivir de los españoles. Esos a los que desprecian, salvo en época electoral. Pero las urnas las puede cargar el diablo, sobre todo cuando juegas con la paciencia y el pan de los ciudadanos.

Por ello, creo que el lema de la campaña para todos los partidos políticos bien podría ser: “mucho yo y poca España”.

Y es que tal y como dijo Unamuno: “me duele España; ¡soy español, español de nacimiento, de educación, de espíritu de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo!”

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