No más acoso laboral de los medios a sus periodistas

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Es hora de romper el miedo y hablar, de denunciar y de cambiar esa actividad que, si es un actuar común en la prensa, la televisión, la radio o los portales digitales colombianos, no significa que sea normal ni buena. (No más acoso laboral)


Por: Wilmar Vera Z.

La semana pasada, en medio de los ataques a la prensa por parte de la pacífica marcha uribista, se presentó de nuevo un tema del que se habla en los corrillos de las redacciones, pero casi nunca sale a la luz pública: el acoso laboral (y de otros) a los periodistas colombianos.

Como docente y profesional de la información he sido testigo y víctima de comentarios y abusos por parte de jefes, editores y dueños de medios. Creo que así como las mujeres lograron poner en la picota el tradicional machismo, el abuso laboral y sexual, con los cambios que hoy se evidencia en la sociedad, es necesario que abramos la puerta y exhibamos nuestras vergüenzas.

Hay acoso laboral (y sexual) en los medios colombianos. Y es hora de hablar de ese mal.

García Márquez decía que el mejor oficio del mundo es el periodismo y cada 9 de febrero los medios exaltan esa frase colocando a sus empleados casi en el nivel de superhéroes, que luchan contra la corrupción, los malos manejos políticos y los entuertos sociales. Pero guardan un secreto y es el mal ambiente laboral de algunas compañías mediáticas nacionales.

¿Cómo se evidencia ese acoso? Cuando era periodista del otrora diario leer de los antioqueños, teníamos a Jorge Alberto Velásquez de jefe de redacción. Era el primero en llegar y de los últimos en partir a su casa. Un señor en todo sentido, dueño de la autoritas y la dignitas para corregir, sugerir o cambiar las notas que los periodistas (seniors, juniors o noveles) recurríamos por guía y orientación.

No más acoso laboral de los medios a sus periodistas

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Era estricto, sabio y humano. Era un jefe, no un amigo, pero sí un colega y un maestro.

Velásquez leía el periódico (tamaño sábana, no el tabloide inglés de ahora) desde el cabezote hasta los anuncios y con ojo avizor pillaba gazapos, en la eterna lucha que los redactores tenemos contra ese demonio pícaro de la imprenta que es Titivillus.

Luego llegaron dos jefes que exportaron el modelo bogotano de trabajo, a saber: dividir la redacción entre sus áulicos y sus desqueridos. Yo nunca he sido bueno lamiendo suelas, por lo que fui configurando mi despido en la medida en que no lanzaba incienso ni loor que el jefe creía merecer.

Gritarles a los periodistas, tratarlos de brutos, burlarse de sus cuerpos, destruir sus textos o notas, ponerlos de (mal) ejemplo ante la redacción o lanzarles comentarios ambivalentes sexuales son cosas que no podemos normalizar.

Por lo general, las víctimas son jóvenes recién graduados o en práctica, que llegan con ilusiones a las grandes y medianas empresas que viven adormiladas en una fama, pero esconden tras la fachada sus cochinadas. Muchos terminan enfermándose, dudando de sus capacidades, temiendo levantarse para ir a trabajar, lidiando con un terror psicológico que puede afectarles su salud física y mental.

Que un jefe (a), dueño(a) o editor(a) insulte, se burle o pordebajee a un(a) joven o no tan joven colega no lo hace ni más sabio ni más importante; sólo es un atarván que se cree superior en medio de su bajeza personal. Si éste se aprovecha de una posición de autoridad demuestra con su incompetencia humana y profesional que está en el lugar equivocado. Que no merece estar en posición de líder porque, como decía Kapuscinski -otro infaltable en el Día del Periodista-, “los cínicos no sirven para este oficio”.

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¿Qué hacer? Es hora que la Asociación de Facultades de Comunicación (Afacom), así como los programas de Comunicación-Periodismo, gremios y asociaciones, metan el dedo en la llaga de los medios y hablen del maltrato a sus periodistas.

Somos seres humanos, merecemos respeto. Por más años que el mal jefe o directivo tenga en el oficio, por más dueño (a) del medio que sea, por más amistad que exhiba con los amos del poder o por más que se crea que sin él o ella el mundo dejaría de rodar o el sol a levantarse mañana, no son seres superiores ni están por encima de la ley.

Es hora de romper el miedo y hablar, de denunciar y de cambiar esa actividad que, si es un actuar común en la prensa, la televisión, la radio o los portales digitales colombianos, no significa que sea normal ni buena.

Es hora de gritarlo: no al acoso laboral de los medios a los periodistas.

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