Las relaciones interpersonales cada vez se están tornando más difíciles: los egos, la competencia y la prepotencia hacen de la suyas. Un claro ejemplo, visible para todos, el Real Madrid.
Por: Andrés Felipe Gaviria Cano
Nos hemos acostumbrado a que los distintos tipos de relación que puedan existir entre las personas se desvanezcan y se acaben sin importar absolutamente nada. Se ha puesto en práctica la moda de dejar soltar y fluir, pero no sostener, cada uno ha tomado la decisión de transitar por su camino sin que requiera de personas a su lado, de un entorno que haga mas fácil su existencia y la consecución de logros. Se ha optado por la soledad, individualismo y egocentrismo. El Real Madrid ha probado sin descanso en sus últimos 25 años que está preocupado única y exclusivamente por mantener soldados, que a la hora de llegar su retiro o tener una discrepancia por el club, deben abandonar el barco por el cuarto de maquinas y saltar al mar sin que nadie le agradezca por lo que hizo. Sucedió con Raúl, Iker Casillas y ahora con Cristiano Ronaldo. La gratitud, confianza y lealtad parece que escasea cada día más.
Esas mismas actitudes de ingratitud se han replicado por el mundo, desde los núcleos familiares más cerrados hasta los grandes monopolios empresariales. Aunque se nos volvió paisaje ver la tasa en aumento de separación de matrimonios, seguimos enfrascados y encaminados a escenarios iguales, a relaciones cada vez más tensas, a vidas más superficiales y carentes de bases sólidas y realmente íntegras. A la hora decir adiós en dichas separaciones se olvida todo lo bueno, se prepondera todo lo malo, la lucha está centrada en quién grita e insulta más al otro, al final, quién causa más daño. Con el pasar del tiempo, se encuentran en un pasillo y sin mirarse, siguen destilando igual odio y deseando lo peor.
Padres que pelean con sus hijos y viceversa; hermanos; colegas de trabajo y amigos de toda la vida, han convertido espacios de regocijo grupal, en salas grises y frías, acompañados de una laptop, tableta o móvil inteligente. Esa es su más cercana compañía, su conexión con el mundo, claro está, un mundo influenciado y modificado por utopías y lo artificial del ser humano.
¿Cuantás personas hoy no se arrepienten por no haberse despedido de una buena manera de quien falleció?, ¿cuántos no lamentan el haber terminado de malas maneras con quien en algún momento tuvo una gran relación? No saber decir adiós también es una manera de herir a los demás, y en el largo tiempo, a uno mismo.