Por: José Miguel Santamaría Uribe
Generalmente todos los países en desarrollo son bastante hostiles para la juventud. La mayoría los niños -o los bebes- tiene que sudarla para salir adelante; la pobreza, la desigualdad de oportunidades, un sistema educativo y de salud malo, y la violencia intrafamiliar los convierte en héroes desde pequeños. Aunque existen infinidad de leyes que los protegen, la realidad es otra.
De lo primero que debemos hablar para entender esto es sobre el aborto, práctica prohibida en Colombia hasta el año 2006 y hoy permitida en tres casos: cuando la vida de la madre este en peligro, cuando el embarazo haya sido consecuencia de una violación y/o cuando el feto tenga una malformación evidente. Como vemos, nuestra ley trata de defender más a la mujer que al feto que desde la concepción es un ser humano y debería tener los mismos derechos que cualquier otro individuo. Es más, existen movimientos en Colombia donde abogan por el aborto recreativo y maquillan su nombre para que no suene feo; lo llaman la interrupción del embarazo.
Yo estoy de acuerdo en que cada quien puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Es su derecho mientras no ponga en riesgo la vida de otra persona, pero el aborto es exactamente eso.
Aunque existen innumerables testimonios sobre los métodos de aborto utilizados por los grupos ilegales hechos en condiciones espantosas y rudimentarias, no existe la primera persona condenada por estos hechos en el país. El aborto ilegal es un problema y no se combate con la firmeza que se debiera.
Cuando los niños llegan a sus primeros años, tampoco son fáciles. Generalmente, el entorno familiar es complejo, el hacinamiento de las familias es grande y el maltrato casi siempre esta en el orden del día. Cuántos niños seguimos viendo en las esquinas de las grandes ciudades dedicados a la mendicidad y el Estado no tiene la capacidad de controlar esto. Se habla mucho que en los barrios populares de arriendan los niños por día para esto.
La escolaridad en el país ha crecido, pero ahí también tenemos unos grandes líos por solucionar. La corrupción ha hecho metástasis en lo más bajo; la alimentación escolar. Muchas veces, esa alimentación es la más importante del día en el niño y, sin embargo, los casos de mala calidad son bastantes. Además, la dosis mínima o dosis personal -que ha hecho del micro tráfico un problema muy grande al rededor de los colegios- hace que la droga esté muy cerca de ellos y aún no se ha dado la suficiente relevancia educativa y de reglamentación para alejarlos de este riesgo. Creo conveniente revisar esa norma del libre desarrollo de la personalidad y la dosis personal porque se mal utiliza en contra de nuestra juventud.
Por último, llegamos al tema de más actualidad; la Corte Constitucional conceptuó que las violaciones y maltrato de menores por cuenta de exintegrantes de las Farc pueden tener penas alternativas dentro de la JEP. Esto quiere decir que consideran estos actos conexos al delito político, algo verdaderamente aberrante porque por un lado se combate la trata de blancas, la prostitución infantil y se lleva a la cárcel a proxenetas, pero, por cuenta de seguir maquillando un proceso de paz espurio, se dan por los mismos delitos penas irrisorias a personas que delinquieron sistemáticamente.
Hasta que no nos demos cuenta como país que para cada delito la pena debe ser la misma independiente de la persona que lo cometa -y que el futuro del país está en nuestra juventud y que esto no es solamente una frase de cajón-, seguiremos estando relegados con pocas posibilidades de saltar al primer mundo.